Viernes 10 Julio

Texto de hoy: “Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hechos 6:7)

A partir del día del pentecostés el registro histórico de la iglesia primitiva informa de un crecimiento constante. Todo comienza con un grupo de ciento veinte en el aposento alto (Hechos 1:15).

El mismo día del derramamiento del Espíritu Santo se añadieron a la iglesia como tres mil personas (Hechos 2:41). Y cada día se añadían más (Hechos 2:47).

Más adelante el historiador informa que muchos más creyeron “y el número de los varones era como cinco mil” (Hechos 4:4).

El número de los discípulos seguía creciendo (Hechos 6:1) y como señala el texto de hoy, “el número de los discípulos se multiplicaba grandemente”.

Todo esto ocurría en Jerusalén. Un crecimiento expansivo Todo esto ocurría en Jerusalén. Un crecimiento expansivo. Posteriormente el crecimiento numérico no fue solamente expansivo (en un mismo sitio), sino también extensivo (alcanzando nuevos lugares).

Fueron esparcidos por las tierras de Judea y Samaria (Hechos 8:4) y “pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía” (Hechos 11:19).

Qué maravilloso registro de un crecimiento numérico no solo de nuevos miembros sino de nuevas congregaciones e iglesias, pues el número de las iglesias se acrecentaba (Hechos 9:31)

TODO MIEMBRO EVANGELIZANDO ¿Cómo fue posible que el número de discípulos se mantuviera siempre en ascenso y que también aumentara el número de iglesias? Por supuesto que fue el resultado del poder del Espíritu Santo,

pero no como una obra milagrosa del Espíritu pero no como una obra milagrosa del Espíritu. Fue el resultado de una participación individual y la estrategia de movilización con enfoque evangélico de la iglesia primitiva.

Todos los miembros de la iglesia estaban en constante acción misionera Todos los miembros de la iglesia estaban en constante acción misionera. Hechos 5:42, nos dice: “Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo”.

NO SOLO LOS APÓSTOLES Hechos 8:1, informa que todos fueron esparcidos, “salvo los apóstoles”, y los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio (Hechos 8:4).

Es muy claro que fueron los miembros de iglesia en general, los que iban por todas partes anunciando el evangelio, pues ellos fueron los que se esparcieron, no los apóstoles.

Estos hermanos esparcidos, no se limitaron a tener cultos y programas dirigidos a los ya evangelizados. Se enfocaron en alcanzar a otros con el evangelio.

El templo dejó de ser el centro de operaciones y se lanzaron a alcanzar todo el mundo con el evangelio. Todos participando en la evangelización hasta “trastornar al mundo” llenando todo el imperio romano con el conocimiento de un salvador resucitado.

LO MISMO SE REQUIERE AHORA En nuestros días se requiere seguir la misma estrategia: Todos participando en la evangelización y extenderse a alcanzar todas las personas de la comunidad y todas las comunidades del mundo.

Elena G. de White señala que “los pastores pueden predicar discursos agradables y poderosos y puede realizarse mucha labor para edificar y hacer próspera la iglesia, pero a menos que su miembros

individuales desempeñen su parte como siervos de Jesucristo, la iglesia estará siempre en tinieblas y sin fuerza”. ( SC, 87). Lo que dará vida a la iglesia será la participación individual.

En otra declaración afirma que “La obra de Dios en esta tierra no podrá nunca terminarse antes que los hombres y mujeres abarcados por el total de miembros de nuestra iglesia se unan a la

obra y aúnen sus esfuerzos con los de los pastores y dirigentes de las iglesias.” (SC, 87).

Definitivamente, es privilegio y deber de todos miembros de iglesia participar en la evangelización para su propio crecimiento espiritual y para lograr el crecimiento numérico que Dios anhela que suceda hoy también.

Que nadie se mantenga a la retaguardia, pues noten esta última declaración: “Los que permanecen a la retaguardia en forma indiferente en los días de la batalla, como

si no tuvieran interés y no sintieran responsabilidad alguna en la pelea, harían mejor en cambiar su conducta o en abandonar las filas de inmediato”. (SC, 105).

PARA REFLEXIONAR: En nuestros días se requiere seguir la misma estrategia: Todos participando en la evangelización y extenderse a alcanzar todas las personas de la comunidad y todas las comunidades del mundo.

MI COMPROMISO: Hoy decido mi Dios colocar mis dones y talentos al servicio de tu obra, y así prepararme para el día glorioso de tu segunda venida.