"Dios nos hizo y somos suyos." ¡Aclamen al Señor, habitantes de toda la tierra, den culto al Señor con alegría, lleguen hasta él con cantos festivos! Dios nos hizo y somos suyos. Reconozcan que el Señor es Dios, que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas que él apacienta. Dios nos hizo y somos suyos. Entren por las puertas de su templo dándole gracias, crucen sus atrios entonando himnos; alábenlo y bendigan su nombre. Dios nos hizo y somos suyos. Porque el Señor es bueno y su amor es eterno, su fidelidad permanece de generación en generación. Dios nos hizo y somos suyos. Salmo responsorial 99 El Señor es nuestro dueño.
Dios quiere, por encima de todo, que vivamos en la justicia y la autenticidad. Todos, por eso y con seguridad, estamos en las manos de Dios. sale para nuestra observancia los atributos de Dios: el señor es Dios; el Señor es nuestro creador; nosotros somos su pueblo; el Señor es bueno; su amor es eterno; su fidelidad no tiene límites Es un salmo de la acción de gracias. Veo con claridad un llamado a la oración en esa aclamación y servicio al Señor. También, el salmista hace un llamado a toda la creación a aclamar al Señor. Es un llamado universal. Donde nada está suelto o perdido al garete, sino que todo, está en las manos de Dios.
No es que haya otros dioses, sino que nosotros los inventamos, traídos por nuestro orgullo y soberbia que golpean el primer mandamiento. ¿Dónde quedó aquello: El Señor es el único Dios, como él no hay otro, dueño de la vida y de la muerte. Falta, entre nosotros, mucha fe para proclamar al Dios creador, que regala sin merecer los días y las noches donde ninguno del regalo sea merecedor. Todo porque hemos olvidado que Dios es bondad y profundo amor misericordioso.
Dios siempre ha cumplido sus promesas. Jamás abandonará a sus hijos, mucho menos buscará para ellos la muerte. De ahí que no podamos decir con palabras lo que recibimos de Dios. Estaremos siempre en deuda y aplastados en su bondad y amor. Ver la creación: Observar el día que nace. El sonoro canto de los pájaros … No puedo, no debo callar. Hacerlo sería ingratitud Padre Marcelo Rivas Sánchez