¡LLEGÓ DICIEMBRE!
Como siempre puntual llegó como cada año, para traernos felicidad.
Llega acompañado de luces, aromas, colores, tradiciones, regalos, abrazos y alegría.
Es un mes de esperanza, de misterio, de fe, para compartir y acercar los corazones.
Cada uno con su regalo, el intimo, el personal, el silencioso, el de las heridas cerradas y los rencores olvidados.
Cada cual con su lámpara, para calentarnos en Dios, y su aceite para ir curando, suavizando y derritiendo ternura, entre los muchos que lloran en navidad.
Es el tiempo para compartir en familia, para prodigarnos con nuestros semejantes, para dejar a un lado la nostalgia y llenarnos de amor.
Es el mes de estrecharnos las manos, de mirarnos tal como somos, de recordar a los que faltan y pedir perdón.
Es tiempo para amar, soñar, realizar nuestros deseos e ilusiones.
Es un espacio vital para el ser humano, ya que en estas fechas, nuestro lado sensible, cobra fuerza en nuestro interior y nos hace buscar la paz espiritual.
Nos nacen momentos de ternura, momentos de querer abrazar, de dar, de recibir.
De abrir un regalo y poder compartir ese momento de emoción con la persona amada.
Es reconciliación, es perdón, es decirle al hermano, al amigo, al compañero, al novio, al vecino, que como humano fallé.
Dar un abrazo no cuesta nada, en cambio eleva nuestra autoestima, además nos une, y aleja el rencor.
Y nos permite disfrutar de la magia de un cálido momento navideño que cumplió su función de unirnos y de volver a empezar.
Lleva consigo un acto humanitario, oportuno, el de poder llevarle a nuestros hermanos, un poco de aliento, de afecto.
De esperanza, motivación para luchar por vivir y esa manera conocer juntos el verdadero sentido de la navidad.
Es estar en paz con Dios, es poder decirle gracias, por otra navidad, por la unidad, la humildad, por su fortaleza, durante este año de lucha que concluye.
¡Feliz navidad! ¡Dios te bendiga!