Viernes Santo En la Pasión del Señor.

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Transcripción de la presentación:

Viernes Santo En la Pasión del Señor

DE LA CARTA CIRCULAR SOBRE PREPARACIÓN Y CELEBRACIÓN DE LAS FIESTAS PASCUALES (1988)

58. En este día, en que "ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo", la Iglesia, meditando sobre la Pasión de su Señor y Esposo y adorando la Cruz, conmemora su nacimiento del costado de Cristo dormido en la Cruz e intercede por la salvación de todo el mundo. 59. La Iglesia, siguiendo una antiquísima tradición, en este día no celebra la Eucaristía; la sagrada Comunión se distribuye a los fieles solamente durante la celebración de la Pasión del Señor; sin embargo, los enfermos que no pueden participar a dicha celebración pueden recibirla a cualquier hora del día.

60. El Viernes de la Pasión del Señor es un día de penitencia obligatorio para toda la Iglesia por medio de la abstinencia y el ayuno. 61. Está prohibido celebrar en este día cualquier sacramento, a excepción de la Penitencia y de la Unción de los enfermos. Las exequias han de celebrarse sin canto, sin órgano y sin tocar las campanas. 62. Se recomienda que en este día, se celebre en las iglesias el Oficio de lectura y las Laudes, con participación de los fieles (cf. n. 40).

63. La celebración de la Pasión del Señor ha de tener lugar después del mediodía, cerca de las tres (h. 15). Por razones pastorales puede elegirse otra hora más conveniente para que los fieles puedan reunirse más fácilmente: por ejemplo desde el mediodía hasta el atardecer, pero nunca después de las nueve de la noche (h. 21). 64. El orden de la acción litúrgica de la Pasión del Señor (liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz, y sagrada Comunión), que proviene de la antigua tradición de la Iglesia, ha de ser conservado con toda fidelidad, sin que nadie pueda arrogarse el derecho de introducir cambios. 65. El sacerdote y los ministros se dirigen en silencio al altar sin canto alguno. Si hay que decir algunas palabras de introducción, debe hacerse antes de la entrada de los ministros.

El sacerdote y los ministros, hecha la debida reverencia al altar, se postran rostro en tierra; esta postración, que es un rito propio de este día, se ha de conservar diligentemente por cuanto significa tanto la humillación "del hombre terreno", cuanto la tristeza y el dolor de la Iglesia. Los fieles durante el ingreso de los ministros están de pie, y después se arrodillan y oran en silencio. 66. Las lecturas han de ser leídas por entero. El salmo responsorial y el canto que precede el Evangelio, cántense como de costumbre. La historia de la Pasión del Señor según San Juan se canta o se proclama del mismo modo que se ha hecho en el domingo anterior (cf. n. 33). Después de la lectura de la Pasión hágase la homilía y al final de la misma los fieles pueden ser invitados a que permanezcan en oración silenciosa durante un breve espacio de tiempo.

67. La oración universal ha de hacerse según el texto y la forma establecida por la tradición, con toda la amplitud de las intenciones, que expresan el valor universal de la Pasión de Cristo, clavado en la Cruz para la salvación de todo el mundo. En una grave necesidad pública, el Ordinario del lugar puede permitir o mandar que se añada alguna intención especial (70). De entre las oraciones que se proponen en el Misal, el sacerdote puede escoger aquellas que se acomoden mejor a las condiciones del lugar, pero de tal modo que se mantenga el orden de las intenciones que se propone para la oración universal. 68. En la ostención de la Cruz úsese una cruz suficiente grande y bella. De las dos formas que se proponen en el Misal para mostrar la Cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada. Este rito ha de hacerse con un esplendor digno de la gloria del misterio de nuestra salvación; tanto la invitación al mostrar la Cruz como la respuesta del pueblo hágase con canto, y no se omita el silencio de reverencia que sigue a cada una de las postraciones, mientras el sacerdote celebrante, permaneciendo de pie, muestra elevada la Cruz.

69. Cada uno de los presentes del clero y del pueblo se acercará a la Cruz para adorarla; dado que la adoración personal de la Cruz es un elemento muy importante de esta celebración, y únicamente en el caso de una extraordinaria presencia de fieles, se utilizará el modo de la adoración hecha por todos a la vez. Úsese una única cruz para la adoración tal como lo requiere la verdad del signo. Durante la adoración de la Cruz cántense las antífonas, los "improperios" y el himno, que evocan con lirismo la historia de la salvación (73), o bien otros cantos adecuados (cf. n.42). 70. El sacerdote canta la invitación al "Padre nuestro", que es cantado por toda la asamblea. No se da el signo de paz. La comunión se desarrolla tal como está descrito en el Misal. Durante la comunión se puede cantar el salmo 21, u otro canto apropiado. Terminada la distribución de la comunión, la píxide o copón se lleva a un lugar preparado de la iglesia.

