Profeta Isaías Parábola de la Viña.

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Transcripción de la presentación:

Profeta Isaías Parábola de la Viña

Mi viña crecía a la vera del camino por donde pasaban los viandantes, nunca llegó a madurar la uva no hubo vendimia, mosto ni vino, sólo hojas, verdes en primavera y verano, granates al comenzar el otoño, y así, año tras año, hasta que al fin, cansado de que tanto ambulante desalmado me dejara sin cosecha dejé de cultivar la viña, y al crecer las malas hierbas se fueron secando las cepas.

Ayer me asomé a un ribazo a contemplar con nostalgia, triste y despacio, el desastre de mi viña, todo estaba yermo, desolado, abandonado, ya no hay camino o sendero, si acaso, algunos sarmientos ya secos en un erial de hierbajos.

¿De quién fue la culpa, me pregunto, de que la viña se arruinara?, ¿fue del viandante inconsiderado que se llevaba las uvas o del dueño descuidado que no supo guardar la viña? Hoy releyendo la Biblia con otra viña me he topado muy parecida a la mía. Desolado encontré al profeta Isaías, que decía:

“Tenía mi amado una viña en una ladera fértil, la había cercado y despedregado y plantado vides escogidas;  edificó en el medio una torre,  y construyó en ella un lagar;  esperaba que diese uvas buenas,  pero sólo dio racimos agraces...”.

¿Qué más se podía hacer con mi viña, que yo no haya hecho en ella? ¿Cómo, esperando que diese uvas,  ha dado sólo agrazones...? Haré que quede desierta;  ya no será podada ni cavada,  y crecerán los cardos y los espinos;  y aun a las nubes diré que no lluevan sobre ella”.

Así se lamentaba el profeta grande, Isaías, capítulo cinco, uno a siete, contemplando su viña, tan parecida a la mía, mientras miraba, desolado, irse el sol por el poniente. Juan Manuel del Río

Mi viña crecía a la vera del camino por donde pasaban los viandantes, nunca llegó a madurar la uva no hubo vendimia, mosto ni vino, sólo hojas, verdes en primavera y verano, granates al comenzar el otoño, y así, año tras año, hasta que al fin, cansado de que tanto ambulante desalmado me dejara sin cosecha dejé de cultivar la viña, y al crecer las malas hierbas se fueron secando las cepas. Ayer me asomé a un ribazo a contemplar con nostalgia, triste y despacio, el desastre de mi viña, todo estaba yermo, desolado, abandonado, ya no hay camino o sendero, si acaso, algunos sarmientos secos en un erial de hierbajos. ¿De quién fue la culpa, me pregunto, de que la viña se arruinara?, ¿fue del viandante inconsiderado que se llevaba las uvas o del dueño descuidado que no supo guardar la viña? Hoy releyendo la Biblia con otra viña me he topado muy parecida a la mía. Desolado encontré al profeta Isaías, que decía: “Tenía mi amado una viña en una ladera fértil, la había cercado y despedregado y plantado vides escogidas;  edificó en el medio una torre,  y construyó en ella un lagar;  esperaba que diese uvas buenas,  pero sólo dio racimos agraces...”. ¿Qué más se podía hacer con mi viña,  que yo no haya hecho en ella?   ¿Cómo, esperando yo que diese uvas,  ha dado sólo agrazones...? Haré que quede desierta;  ya no será podada ni cavada,  y crecerán los espinos y los cardos;  y aun a las nubes diré que no lluevan sobre ella”. Así vi lamentarse al profeta grande Isaías, capítulo cinco, uno a siete, contemplando su viña, tan parecida a la mía, mientras aguantaba, desolado, la soledad y el relente. Juan Manuel del Río