“Hijo en la Universidad” Miguel-A.

Joaquín, un mal estudiante de hacer novillos un día sí y otro también, después de haber repetido dos cursos en la Universidad, terminó la carrera universitaria de ingeniero técnico. Al no hallar un puesto de trabajo al finalizar la carrera, su padre lo envío a Nueva York para que hiciera un Master en USA. Por Internet, le pagó la Universidad, la residencia universitaria, y le abrió una cuenta bancaria para sus gastos.

En dos meses, Joaquín dilapidó el dinero que le habían dado para todo el curso. Y hubo de telefonear a su padre para pedirle más pasta.

Que no, Joaquín, que no. Que el dinero de la cuenta corriente era para todo el curso… No me salgas con la carestía de la vida. ¡Pero si te he dejado pagada la residencia universitaria por nueve meses, en régimen de internado total!... ¡Ah, ¿que el trasporte está muy caro en los Estados Unidos? ¡ Pero si la residencia está en el mismo complejo urbanístico que las aulas!... ¡Y no me salgas con la ropa! ¡Si lo has llevado todo nuevo, sin estrenar, de España!... Ya te he dicho que no te doy ni un duro más… ¡Como si quieres regresar mañana mismo!.

Pues tendré que regresar a España Pues tendré que regresar a España. Estos americanos son muy capitalistas. Sin dinero, no se puede ni andar por las calles. Sí, también hay mucho pobre mendigando, igual que sale en las películas de la tele. ¡Pero no querrás que tu hijo termine así!?... Pues es una pena no poder acabar el curso… Estos americanos son la leche… Son listos… listos… Aquí mismo, en esta Universidad, imparten un curso para enseñar a hablar a los perros… Oye, ¡¿por qué no me envías a Pluto y 6.000 euros, y lo matriculo en esa enseñanza?!.

Por fin, el padre acepta la proposición de Joaquín, y envía a Pluto a Nueva York, y una transferencia bancaria por valor de los 6.000 euros convenidos. A Joaquín, el perro le importó un rábano. Abandonó a Pluto en las calles de Nueva York al día siguiente de su llegada a los Estados Unidos. Y se gastó el dinero recibido con la misma displicencia que la primera cantidad que le habían asignado para todo el curso.

Tres meses después, viendo que se le acababa el dinero, Joaquín vuelve a telefonear a su padre. Le miente sobre Pluto, a quien había abandonado, y le dice que el perro está haciendo grandes progresos… que saca notas sobresalientes… y que los profesores están maravillados de las cualidades intelectuales de los perros españoles… y le han recomendado que matricule al perro en un nuevo curso de lectura para perros. Y Joaquín saca a su padre otros 6.000 euros.

A punto de finalizar el Master y sabiendo que tiene que regresar a casa, Joaquín le cuenta a su padre que ha tenido que matar al perro. - ¿Qué le pasaba al pobre Pluto?. - Que eso de ilustrar a los perros no va bien. Estaba leyendo en New York Times, levantó la cabeza, y me preguntó: “Oye, ¿tu padre se sigue tirando a la vecina pelirroja los vienes por la tarde, mientras tu madre va a la peluquería?”. Como en este país hay muchas armas, cogí una pistola y le pegué dos tiros. - ¡Bien hecho, hijo! Yo le hubiera pegado cuatro. ¡Si se llega a entera tu madre de esto!.