CENTRO DE EVANGELIZACIÓN Y CATEQUESIS DE LA ARQUIDIÓCESIS DE MANIZALES.

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Transcripción de la presentación:

CENTRO DE EVANGELIZACIÓN Y CATEQUESIS DE LA ARQUIDIÓCESIS DE MANIZALES

ORAR POR Y CON LOS ENFERMOS MINISTERIO DE SALUD FORMACIÓN ORAR POR Y CON LOS ENFERMOS

OBJETIVOS Valorar la oración como consuelo y fortaleza en la enfermedad Ofrecer algunos elementos pastorales que nos puedan ayudar a orar por y con los enfermos

¿Qué es la oración? “Para mí la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría” (Santa Teresa del Niño Jesús “Manuscritos autobiográficos”. Siglo XIX) Cf. Cat. 2558

(San Juan Damasceno, siglos VII-VIII) (San Agustín, siglos IV-V) ¿Qué es la oración? “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes” (San Juan Damasceno, siglos VII-VIII) Cf. Cat. 2559 “La oración es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él” (San Agustín, siglos IV-V) Cf. Cat. 2560

¿Para qué orar? La oración expresa la necesidad del encuentro con Dios Padre, un encuentro experiencial que nos posibilita vivir en su amistad, por Jesucristo, en el Espíritu Santo. En la oración presentamos a Dios nuestra propia historia en cada uno de sus momentos y etapas. La oración se refleja en las circunstancias de la vida: unas veces es de alabanza y agradecimiento, otras de invocación o queja, otras de ofrecimiento y dolor y, en ocasiones, de humilde espera.

¿Para qué orar? La oración también es un canal privilegiado para comunicarle a Dios nuestras necesidades, miedos y esperanzas. La oración es, además, un recurso para afrontar el sufrimiento. En ella experimentamos el amor infinito de Dios Padre, descubrimos la cercanía del Señor Jesús Crucificado y nos abrimos a la esperanza de la futura Resurrección.

¿Para qué orar? En la oración descubrimos y sentimos que el Padre Celestial es el Dios que “está cerca de los atribulados y salva a los abatidos” (Sal. 34,19), el mismo Dios que prometió: “nunca te abandonaré, nunca te dejaré” (Hb 13,5; Dt 31,6). En la oración experimentamos que Cristo Jesús sigue siendo el “Dios con nosotros” (Mt 1,23). En medio de la enfermedad no es difícil orar, por lo menos con fórmulas repetitivas, pues para el paciente que sufre la oración es un cauce que le permite asumir conscientemente el misterio de la debilidad.

¿Cómo orar? A veces una de las expresiones más auténticas de la oración es el silencio, orar sin pronunciar palabras. Dios no necesita muchas palabras, ya que nuestra historia y nuestra situación hablan por nosotros. Orar es adentrarnos en lo más íntimo de nosotros mismos para ponernos en contacto con Dios y experimentar su fuerza liberadora. Mt. 6,5-13: “Cuando oren, no sean como los hipócritas… Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto… No hablen mucho, como hacen los paganos… Él ya sabe lo que ustedes necesitan… Oren así: ‘Padre Nuestro…’”

¿Cómo orar? Orígenes, presbítero (ca. 185-254) en su obra “Sobre la Oración”, enseña: “Debo describir cuatro formas de oración, que he encontrado dispersas en la Escritura; con base en estas es necesario que cada uno componga la suya. Tales formas son las siguientes: Primero, y al inicio de la oración, se requiere, según las fuerzas de cada uno, dar gloria a Dios por medio de Cristo, glorificado en el Espíritu Santo, que es alabado con Él. Después de esto, cada uno debe dar gracias, evocando los beneficios ofrecidos a todos los hombres y aquellos recibidos personalmente de Dios.

¿Cómo orar? Después de la acción de gracias se debe reconocerse pecador delante de Dios y, en primer lugar, pedirle la curación y liberación de la actitud que le lleva al pecado y, en segundo lugar, la remisión de las culpas pasadas. Después de la confesión, como cuarto punto, en cuanto a mí me parece, es la petición por los bienes grandes y celestes, particulares y colectivos, por los familiares y por los amigos. En fin, la oración debe concluirse con la glorificación de Dios, por medio de Cristo en el Espíritu Santo” (Orígenes, La Oración 33,1).

Orar por y con los enfermos Es importante descubrir y fomentar el valor de la oración “con y por” los enfermos. En ella se manifiesta no sólo nuestra fe, sino “la fe de la Iglesia”, que pone en práctica la función sacerdotal de todo bautizado” (L.G. 10-11) al interceder por todos los hombres, en especial por los más débiles y marginados, por los más pobres y necesitados, pues ellos son el rostro sacramental de Cristo (Cf. Mt. 25,31s) La oración fortalece y consuela al enfermo en su lucha contra el sufrimiento y la enfermedad.

