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“Las botas del gato” Miguel-A. 188 seg. (Roberto Carlos)
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Se dice que “el amor es el único juego donde ganan ambas partes”. Tal vez, pero me parece demasiado utópico. Se acercaría a la línea de San Pablo cuando dice que “el amor no falla nunca”. Y sí, nuestro deber de humanos es aspirar a las utopías... pero, a la vez, la debilidad de nuestra humanidad hace que no coincidan las teorías utópicas con las prácticas... dando lugar a realismo... pero el realismo no es posible generalizarlo. “Cada uno cuenta la feria según le va en ella”. O, parafraseando otro dicho español: “Al fin y al cabo, bien está lo que bien acaba”. Y la realidad humana es ésa: que las relaciones de amor no siempre acaban bien.
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Pepe odiaba a muerte al gato de su esposa (tal vez porque fue regalo de su suegra). Miles de veces lo hubiera estrangulado, pero se sentía incapaz de matar a un gato. Por ello, decidió hacerlo desaparecer abandonándolo: Puso al gato en una saco, lo llevó a una calle, a 2 Km. de casa, y lo soltó.
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Cuando Pepe regresó a casa, el gato estaba durmiendo tranquilamente en el diván. Enfadado y fastidiado, Pepe repitió la operación: Agarró al gato, y se lo llevó en un saco. Pero ahora a 10 Km...., más aún, como despiste, dio cuatro vueltas al estadio de fútbol, y el resto, zigzagueando constantemente. Y lo abandonó en un pinar fuera de la ciudad. - ¡Adiós, gato de mierda!.
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Cinco horas más tarde el marido llama por teléfono a la esposa: ¿Es la casa de los Martínez?. Sí, Pepe. Soy yo, María. ¿Qué te ocurre?.
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¡Nada! ¿Está el hijoputa del gato en casa?. ¡Sí, aquí está!: Acostado en el sillón.
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¡Pues que se ponga ese hijoputa de gato al teléfono!. Pero... ¿cómo quieres hablar con el gato por teléfono? ¡Oye, Pepe, que estás muy raro! ¿Qué quieres que te diga el gato por teléfono?.
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¡Nada! ¡Que me he perdido! Y quiero preguntarle a ese hijoputa de gato por el camino de regreso a casa.
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