Si tus alumnos no hacen otra cosa más que hablar e incordiar, interrumpiendo tus sabios consejos..., escúchales.
Si quieres que tus alumnos vayan cambiando y madurando poco a poco..., entrégate a ellos y gástate.
Si, en ocasiones, piensas que estás perdiendo el tiempo y lo mejor es tirar la toalla cuanto más lejos mejor..., vuelve a intentarlo.
Si tus alumnos hacen lo correcto, aunque sólo sea una vez de cada cien..., felicítales.
Si no hacen otra cosa que pensar en el botellón del fin de semana, en la moto que les han prometido sus padres o en el chico o chica de sus amores..., sorpréndeles.
Si tus alumnos se han cansado de vivir y están aburridos y decepcionados..., ilusiónales.
Y si haces todo esto y ellos siguen sin cambiar..., entonces quiéreles.
Pero si el reloj y la nómina te interesan más que tus propios alumnos..., entonces “apaga y vámonos”.