Bóveda materna Por: Noris Capín
No existe en el cuerpo de la mujer, un lugar más supremo, que su bóveda materna. Sitio cómodo y placentero, donde la tibieza del agua cubre pecho y espalda del feto que está por nacer. Regalo de Dios que viene del cielo, semilla que crece placidamente, en la profundidad de otro ser viviente: la madre.
El eco sonoro de la voz reconocible, se filtra a través de los poros nacientes. Cubiertos de una lanilla imperceptible, perciben la alegría de su amante progenitora.
El embrión se forma, crece a medida que pasan los días. Sus manitas y sus pies, tratan de acomodarse en la estrechez donde felizmente reside. Sabe bien, que es un lugar temporal, sabe que hay un ser especial que lo está esperando.
El tiempo apremia. Casi está por salir llorando. Desde su escondite materno, espera y aguarda a su iniciación a la vida. Inquieto su cuerpecito tiembla. ¡Gozoso por verte, mami!
¡Ya está por salir de la bóvela materna! Su corazón bombea, sus piececitos patalean; listo para emprender el viaje maravilloso de su existencia. Su impaciencia es latente, y su necesidad de respirar predomina el ambiente.
A las cinco semanas, su corazón comienza a latir. A las siete semanas, sus órganos comienzan a desarrollarse. A las ocho semanas, el embrión reacciona a los sonidos externos. A las doce semanas, sus pies, manos y dedos están formados. ¡Recíbelo como se recibe a Dios! y dale la bienvenida!
¿Hay quien todavía no sepa que Dios lo hizo todo con su mano? En su mano está la vida de todo ser viviente. Job 12:9-10
¡Mujer, levántate! Libro de apoyo y crecimiento espiritual ♥ Noris Capín