Lector, estás ante un Cuento de Arena.

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Cuatro velas estabam ardiendo calmamente. El ambiente estaba tan silencioso que se podia oir el diálogo entre ellas.
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Cuatro velas estaban ardiendo calmadamente. El ambiente estaba tan silencioso que se podía oir el diálogo entre ellas.
Cuatro velas estaban ardiendo dulcemente. El ambiente estaba tan silencioso que se podia oír el diálogo entre ellas.
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Cuatro velas estaban ardiendo calmádamente. El ambiente estaba tan silencioso que se podía oir el diálogo entre ellas.
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Cuatro velas estaban ardiendo calmadamente. El ambiente estaba tan silencioso que se podía oir el diálogo entre ellas.
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Transcripción de la presentación:

Lector, estás ante un Cuento de Arena. En él, las palabras aparecen y desaparecen a tu antojo. Puedes jugar con ellas, como el mar juega con los límites de la playa. Tan sólo habrás de posar tu mano (virtual) sobre las palabras escritas en cursiva. Cada palabra es una puerta, y tras cada puerta se bifurcan multitud de senderos. Por eso en un Cuento de Arena hay muchos Cuentos de Arena, y tú podrás leer el que quieras. O los que quieras. Comienza tu lectura pulsando sobre Intrahistoria. Podrás cerrar el Cuento de Arena presionando la tecla “esc” de tu ordenador.

Intrahistoria

Llovía sobre el azulado castillo de Arstetten. La noche, lóbrega, aguardaba sospechas, anhelos y un amor inconfesable. Francisco ya no veía en los ojos de Sofía las pasiones de antaño. Era verdad. Sofía, a pesar de todo, ya no quería a su marido Francisco. Sólo pensaba en Gavrilo y su tez ajada por las horas. Al otro lado de la lluvia, y del tiempo, Gavrilo aguardaba con ojos niños, arropado por la noche.

Francisco lo había dado todo por ella. Sofía no era de familia noble, pero él luchó por tenerla. Francisco mató sus recuerdos, olvidó a su familia. La quiso y la quiere. No puede vivir sin su voz. En la soledad del poder, cuando era niño, soñaba con su princesa. Soñaba con la compañía sincera que nunca tuvo. Y, a pesar de su lucha, un diálogo de ausencias ensordecía ahora su corazón. Estaba escrito en el abecedario imposible de sus ojos. Sofía lo había traicionado.

En Serbia, la vida no es fácil. Sin pan, la vida no es fácil. Sin Luz, la vida no es fácil. Pero con amor, todo es posible, porque es fuerza creadora. Una energía sin cauce inundó el pecho de Gavrilo cuando vio a Sofía. La buscaba en muchas almas. Gavrilo la perseguía allá, en los amaneceres de su pecho. Sólo el florecer de sus labios prohibidos lo rescató de una vida que nunca fue fácil.

La lluvia no borraba la sombra azul del castillo de Arstetten. Ella sabe cuánto se sacrificó su marido. No obstante, Francisco lo entenderá. Entenderá que esta callada esposa quiere de veras a Gavrilo. Por eso, en los muros empapados de cielo que circundan Arstetten se besan, culpables, Sofía y Gavrilo. La esposa y el serbio. Tras un contrafuerte transido de siglos, observa Francisco la traición de las traiciones.

Reluciente, el arma con que planea matarlos parece hablarle. Ya está cargada, sólo espera el momento de consumar su venganza. “Iremos a Sarajevo el mes que viene. Tengo visita oficial allí”. Francisco se lo ha dicho esperando reacciones. Sofía sonríe. Seguro que piensa en el desconocido. Ella se reunirá con el ladrón allí, en la caliente Serbia. Maldito ladrón de besos… y de anhelos.

La tarde ocre se despereza, pero poco durará la luz. Sofía escribe a Gavrilo, ansiosa: “Hoy Francisco me ha dicho que en junio visitaremos Sarajevo. Allí te besaré, amor, otra vez. En la oscuridad del secreto. Para que vivas en mí siempre”.

Sarajevo, el lugar donde nos conocimos. Sofía me quiere allí, otra vez a oscuras, otra vez ocultándonos. “Iré -escribe Gavrilo a su amada-, pero después vendrás conmigo. No quiero sufrir más, ni que sufras tú, ni que sufra Francisco. Vendrás. Y sobre el pasado, hecho cenizas, arderá nuestro mañana”.

Apostado tras el coche los espero. Mi esposa dice que prefería descansar tras la recepción en el Ayuntamiento. Mentira. Ha ido a reunirse con él, y yo tras ellos. Francisco de Austria no puede ser traicionado nunca. Y menos por amor. ¡Cuánta sangre verteré hoy en Sarajevo!

Ella salió de la pastelería con fragancia nueva. Sarajevo la aclamaba como una reina sin ser reina aún. Tras la esquina la abordo. “¡Gavrilo!”, me susurra. Y en un roce de labios alborean mentiras, traiciones, esperanzas, amor. ¿Y dolor? Siempre hay dolor en la encrucijada.

Sarajevo, 28 de junio de 1914. El primer disparo de Francisco atraviesa certeramente a Gavrilo. Todo parece quedar en silencio. El segundo destroza el cuello de Sofía, su gran amor. Los besos, sin memoria, se pierden en la sangre. El tercero es el más fácil. Francisco apunta la pistola hacia su propia sien. Después, el vacío.

El primer disparo atraviesa el pecho de Gavrilo. Todo parece quedar en silencio. El segundo destroza el cuello de mi amor. Mis besos , sin memoria, se pierden en su sangre. El tercero es el más fácil. Y del vacío surge la Historia.

Sarajevo, 28 de junio de 1914. El terrorista serbio Gavrilo Princip asesina al archiduque Francisco Fernando y a su esposa, Sofía Chotek, herederos del trono Austro-Húngaro. Algunas naciones europeas, inspiradas por el odio surgido del interés, comienzan una guerra a escala mundial. Triple Entente contra Triple Alianza. He aquí la Historia del odio, la oficial, la contada y conocida que oculta, y seguirá ocultando, la verdad.

Sarajevo, 28 de junio de 1914. La verdad no está en la Historia, sino en la intrahistoria, en esta Intrahistoria donde el amor condujo al odio, su otra cara. Odio por el que matas, odio por el que mueres, pues “tan sólo se odia lo querido”.

Lector: Has terminado de recorrer uno de los muchos senderos que conforman este Cuento de Arena. Presiona la tecla “esc” para cerrar el cuento. Y cuando quieras, ábrelo otra vez para navegar por caminos no transitados aún, pues has dejado muchas puertas sin abrir y rutas sin explorar. Te deseo “horizontes despejados”. Alfonso Pinilla García