54 Catequesis sobre la fe Mons. Esteban Escudero Obispo de Palencia Y SU REINO NO TENDRÁ FIN 54 Catequesis sobre la fe Mons. Esteban Escudero Obispo de Palencia

La fiesta de Cristo Rey El último domingo del año litúrgico, la Iglesia celebra la fiesta de Cristo Rey. Jesucristo, el Hijo de Dios, fue enviado al mundo para anunciar e inaugurar el reinado de Dios en la tierra. Él mismo lo proclama al comienzo de su vida pública: “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15).

Pero, ¿en qué sentido Jesús es rey? Ante Poncio Pilato, que le pregunta antes de condenarlo a muerte, “entonces, ¿tú eres rey?”, Jesús le responde: “TÚ LO DICES: SOY REY. YO PARA ESTO HE NACIDO Y PARA ESTO HE VENIDO AL MUNDO: PARA DAR TESTIMONIO DE LA VERDAD” (JN 18, 37) Jesús se manifiesta en este momento como rey en la debilidad y la humillación. La verdad no significa aquí una hermosa teoría, sino la revelación que el Padre le ha encomendado anunciar: quién es Dios y su plan de salvación.

“ A él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Sin embargo, otros textos de la Biblia nos presentan a Jesucristo como rey del universo, coronado de gloria y majestad, después de su resurrección: “ A él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. Mirad: (Jesucristo) viene entre las nubes. Todo ojo lo verá, también los que lo traspasaron. Por él se lamentarán todos los pueblos. Amén. Dice el Señor Dios: “Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que ha de venir, el todopoderoso” (Ap 1, 6-8).

El reino está en medio de ellos, porque Jesús es el reino. El reino de Dios: ya, pero todavía no Con la llegada de Jesús al mundo, ha comenzado el reinado de Dios. Por eso dirá a sus discípulos: “el reino de Dios está en medio de vosotros” (Lc 17, 2). El reino está en medio de ellos, porque Jesús es el reino. Con él comienza la última etapa de la historia de la humanidad, en la que Dios mismo ha entrado en el mundo y el poder del demonio se tambalea y la enfermedad, el pecado y la muerte, signos del poder del Maligno, retroceden y van a ser derrotados.

Pero todavía el reino de Dios se parece al pequeño grano de mostaza, que es la semilla más pequeña entre las hortalizas (Mc 4, 30-32). ¿Qué son Jesús, los doce apóstoles, algunos discípulos y unas pocas mujeres en medio de las muchedumbres del Imperio Romano? No obstante, Jesús está seguro, que la pequeña semilla de mostaza se convertirá en un gran arbusto; es decir, que un día su reino aparecerá glorioso ante todos los pueblos de la tierra. El reinado de Dios ya ha comenzado, pero todavía no se ha manifestado lo que será.

“Y de nuevo, vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos”. La fe cristiana pregona que Jesús, el Señor, muerto y resucitado, ha ascendido al cielo en la gloria del Padre, pero de nuevo vendrá al mundo para poner punto final a la historia. El Universo, que tuvo un comienzo por obra de Dios, también va a tener un final por obra de Dios. Cristo, humillado y despreciado por los hombres en la cruz, aparecerá ante todos como lo que es: el Señor. Cristo, humillado y despreciado por los hombres en la cruz, aparecerá ante todos como lo que es: el Señor.

Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 9-11). San Pablo nos lo recuerda en un himno muy primitivo: “Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre sobre todo nombre; de modo que, al nombre de Jesús, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 9-11).

Los nuevos cielos y la nueva tierra La segunda venida de Cristo consumará la historia humana como historia de la salvación del hombre y del mundo: “Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la tierra y de la humanidad. Tampoco conocemos de qué manera se transformará el universo. La figura de este mundo, afeada por el pecado, pasa, pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y una nueva tierra donde habita la justicia, y cuya bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos de paz que surgen en el corazón humano. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo, y lo que fue sembrado bajo el signo de la debilidad y de la corrupción, se revestirá de incorruptibilidad” (Vaticano II, GS 39).

Por lo tanto, esperar la segunda venida del Señor es creer que la injusticia, el dolor, el pecado y la muerte, los grandes males que afligen a la humanidad, no tienen la última palabra, por lo que no debemos resignarnos pasivamente como si fueran lo definitivo en la vida del hombre y del mundo

Proclamar la venida de Cristo en poder y en gloria es combatir para que comience ya a triunfar el bien, la justicia y la vida, aun sabiendo que su victoria definitiva sólo se dará cuando Dios instaure los “nuevos cielos y la nueva tierra”.

Por eso, la Iglesia no se cansa de pedir “venga a nosotros tu reino” y de aclamar en la Eucaristía: “anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús”.

ORACIÓN Dios todopoderoso y eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del Universo, haz que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin. Por N.S.J. Amén.

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