Estos que, en tus azules litorales y bajo el oro de tu luz, entorno salmos, no sé si tristes o triunfales; si de tu gracia no, de mi abandono; entre lirios, naveguen y corales ¡oh Estrella de la Mar hasta tu trono: concede que, con lengua enamorada un pecador te cante inmaculada!
Limpia llegas al ser, y portadora de la Luz en tu lámpara de arcilla, ¡Luna de aquel Sol Niño precursora que en pajas nace, y en la noche brilla! hacia tu mar de gracia que enamora quiere lanzar el corazón su quilla, mientras cantan los ángeles del viento, con sus lenguas de luz, tu advenimiento.
Tú, del Padre que, en campos de zafiro, es Lumbre pura, Manantial eterno; Tú, del Divino Espejo, en el que admiro, sin mancha alguna, el esplendor paterno; del Espíritu, en fin, por quien respiro rosas de primavera en el invierno, eres, desde que el mundo se despierta, soñado gozo, maravilla cierta.
Al principio de todo: tu figura; Tú, en el final de cada profecía; tu imagen presidió la arquitectura celeste de los mundos, te veía toda el Señor ungida de hermosura cuando tejió la túnica del día, y, al presentir –gozoso- tus amores sembró los astros y encendió las flores.
El minuto fatal de la caída se endulzó con la miel de tu esperanza: en Ti la raza prófuga y dolida, como en el Arca fértil de la Alianza, volvió a encontrar la música perdida y el olvidado ritmo de la danza; tu nombre por los labios repetido era verde granado florecido.
Las tribus, en las noches consteladas, peregrinaron tras de tus auroras; en rebaño sediento, sus miradas buscaban tus cisternas salvadoras; hacia tus cumbres altas y nevadas orientaron sus pasos y sus horas, porque Tú eres la tierra prometida donde germina el Trigo de la Vida.
Niña de sol, de pétalos de nieve. Panalito de luz y de dulzura: la escogida magnolia no se atreve a competir contigo en hermosura. La gota azul que de las nubes llueve, a la luz de tus ojos es oscura; y el nácar luminoso que el mar cría es noche, ante la lumbre de tu día.
El ocaso, sus rosas, en tus manos viene a dejar; sus lirios, el oriente; en tu cuna prosternan los ancianos el venerable mármol de su frente. Sobre tu faz florecen los manzanos del paraíso antiguo, y dulcemente revive ante tu tibia primavera, el sueño azul de la creación primera.
-Alada flor de lumbre- el campesino gorrión llegó volando a tus umbrales; el jilguero bajó del alto pino donde tiene su casa de cristales; el gris zenzontle –orífice del trino- abandonó sus llanos musicales, y, en tanto que tu sien dora la luna, deshojan su canción sobre tu cuna.
Y en la azul alborada de las flores, cuando en el cielo brilla todavía el lucero de Dios, y los cantores tordos ensayan vuelo y melodía, y por la puerta de los ruiseñores su grey de nardos ya conduce el día; ansioso el ojo –si no el alma-, espero ver, de tu faz, el resplandor primero.
Hija y Madre del Sol, ¡oh Marinera de los mares de Gracia bienvenida! Portadora del Fuego, a la ribera llegas, de dulces cantos precedida; mi corazón oscuro bien quisiera ser girasol asiduo de tu vida, vivir en los jardines donde moras y morir en la paz de tus auroras.
Del Libro: “Espejo y Enigma” P. Benjamín Sánchez Espinoza. Fr’ Asinello