******************************* Fiesta de Todos los Santos Gracias por tantos testigos que me sirven de referencia, que me abren caminos y me van dejando huella, que me estimulan con su ejemplo, me corrigen y me despiertan. Gracias porque me llevas a la meta que me espera, respetando mis ritmos, guiándome con paciencia, orientando mis caminos poco a poco y a tu manera. Gracias porque me amas, me valoras y me aprecias, me das serenidad y confianza, me sostienes y me refuerzas. Gracias por las cosas que me ofreces y me enseñas, para que no me acomode, ni me desoriente ni me pierda, y encuentre la razón que da sentido a mi existencia. Gracias por iluminarme cuando la oscuridad me encierra y no me deja ver más allá de lo superficial y las apariencias. Gracias porque me acompañas con tu constante presencia y por poder disfrutar de tenerte siempre cerca. Perdón, Señor… por las ocasiones en que no escucho tu Palabra ni la tengo en cuenta. por las veces que no valoro tu amor, tu cercanía ni tu presencia. por las situaciones en que aceptar tu voluntad me cuesta. por los momentos en que no dejo que tú seas mi horizonte y mi meta. ******************************* Santificado sea tu Nombre… en la Iglesia, siendo casa de misericordia, acogedora y abierta. en nuestro mundo, siendo lugar donde todos puedan vivir con dignidad y tengan prioridad los últimos. en la comunidad cristiana, siendo signo de tu presencia con ayudas solidarias. en las familias, siendo lugar de encuentro y comunicación, viviendo la comunión con generosidad y alegría. en tus discípulos, en nosotros mismos, teniendo un corazón generoso y sencillo. Padre Dios, nos sentimos contentos «recordando», pasando por el corazón, a nuestros antepasados; nos sentimos contentos porque nos podemos presentar ante ti apoyados y recomendados por personas muy queridas, cuyos nombres están escritos para siempre en el libro de la vida. Te damos gracias, Señor, por nuestras raíces, por aquellos que nos pusieron en este mundo que es tu mundo. porque hemos encontrado y seguimos encontrando en nuestra vida personas de corazón transparente, amantes de la paz, llenas de misericordia, deseosas de justicia, sencillas de corazón... por toda la gente de buena voluntad, y por la bondad que has puesto en cada uno de nosotros, bondad en parte trabajada y en parte recibida. Señor, que su claridad invada nuestros corazones, que su sencillez nos envuelva con su fuerza. Señor, que su transparencia nos ilumine, que su justicia nos ayude a vivir como hermanos. Señor, que su esperanza abra nuestros limitados horizontes, que su oración nos llene de paz personal y familiar... Ellos son, Señor, el mejor testimonio de tu presencia entre nosotros. Y con Todos los Santos seremos capaces de hacer realidad lo que ellos nos enseñaron, para gloria tuya y felicidad de todos y cada uno de nosotros. [I.L.] Fiesta de Todos los Santos Caminos de santidad ADENTRATE. Ruah https://youtu.be/5c2QKIkV1tc La fiesta de Todos los Santos nos invita a recordar, valorar y agradecer a tantas personas (conocidas o anónimas) que, viviendo con sencillez y profundidad su fe, nos muestran cómo encaminarnos hacia Dios. ¿Cuáles son los caminos de santidad? Tener a Dios como horizonte y encarnar el espíritu de las bienaventuranzas: Con un estilo de vida austero y sencillo, donde la riqueza interior ayuda compartir y entregar lo que uno es y tiene, como antídoto contra el egoísmo y la insolidaridad. Con una sensibilidad abierta y atenta, capaz de crear relaciones profundas y trato amable, cercano, agradecido… Sembrando pequeños gestos que ayudan a crear espacios de unión y encuentro. Con una compasión solidaria con el dolor ajeno. Que no se desentiende del débil y necesitado, que enjuga lágrimas y acompaña en las dificultades, que ofrece caminos de alivio y de esperanza. Que vive una alegría sencilla y profunda más allá de la risa superficial o de la carcajada estrepitosa. Con una actitud de desprendimiento que deja de lado la dinámica de acumular, y hace descubrirnos como personas necesitadas, “dependientes” de ayuda, conectados con otros para poder desarrollarnos y crecer. Con hambre de Dios, de justicia, de paz, de cariño, de interioridad, de respeto, de solidaridad… Con una misericordia entrañable, llena de ternura y amabilidad, que destierra la dureza y la frialdad, se despoja de las corazas y aprende a “dejarse afectar” por los problemas del otro y por las dificultades que está viviendo, con disposición de perdonar, de ser comprensivo, de dar una nueva oportunidad… Con un corazón transparente que vive en la verdad, que deja de lado la mentira, el engaño y la maldad. Que busca la armonía interior y no teme reconocer los errores, las heridas, la necesidad de convertirse y cambiar. Con una búsqueda constante de la paz, basada en la justicia, enraizada en el entendimiento de la diversidad, evitando la fuerza, la imposición y la arbitrariedad. Con un espíritu de silencio y profundidad, que desde lo anónimo, lo sencillo y lo discreto va ofreciendo los dones que lleva dentro, responsable con los compromisos adquiridos y esforzándose por el trabajo bien hecho… Son algunos caminos de santidad ya recorridos por muchas personas que hoy recordamos de manera agradecida y que nos sirven de hoja de ruta para llegar a la felicidad del Reino junto a Dios.

Lectura del libro del Apocalipsis (7,2-4.9-14): Yo, Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a quienes había encomendado causar daño a la tierra y al mar: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.»  Y oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.  Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.» Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: «Amén, alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos, amén.» Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?» Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.» Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»

Lectura de la primera carta Salmo 23,1-2.3-4ab.5-6 R/. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor  Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. R/. Quién puede subir al monte del Señor? Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. R/. Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/. Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (3,1-3): Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él. Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es. Todo el que tiene esta esperanza en él se purificará a sí mismo, como él es puro. 

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,1-12): Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»