“Recibid el espíritu santo, y sopló sobre ellos” (Jn, 20, 22).

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“Recibid el espíritu santo, y sopló sobre ellos” (Jn, 20, 22).
No habéis recibido un espíritu de para recaer en el temor, sino un espíritu de que nos hace clamar ¡Abbá, Padre!. P e n t c o s é.
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No habéis recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos hace clamar ¡Abbá, Padre! (Rm 8, 15) P e n t c.
Transcripción de la presentación:

“Recibid el espíritu santo, y sopló sobre ellos” (Jn, 20, 22). El Espíritu de Jesús, lo que animó (animus) su vida, fue hacer el bien cuando pasó por aquí. El Espíritu se trasluce en nosotros según nuestro modo de actuar cada día: a qué dedicamos nuestro tiempo, a quiénes amamos, qué nos emociona, qué cosas no estamos dispuestos a tolerar. Pero también qué leemos, qué películas vemos, dónde y con quién rezamos... Y así día a día, hora a hora, hasta el último aliento, cuando entreguemos el espíritu. José Luis Cortés P e n t c o s é Texto; Juan 20,19-23. Pentecostés Comentarios y presentación: M. Asun Gutiérrez Cabriada. Música: Joaquín Madurga. Envía tu Espíritu.

No hemos recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos hace clamar ¡Abbá, Padre! (Rm 8, 15)

Juan 20,19-23. Aquel mismo domingo, por la tarde, estaban reunidos los discípulos en una casa con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: -Paz a vosotros. Todos los evangelios hablan del temor que sintieron quienes habían seguido a Jesús, después de su ejecución en la cruz. El cuarto evangelista en particular nos dice que el temor es lo contrario a la fe. El miedo revela falta de amor, impide vivir la fe que transforma la vida. En toda situación, Jesús se acerca y nos ofrece su paz. Paz que libera del miedo, de la vieja condición de “encerrados” y prepara para asumir nuevos desafíos. El Espíritu de Jesús recrea a las personas, transforma una comunidad cobarde y cerrada en una comunidad valiente, con las puertas y ventanas abiertas.

El encuentro con Jesús es fuente de la mayor alegría. Y les mostró las manos y el costado Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús les dijo de nuevo: -Paz a vosotros. El encuentro con Jesús es fuente de la mayor alegría. Paz es la primera palabra, el primer deseo de Jesús resucitado. Jesús nos ofrece su paz: integridad de vida, búsqueda de la justicia, confianza, armonía personal y social. Renueva el don de la paz para subrayar que ha comenzado un tiempo nuevo. El tiempo del Espíritu.

Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros. Y añadió: Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros. El Enviado por excelencia, nos envía a tod@s. El Espíritu llena por dentro y lanza hacia fuera. Nos asocia a su misión de liberación, esperanza y vida. Nos invita a ser la presencia, la acogida y la compañía de Jesús en el mundo. A mostrar su Espíritu, comunicando a las personas paz, luz, alegría y la seguridad de que nunca están solas ni abandonadas. Para lograrlo es necesario dejarnos conducir por Él, superar nuestros miedos, salir de la rutina y afrontar los retos de un mundo siempre en cambio,siempre nuevo.

¡No apaguéis el Espíritu! Sopló sobre ellos y les dijo: -Recibid el Espíritu Santo. ¡No apaguéis el Espíritu! (1 Tes 5, 19) La donación del Espíritu no es una sorpresa ni algo inesperado. Jesús lo había prometido en repetidas ocasiones: Jn 14,15.26; 15,26;16,7-15. Por el Espíritu, l@s discípul@s allí reunid@s, hombres y mujeres, con María, se sienten libres y liberador@s. Buena ocasión para preguntarnos por “nuestro espíritu”. ¿Qué experiencia tengo de su acción en mi vida? ¿Se deja actuar al Espíritu de Jesús en la comunidad de creyentes? ¿Muestro un cristianismo apagado, SIN ESPÍRITU, basado más sobre temores, normas y miedos que sobre la alegría y la fuerza de la Vida Nueva?

A quienes les perdonéis los pecados, Dios se los perdonará; y a quienes se los retengáis, Dios se los retendrá. La misión encomendada supone una tarea de reconciliación universal. Junto al Espíritu nos da una recomendación: vivir perdonando y perdonándonos. Tod@s necesitamos el perdón, y tod@s estamos llamad@s a ser de múltiples maneras signo y fuente del perdón/compañía/acogida que es Dios. Quien escucha y hace vida el Evangelio, descubre la revolución social del perdón. ¿Qué hago para concretar en mi vida personal la misión de reconciliación universal?

¡VEN! Espíritu de Jesús, Tú que eres el espíritu de los pobres y de los que luchan por ellos, ¡Ven! Ven hoy a visitarme, ven enseguida. Traspasa las paredes de mi casa. Rompe las murallas que me separan de los pobres, derriba mis puertas atrancadas, abre todas las ventanas, y déjame indefensa ante Ti, ante ellos. Aparta todas las piedras que pongo en tu camino, y acércate a mí para ungirme con tu óleo, el óleo de los pobres y la justicia. ¡ Ven!, ven sin tardar, unge mi alma y empápala, Espíritu de Jesús, Espíritu de los pobres, empapa mi alma con tu amor, Espíritu Liberador. Y después, envíame, envíame a los pobres, a llevarles tu alegría y tu dignidad, a darles lo que les debemos en justicia, para hacer un mundo nuevo a tu medida: El mundo del Espíritu. Karl Rahner