No hemos recibido un espíritu de esclav@s, para recaer en el temor, sino un espíritu de hij@s que nos hace clamar ¡Abbá, Padre!. P e n t c o s é.

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No habéis recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos hace clamar ¡Abbá, Padre! (Rm 8, 15) Texto: Juan.
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No habéis recibido un espíritu de para recaer en el temor, sino un espíritu de que nos hace clamar ¡Abbá, Padre!. P e n t c o s é.
No habéis recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos hace clamar ¡Abbá, Padre! (Rm 8, 15) Juan 20,19-23.
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No hemos recibido un espíritu de para recaer en el temor, sino un espíritu de que nos hace clamar ¡Abbá, Padre!.
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“Recibid el espíritu santo, y sopló sobre ellos” (Jn, 20, 22). El Espíritu de Jesús, lo que animó (animus) su vida, fue hacer el bien cuando pasó por.
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PALABRAS de VIDA Benedictinas Montserrat No habéis recibido un espíritu de para recaer en el temor, sino un espíritu de que nos hace.
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No habéis recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos hace clamar ¡Abba, Padre!. P e n t c o s é.
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No habéis recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos hace clamar ¡Abbá, Padre! (Rm 8, 15) P e n t c.
2017 “El Señor es mi parte”, de N. Casanoves (Montserrat) evoca el Espíritu dentro de nosotros.
Transcripción de la presentación:

No hemos recibido un espíritu de esclav@s, para recaer en el temor, sino un espíritu de hij@s que nos hace clamar ¡Abbá, Padre!. P e n t c o s é

(Jn 20, 19-23) 19 Aquel mismo domingo, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: –La paz esté con vosotros. No hay dificultad que impida a Jesús presentarse ante sus discípul@s. Cuando están presentes la tristeza, el miedo, la rutina, el desánimo... Él irrumpe derribando esos muros que parecen dar seguridad pero que realmente impiden lanzarse a la vida. ¿Estamos también nosotr@s encerrad@s como los discípulos?, ¿tenemos miedo a algo o a alguien?, ¿nos cuesta ver que el Espíritu sigue actuando hoy?

20 Y les mostró las manos y el costado 20 Y les mostró las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21 Jesús les dijo de nuevo: –La paz esté con vosotros. El encuentro con Jesús es fuente de la mayor alegría. Jesús nos desea la paz: integridad de vida, búsqueda de la justicia, confianza, armonía personal y social. ¿Cómo me acerco a las personas? ¿Mi saludo, como el de Jesús, transmite alegría, cercanía, paz...?

Y añadió: –Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros. La Buena Noticia no puede quedar encerrada detrás de ningún muro. La misión de la comunidad, como la de Jesús, es liberar, dar paz, perdonar, amnistiar, dar vida, ser levadura, sal y luz. Sólo hay vida en la comunidad cristiana cuando vibra con la misión Jesús, cuando arriesga con acciones liberadoras y es capaz de romper con viejas seguridades para emprender caminos nuevos. Siendo más sencilla, más auténtica, más comprometida, más igualitaria y más ilusionada con el Evangelio. No se trata de convencer a nadie sobre la verdad de Dios sino de contagiar la felicidad que supone seguir los pasos de Jesús.

22 Sopló sobre ellos y les dijo: –Recibid el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es la autodonación de Dios. Dios hecho Don. Por el Espíritu, l@s discípul@s allí reunid@s, hombres y mujeres, con María, se sienten libres y liberador@s. El Espíritu de Jesús nos consigue su Alegría, su Libertad, su Ánimo, su Paz, su Entusiasmo... El Espíritu de Jesús está con nosotr@s y nos encarga proclamar la liberación a las personas angustiadas, la esperanza a las desencantadas. Siendo la forma externa de la presencia y compañía de Dios, el cuerpo de su Espíritu. Despertando en las personas la alegría y la paz de sentirse consoladas y acompañadas.

¡Qué bien nos viene el aliento de Jesús! Nos imaginamos esas ocasiones en las que necesitamos aliento, aire, porque nos quedamos sin respiración. Abrimos ventanas y nos damos aire... Imaginamos los días en los que necesitamos la palabra de aliento de alguien, la palabra que nos dice que no pasa nada, que no es nada, que tiremos adelante: “No te preocupes. ¡Ánimo! ¡Mucho ánimo!”... Eso es Pentecostés en medio del miedo y de los cerrojos. Y es más. Al soplo sigue una recomendación: la de vivir perdonando. Perdonar es una manera de dar vida. De liberar y sentirnos liberad@s. Pentecostés, acontecimiento donde resplandece en plenitud la Vida Nueva del Resucitado. Nuestra Nueva Vida.

23 A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá Nuestra misión se nos presenta como una tarea de perdón universal. El Espíritu hace personas resucitadas, llenas de alegría, paz, perdón y vida. El texto nos da la oportunidad de preguntarnos por “nuestro espíritu”. ¿Qué espíritu nos empuja?. ¿Hacia dónde?. ¿Podemos repetir la historia de los primeros discípulos: creyentes que no se creen de verdad lo que dicen que creen y siguen llenos de miedos, SIN ESPÍRITU? Dejemos actuar al Espíritu, que sigue vivo y manifestándose en el mundo y en las personas. “He aquí que hago Nuevas todas las cosas. ¿No lo notáis?”

Sólo nos encontramos a nosotros mismos en tu Espíritu Sólo nos encontramos a nosotros mismos en tu Espíritu. Y Tú mismo estás en nosotros cuando en ti nos perdemos. Tu lejanía, la lejanía del Dios eterno, la lejanía de tu luz deslumbrante, la lejanía de tu amor devorador, de tu incomprensible e impetuoso amor, se ha vuelto próxima. Todo esto ha entrado en contacto con nuestro corazón porque poseemos el Espíritu Santo. Él es quien da plenitud a todos los abismos insondables de la vida. Él se hace fuente de vida en nosotros. Él es la dicha sin fronteras. Él es el Dios de nuestra interioridad, la santidad del corazón, su júbilo oculto y singular, incluso en aquellos momentos en que decaen nuestras fuerzas. Él se hace cargo de nuestro ánimo, infundiéndole esperanza en los instantes de abatimiento y desconfianza. Creemos que tu fuerza llevará a la victoria nuestra propia flaqueza. Creemos que tu verdad se ha sobrepuesto ya a nuestros engaños. Creemos que tu libertad nos está liberando de nuestras estrecheces. Vive en nosotros. Que tu Espíritu nos llene. Haz que tengamos el coraje de creer que tu bendición se derrama sobre esta tierra nuestra, pues no sólo el cielo está lleno de tu gloria. (Karl Rahner)