Miguel-A. “Las matemáticas de los cosméticos”
La esposa de Pepe había llegado de la peluquería con un peinado nuevo. Además, la nueva peluquera, con la que estaba encantada, le había aplicado una nueva línea de cosméticos, anunciada por la televisión, y dado toda una serie de productos cosméticos gratuitos, como muestra... (todo hay que decirlo: la peluquera se llevaría una comisión de las futuras ventas...).
En grandes letras impresas en el estuche de los productos cosméticos se garantizaba una apariencia de mayor juventud a quien los utilizara. La esposa de Pepe, después de pasarse largo tiempo sentada ante el espejo del tocador aplicándose aquellos cosméticos milagrosos, volvió la cara y le preguntó a su marido:
- Querido, sinceramente, qué edad me calculas?. - A juzgar por el brillo y aparente suavidad y tersura de la piel -dijo Pepe después de mirarla detenidamente y con asombro-, diría que diecinueve años. Dieciocho si me fijo en el colorido del cabello, sin rastro de canas, y en el estilo del peinado. Y veinticinco años si he de fijarme en el total de la figura de la silueta.
- ¡Oh, Pepe, eres muy amable! -exclamó ella visiblemente emocionada-. Pero no me estás diciendo la verdad. - ¡Espera un momento, que aún no he hecho la suma! - respondió Pepe.