“NO COMETERÁS ACTOS IMPUROS”. 9º MANDAMIENTO Este noveno mandamiento es complemento del sexto, que dice : “NO COMETERÁS ACTOS IMPUROS”. Se refiere a los pensamientos y deseos deshonestos y a la complacencia en los pecados cometidos o que uno piensa cometer. Según la moral católica, constituyen un pecado.
Los hombres juzgamos de lo que vemos exteriormente Los hombres juzgamos de lo que vemos exteriormente. Dios (que todo lo ve) nos juzga no sólo de los actos externos pecaminosos, sino también de los pensamientos y deseos internos. Y esos pensamientos y deseos impuros constituyen el pecado en el 9º mandamiento. “El que mira a una mujer casada deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.”Mt 5 ,28 Dan 13
La pureza y la castidad Estas virtudes se van construyendo con la lucha y el vencimiento de pensamientos y deseos impuros, a la vez que con la huída de todas las ocasiones de pecar. San Pablo invita a hacer de nuestro cuerpo y de todo nuestro ser, un templo sagrado donde Dios habita. “¿No sabéis que sois un templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? “ 1 Cor 3, 16
La mejor defensa de las virtudes es huir de los peligros. El hecho de sentir las pasiones de la naturaleza caída no depende del todo de nosotros. Pero sí depende de nosotros el consentir. El creyente ha de huir de los peligros de pecar: tener trato con personas pervertidas o deshonestas, la pornografía, lecturas inconvenientes…
Medios para obtener las virtudes de la pureza y la castidad: La oración frecuente. La práctica de los sacramentos (confesión y comunión). Estar ocupado en el trabajo. Mantener la mente ocupada con pensamientos buenos. Guardar los sentidos (especialmente la vista).
Debemos cuidar de vencer las tentaciones, pues dice Santiago: “Nadie en la tentación diga: soy tentado por Dios. Porque Dios no puede ser tentado al mal, ni tienta a nadie”. St 1, 13-15
LA PUREZA Y LA CASTIDAD Amar no es satisfacer un deseo instintivo, sino darse a la persona amada por entero según la Ley de Dios y su Santa Voluntad. Vivir la pureza templa el carácter, hace crecer la reciedumbre, y llena el corazón de sosiego y alegría interior.