Orar por y con los enfermos El enfermo se siente desvalido, enfrentado al propio destino, huérfano, abandonado. La oración del enfermo tiene una característica propia, que refleja la situación que está viviendo: pasa de la petición a la alabanza, de la angustia a la paz, de la lamentación a la confianza. Todos estos sentimientos pueden vivirse y expresarse de las maneras más diversas. En medio de esta situación los Salmos bíblicos ayudan a experimentar la confianza, la presencia y la ternura de Dios, pues ellos traducen los anhelos, la angustias y las esperanzas de los hombres.

Orar por y con los enfermos La oración de petición y de súplica es la plegaria más espontánea en los labios del enfermo (y de sus familiares), sobre todo en los momentos más difíciles de su enfermedad. El grito del oprimido, el tormento del abandonado, la fatiga del enfermo, la amargura del fracasado, son dolores muy concretos que se expresan como lamentaciones: Sal. 6 y Sal. 38: “Señor, no me corrijas con ira, no me castigues con cólera” Sal. 102: “Señor, escucha mi oración, llegue hasta Ti mi súplica”

Orar por y con los enfermos A veces se expresa con un grito de desesperanza, en una secuencia de preguntas sin respuestas, hasta en una acusación que raya en la ofensa… Sal. 13: “¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? ¿Hasta cuándo me ocultarás tu rostro? ¿Hasta cuándo he de estar apenado, con el corazón angustiado todo el día?” La oración del que sufre suena cargada de aflicción, de duda y de reproche: Sal. 22: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado? A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza”

Orar con los Salmos Meditando los Salmos, podemos descubrir las otras dimensiones de la Oración: Alabanza Acción de gracias Petición de perdón Súplica (personal) Intercesión (por otros) Los Salmos son plegarias inspiradas que la Iglesia ha adoptado como propias. Dándonos los Salmos, Dios nos pone en la boca las palabras que Él quiere escuchar de nosotros. Los Salmos también nos ayudan a fortalecer otras actitudes espirituales ante la enfermedad: confianza, aceptación, entrega, contemplación.

Oración de confianza Salmos de confianza: Sal. 3: “Tú, Señor, eres mi escudo protector” Sal. 4: “Me diste alivio en la angustia” Sal. 16: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti” Sal. 17: “Guárdame como a las niñas de tus ojos” Sal. 18: “Yo te amo, Señor, Tú eres mi fortaleza” Sal. 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta”

Oración de confianza Sal. 27: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” Sal. 34: “Bendigo al Señor en todo momento” Sal. 91: “Tú que habitas al amparo del Altísimo” Sal. 103: “Bendice, alma mía, al Señor”

Oración de aceptación Ante lo irremediable, el deterioro físico o la inminencia de la muerte, no tenemos otra alternativa que reconocer y asumir la realidad, la fragilidad, la limitación… La oración de aceptación es una oración llena de madurez y de sabiduría, propia de quien sabe situarse frente a la realidad y reconocerse como criatura finita, disponiéndose para dar serenamente el paso de esta vida al Padre. Lc. 23,46: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”

Oración de aceptación Sal. 39,5: “Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años, para que comprenda lo caduco que soy” Sal. 102,4.28: “Mis días se desvanecen como humo mis huesos se consumen como brasas… Tú, en cambio, eres siempre el mismo tus años no se acabarán” Sal. 144,4: “El hombre es igual que un soplo, sus días una sombra que pasa” Jb. 5,18: “Él hiere y venda la herida” 1Sam. 2,6: “El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y saca de él”.

Oración de entrega La oración de entrega es un acto de amor a Dios, a la vida, a los demás y a uno mismo. En la entrega y donación de sí mismo es donde aparece la persona capaz de amar hasta el olvido de sí. Sab. 7,16: “En tus manos estamos nosotros y nuestras palabras” Sal. 31,6: “En tus manos encomiendo mi espíritu, Tú, el Dios leal, me librarás” Sal. 100,3: “Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño” Sal. 119,94: “Soy tuyo, sálvame…”

Oración de contemplación de la Cruz La Cruz testimonia al Dios que nos ama y da la vida por sus amigos (cf. Jn. 15,13). El Dios de la Cruz permanece como el más fuerte símbolo de la esperanza. La oración al Dios de la Cruz expresa el dolor, la soledad, el desamparo. En la Cruz, adorada y contemplada, pedimos la cercanía y la presencia del Crucificado y Resucitado. El enfermo ora al Dios de la Cruz para que le dé fortaleza, ilumine su camino y, sobre todo, le ayude a encontrar un sentido a su sufrimiento. En la Cruz encontramos alivio, consuelo, sosiego.

Oración de contemplación de la Cruz Orar ante la Cruz nos recuerda que ella es el abrazo del amor de Cristo para toda la humanidad: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí” (Jn. 12,32). Contemplando la Cruz descubrimos que la palabra última y definitiva en la vida humana no la tiene el dolor, ni la enfermedad, ni la muerte; la tiene Dios Padre, que resucitó a su Hijo Jesucristo de entre los muertos. Jn. 19,37: “Mirarán al que traspasaron”

MUCHAS GRACIAS CECAM CENTRO DE ARQUIDIOCESIS DE MANIZALES EVANGELIZACIÓN Y CATEQUESIS ARQUIDIOCESIS DE MANIZALES MUCHAS GRACIAS