Paula Vanegas Salinas Octubre 18 de 2011

Siempre creemos conocer mejor algo cuando lo hemos visto o que los demás comprenderán mejor si desplegamos formas y exhibimos colores de ahí que los tatuajes visibles encuentran su origen en esa mezcla de colores del alma; así el alma se esconde, se retira, usa máscaras, apariencias, se anula o grita. Vemos como la mujer utiliza su piel como un lienzo, dibuja, pinta, plasma sus sentimientos y emociones en ella. Trata de ordenar lo que ella considera que está desordenado en su cuerpo con el adorno, con el maquillaje o los tacones. Se da una identidad, moldea sus impresiones de la vida. Mediante los tatuajes y las máscaras trata de ocultar o de mostrar, de intercambiar percepciones; a veces hasta el punto de que su piel se pierde no se percibe lo natural, lo real. Otras intentan sentirse bien con el mundo, con los esquemas y valores de moda por así decirlo. Relaciona su cuerpo con el otro, su pensar y sentir con el de los demás. A veces este intento trae algunos conflictos de salud, emocionales, hasta económicos pero otras veces le permite conseguir paz mental, confianza en si misma y crear su propio estilo, relacionarse muy bien con el otro, expresar sinceramente lo que siente, lo que piensa. Nuestra autoimagen siempre está cambiando, tiene ondulaciones, desde que nacemos siempre estamos en ese proceso de construcción de nosotros mismos. La triste realidad es que esa imagen puede ser disminuida o ampliada para que se ajuste a la máscara con arreglo a la cual ese hombre quiere ser juzgado por sus pares.¹ ¿Por qué no podemos ser más naturales, por qué no mostrar nuestro cuerpo tal cuál es, su estatura, su tono de piel, el tamaño real de sus ojos, el tono del cabello, si es liso o crespo…no nos gusta como somos o queremos ajustarnos al mundo y sus estándares? Feldenkraise: Autoconciencia por el movimiento: ejercicios para el desarrollo personal. Editorial Paidos. Buenos Aires. 1972

Nuestra alma superficial, salvo por un milagro, obstaculiza nuestros amores, como si lleváramos una coraza con tatuajes. Ya sea para deponer la coraza, hacer fundir el mapa de los caminos y de las encrucijadas, despejar el alma o hacerla flamear de otro modo, para que las llamas se mezclen. Michel Serres, Los cinco sentidos. Ciencia, poesía y filosofía del cuerpo. P.27