71. Terminada la celebración se despoja el altar, dejando la Cruz con cuatro candelabros. Dispóngase en la iglesia un lugar adecuado (por ejemplo la capilla donde se colocó la reserva de la eucaristía el Jueves Santo), para colocar allí la Cruz, a fin de que los fieles puedan adorarla, besarla y permanecer en oración y meditación. 72. Los ejercicios de piedad, como son el "Via Crucis", las procesiones de la Pasión y el recuerdo de los dolores de la Santísima Virgen María en modo alguno pueden ser descuidados, dada su importancia pastoral. Los textos y los cantos utilizados, en los mismos han de responder al espíritu de la liturgia del día. Los horarios de estos ejercicios piadosos han de regularse con el horario de la celebración litúrgica de tal manera que aparezca claro que la acción litúrgica por su misma naturaleza está por encima de los ejercicios piadosos.

CÓMO CELEBRAR LOS RITOS DE ESTE JUEVES, SEGÚN LA TERCERA EDICIÓN TÍPICA DEL MISAL ROMANO

Después del mediodía, y más exactamente hacia las tres, a no ser que por razones pastorales se escoja una hora más tardía, se celebra la Pasión del Señor. Esta celebración consta de tres partes, a saber, la Liturgia de la Palabra, la adoración de la Cruz, y la Sagrada Comunión.

RITOS INTRODUCTORIOS El sacerdote y el diácono, si lo hay, revestidos como para la Misa, con ornamentos de color rojo, en silencio se dirigen al altar y, hecha la debida reverencia al altar, se postran rostro en tierra o, si se juzga oportuno, permanecen de rodillas, y oran en silencio durante algún tiempo. Todos los demás se arrodillan. Luego el sacerdote, con los ministros, va a la sede, donde, de cara al pueblo, que está de pie, dice, con las manos juntas, una de las oraciones que presenta el Misal Romano, omitida la invitación Oremos

PRIMERA PARTE: LITURGIA DE LA PALABRA Luego todos se sientan y se proclama la primera lectura tomada del profeta Isaías (52, 13 - 53, 12), con su salmo. Sigue la segunda lectura tomada de la Carta a los Hebreos (4, 14-16; 5, 7-9) y el canto antes del Evangelio. Por último, se lee la Historia de la Pasión del Señor según San Juan (18, 1-19, 42), de la misma manera como se hizo el domingo anterior. Después de la lectura de la Pasión el sacerdote hace una breve homilía. Al final de ella puede invitar a los fieles a que permanezcan unos momentos en oración silenciosa.

La Liturgia de la Palabra concluye con la oración universal, que se hace de la manera siguiente: el diácono, si lo hay, o ausente éste, un ministro laico, de pie, desde el ambón dice el invitatorio que indica la intención por la cual se va a orar. Luego, todos oran en silencio unos momentos y, en seguida, el sacerdote, de pie, desde la sede, o según convenga, desde el altar, con las manos extendidas, dice la oración. Los fieles pueden permanecer de rodillas o de pie durante todo el tiempo de las oraciones. 12. Antes de la oración del sacerdote, pueden hacerse, según la tradición, las invitaciones que pronuncia el diácono: «Pongámonos de rodillas» y «Se pueden levantar» y, mientras tanto, todos oran en silencio y de rodillas durante algunos momentos. Las Conferencias de Obispos pueden proporcionar otras invitaciones para introducir oración del sacerdote. En caso de una grave necesidad pública, el Obispo diocesano puede permitir o mandar que se añada alguna intención especial. La oración se dice en tono simple o, en tono solemne, si se usan las invitaciones Pongámonos de rodillas y Se pueden levantar. Oración universal

SEGUNDA PARTE: ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ Terminada la oración universal, se hace la solemne adoración de la santa Cruz. Según las exigencias pastorales, se puede elegir una de las dos formas que se indican a continuación:

Presentación de la santa Cruz Primera forma El diácono, u otro ministro idóneo, con los ministros, se dirige a la sacristía, de la cual trae procesionalmente, por la iglesia hasta el medio del presbiterio, la Cruz cubierta con un velo morado. Lo acompañan, desde la sacristía, dos ministros con cirios encendidos. El sacerdote, de pie ante el altar, vuelto hacia el pueblo, recibe la Cruz, la descubre un poco en la parte superior, y levantándola, canta: «Éste es el árbol de la Cruz ... », para lo cual pueden ayudar el diácono y, si es necesario, el coro. Todos responden: «Vamos a adorarlo». Terminado el canto todos se arrodillan y, durante un breve espacio de tiempo en silencio, adoran la Cruz que el sacerdote, de pie, sostiene en alto. Luego el sacerdote descubre el brazo derecho de la Cruz, la eleva de nuevo y canta «Éste es el árbol de la Cruz ... », y prosigue en todo como la primera vez. En seguida descubre toda la Cruz y, elevándola, empieza por tercera vez «Éste es el árbol de la Cruz ... » y prosigue en todo como la primera vez.

