El Rosario de la Virgen María, es una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad.
Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor.
Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor.
Además de oración por la paz, el Rosario es también, desde siempre, una oración de la familia y por la familia.
La familia que reza unida, permanece unida.
Contemplando a Jesús, se recupera también la capacidad de comunicarse, solidarizarse, perdonarse y recomenzando con un pacto de amor renovado por el Espíritu de Dios.
Muchos problemas de las familias derivan de una creciente dificultad para comunicarse porque los momentos de reunión quedan absorbidos por las imágenes de un televisor.
La familia que reza unida el Rosario reproduce un poco el clima de la casa de Nazaret: Jesús está en el centro, se comparten con él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de él la esperanza y la fuerza para el camino.
El Rosario, un tesoro que hay que recuperar.
El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. El Rosario es mi oración predilecta. Juan Pablo II
Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía.
Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, Para ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, oh Reina del Rosario de Pompeya, oh Madre nuestra querida, oh Refugio de los pecadores, oh Soberana consoladora de los tristes. Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo. Amén
Si no podemos rezar el Rosario todos los días, dediquemos el sábado a esta devoción que nos une íntimamente a Jesús y María y así recibiremos un caudal de gracias en nuestros corazones.
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