Érase una vez tres cerditos que vivían en el campo.
Siempre estaban alegres. Unas veces se reían.
Otras veces daban palmas, cantaban y bailaban.
Pero un día...
¡Apareció un lobo feroz¡ GGGRRRRRRREEEE ¡Apareció un lobo feroz¡
HHHHHMMMMRRRRRRRR...
“¡Qué hambre tengo¡ -decía. Me comeré todos los cerdos que vea.”
El lobo se relamía sólo con pensar en tan delicioso bocado, pero……. ¡Hummm! ¡Ñam, ñam…! El lobo se relamía sólo con pensar en tan delicioso bocado, pero…….
los cerditos, que estaban bien escondidos, lo oyeron todo
y pensaron hacerse unas casitas para protegerse de él.
Pero al primer cerdito le gustaba mucho jugar y se dijo:
-Me haré la casa muy rápido y me iré a jugar: ¡La haré de paja!
Dicho y hecho. Cogió un poco de paja de aquí y de allá...
¡y la terminó en un periquete para poder irse a jugar¡
Al segundo cerdito le gustaba mucho dormir y poco trabajar.
Total, que se hizo una casa de madera con cuatro tablones
que encontró aquí y allá: “¡Pam pam pam¡”. 4 tablas y 4 clavos
mal puestos, y se echó a dormir como un lirón. z z z z z z z z z z z z z z z z z z z z z z z z mal puestos, y se echó a dormir como un lirón.
¡Haré una casa muy muy fuerte! El más pequeño de los cerditos, sin embargo, se lo pensó mejor.
casa de ladrillo y cemento, el lobo no la tirará Si me hago una casa de ladrillo y cemento, el lobo no la tirará A él también le gustaba dormir y jugar,pero también sabía pensar.
Con esfuerzo y con sudor, se hizo una estupenda casa de ladrillos.
Claro, cuando terminó, también se fue a jugar, bailar y cantar.
A los pocos días, mientras los 3 cerditos estaban jugando,
llegó el hambriento lobo feroz. ¡Qué miedo, chiquillo¡
Los cerditos echaron a correr, cada uno para su casa y el lobo detrás.
Cuando el lobo vio la casita de paja, se echó a reír a carcajadas. JUA JUA JUA JUA Cuando el lobo vio la casita de paja, se echó a reír a carcajadas.
-Cerdito, cerdito – dijo. Déjame entrar.
-¡No, no¡ -contestó el cerdito, porque me quieres zampar.
-¡Ah¡ ¿Sí? Pues te vas a enterar. Soplaré y soplaré y la casa tiraré.
Y sopló y sopló y sopló... hasta tirar al suelo la casita de paja.
Pero el cerdito se escapó y fue a la casa del segundo cerdito.
-¡Entra, entra, que aquí estarás seguro –le dijo su hermano.
Pero nanay de la China. De seguro, nada. En cuanto el lobo llegó...
Se rió a carcajadas al ver la casita de madera: “¡Qué tontos¡”, pensó.
Y de nuevo se repitió la historia: Cerdito, cerdito, déjame entrar
y todo eso.
Hasta que sopló y sopló y sopló y... ¡Plooom¡ La derribó.
Los cerditos escaparon de milagro y fueron a la casa del tercer cerdito.
-¡Venga, entrad¡ –les dijo al verlos llegar, corriendo y jadeando.
El malvado y hambriento lobo se rió otra vez al ver la casa, JUA JUA JUA JUA El malvado y hambriento lobo se rió otra vez al ver la casa,
Pero esta vez se iba a enterar. La casa de ladrillos era fuerte
Y por mucho que sopló y sopló y sopló y sopló... ¡no la pudo tirar¡
De tanto soplar, el lobo se quedó sin aire y se cayó al suelo,
mientras los cerditos lo veían, riéndose desde la ventana ¡Ji ji ji ji ji ji ji ji ji! mientras los cerditos lo veían, riéndose desde la ventana
y le hacían burlas: “¡Chincha, rabiña, chincha, rabiña¡”.
El lobo se tuvo que ir, triste y rabibajo, y sin un mal bocado
que llevarse a la boca: “Si todos los cerditos son tan listos y tan
trabajadores, desde hoy tendré que comer sólo lechugas y tomates”.
Total, que se fue para siempre y los cerditos pudieron seguir
riendo, saltando, bailando, cantando y dando palmas
gracias a la inteligencia y al esfuerzo del más pequeño.
gracias a la inteligencia y al esfuerzo del más pequeño.
¡este cuento se ha acabado¡ FIN FIN Y colorín, colorado.... ¡este cuento se ha acabado¡