Segunda forma El sacerdote, el diácono u otro ministro idóneo, va con los acólitos a la puerta de la iglesia. Allí recibe la Cruz descubierta. Los acólitos toman los cirios encendidos. Luego se hace la procesión por el medio de la iglesia hasta el presbiterio. El invitatorio: «Éste es el árbol de la Cruz... » se hace tres veces: cerca de la puerta, en medio de la iglesia y cerca del presbiterio. Quien lleva la Cruz la levanta y canta el invitatorio, al que todos responden «Vamos a adorarlo». Después de cada una de las respuestas se arrodillan y adoran durante unos instantes.

Adoración de la Santa Cruz El sacerdote, o el diácono, acompañado por dos ministros con cirios lleva la Cruz a la entrada del presbiterio, o al sitio más apto para su Allí la coloca o la entrega a los ministros para que la sostengan. Los cirios se dejan a izquierda y derecha de la Cruz. Para la adoración de la Cruz, primero se acerca solo el sacerdote celebrante, sin la casulla y, según las circunstancias, sin los zapatos. Después avanzan el clero, los ministros laicos y los fieles en forma procesional, pasando y haciendo reverencia a la Cruz con una genuflexión simple, o con otro signo apto, según el uso de región, como por ejemplo besando la Cruz. Adoración de la Santa Cruz

Para la adoración, se debe presentar una sola Cruz a los fieles Para la adoración, se debe presentar una sola Cruz a los fieles. Si por la gran concurrencia de fieles no todos la pueden adorar individualmente, después que una parte del clero y de los fieles la hayan adorado, el sacerdote toma la Cruz y, de pie delante del altar, invita con breves palabras a todo el pueblo a adorar la santa Cruz. Luego la sostiene elevada durante algunos momentos para que todos los fieles la adoren en silencio. Mientras se hace la adoración se canta la antífona «Tu Cruz adoramos», los Improperios, el himno Crux fidelis, u otros cantos apropiados. Quienes ya adoraron la Cruz, regresan a sus sitios y se sientan.

Según las circunstancias de los lugares o las tradiciones de los pueblos, y según oportunidad pastoral, se puede cantar el Stabat Mater, como aparece en el Gradual Romano, u otro canto apropiado en memoria de la compasión de la bienaventurada Virgen María. 01 Terminada la adoración, la Cruz se lleva a un sitio cerca del altar. Los encendidos se colocan cerca del altar, sobre él, o cerca de la Cruz. 02

TERCERA PARTE: SAGRADA COMUNIÓN Se extiende Se extiende, entonces, un mantel sobre el altar y se ponen el corporal y el misal. Entretanto el diácono, o en su defecto el mismo sacerdote, con el humeral puesto, traslada el Santísimo Sacramento del lugar de la reserva al altar, por el camino más corto. Entretanto, todos permanecen de pie y en silencio. Dos ministros con cirios encendidos acompañan al Santísimo Sacramento. Los cirios se dejan sobre el altar o cerca de él. Tan pronto como el diácono, si está presente, ha dejado sobre el altar el Santísimo Sacramento y ha descubierto el copón, el sacerdote se acerca al altar y hace genuflexión. TERCERA PARTE: SAGRADA COMUNIÓN

Después el sacerdote en voz alta dice, con las manos juntas la invitación al Padrenuestro con su embolismo y se distribuye la comunión. Se procede entonces a la distribución de la Comunión a los fieles. Durante la comunión se puede cantar el Salmo 21, u otro canto apropiado. Terminada la distribución de la sagrada Comunión, el diácono o un ministro idóneo lleva el copón al lugar preparado, fuera de la iglesia, o lo deja en el sagrario, si las circunstancias así lo exigen. Después el sacerdote dice: Oremos y, si lo considera oportuno, guardado un - -~:)o de tiempo de silencio, dice la Oración después de la comunión.

Para la despedida, el diácono, o en ausencia de éste el sacerdote mismo, puede decir esta invitación: Inclínense para recibir la bendición. En seguida el sacerdote, de pie, vuelto hacia la asamblea, y extendiendo las manos sobre ella, dice la oración sobre el pueblo. Y todos, después de hacer genuflexión ante la Cruz, se retiran en silencio. Después de la celebración se descubre el altar, pero sobre él se deja la Cruz con dos o con cuatro cirios. Quienes participaron en la solemne acción litúrgica no celebran la hora de Vísperas. RITO DE CONCLUSIÓN

PREPARATIVOS

EN LA SACRISTÍA - Para el sacerdote y el diácono vestiduras de color rojo, como para la Misa. - Para los demás ministros, albas u otras vestiduras legítimamente aprobadas. EN UN LUGAR CONVENIENTE - Cruz (velada, si se usa la primera forma) - Dos candeleros

EN EL PRESBITERIO - El Misal - Los leccionarios - El mantel - El Corporal - Estolas de color rojo para los presbíteros y diáconos que reciben la comunión. EN EL SITIO DE LA RESERVA DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO - Velo humeral de color rojo o blanco para el diácono o para el sacerdote. - Dos candeleros para los acólitos.