Verdes estaban los trigos en los balcones del alba cuando María tomó la senda de la montaña.
Feliz por ser agraciada con un hijo en las entrañas, allí vivía Isabel con su esposo, en Ain Karén.
Avanzaba el mes de abril, cuando cantan los jilgueros y se estremece el jardín en azahar de limoneros.
Con gran cariño se abrazan las dos benditas mujeres regocijadas sus almas entre un rumor de claveles.
¡Bendita porque has creído!, fue el saludo de Isabel, y se alzó un clamor festivo en la tierra de Israel.
¡ Bendita porque has creído!, dice de nuevo y Isabel, y María ha respondido cantando al Dios de Israel.
En la tierra de Israel Verdes estaban los trigos en los balcones del alba cuando María tomó la senda de la montaña. Feliz por ser agraciada con un hijo en las entrañas, allí vivía Isabel con su esposo, en Ain Karén. Avanzaba el mes de abril, cuando cantan los jilgueros y se estremece el jardín en azahar de limoneros. Con gran cariño se abrazan las dos benditas mujeres regocijadas sus almas entre un rumor de claveles. Juan Manuel del Río ¡Bendita porque has creído!, fue el saludo de Isabel, y se alzó un clamor festivo en la tierra de Israel. ¡Bendita porque has creído!, dice de nuevo y Isabel, y María ha respondido cantando al Dios de Israel.