Villa Corpeus es un edificio muy especial, construido en un pequeño valle entre las montañas y el mar.

Cerca de la azotea, en un pequeño apartamento, con dos ventanas casi redondas, vive la señorita Vista. Justo de bajo de ella, en una casa con forma de balcón, el señor Olfato. Y muy cerca de él, solo que un poco más abajo, está el señor Gusto.

El mejor piso de todo el edificio lo tiene el señor Oído El mejor piso de todo el edificio lo tiene el señor Oído. Claro que él fue el primero en llegar, por eso eligió la vivienda más independiente y mejor situada. Por último, y ocupando la planta baja, está la casa del señor Tacto.

La señorita Vista y el señor Oído son muy indecisos La señorita Vista y el señor Oído son muy indecisos. Les encanta enterarse de todo, pero sin moverse de casa. El señor Gusto es muy vergonzoso. Solo abre la boca cuando su amigo el señor Olfato le convence: - ¡Vamos, abre, abre la puerta, que tu visitante tiene un olor exquisito!

Sin embargo, en otras ocasiones, el señor Olfato tiene que pedir ayuda a la señorita Vista para poder convencer a su amigo el señor Gusto. La señorita Vista mira desde su ventana y dice: - ¡No seas tonto, que tu visitante tiene una pinta estupenda!

El vecino del bajo, el señor Tacto, no es indeciso ni tampoco vergonzoso; es un auténtico explorar que disfruta tocando todo aquello que le rodea. Por eso, no se quedan nunca en casa. A él le gusta salir a la calle y buscar aventura.

Cierto día, cayó una gran nevada en el valle- El señor Tacto, protegido bajo una capa de lana, se dispuso como cada día a dar su paseo. La señorita Vista y el señor Oído, asomados a las ventanas, gritaron: Ten cuidado, no vayas a tener un accidente. El señor Tacto pensó: << Yo soy un valiente. No tengo miedo a nada ni nadie>>. Y dando saltos, se alejó hasta el bosque.

Una vez allí, no paró de jugar Una vez allí, no paró de jugar. Le encantaba sentir en todo su cuerpo la suavidad y frescura de la nieve, olvidándose de mirar al cielo y de escuchar al viento. De pronto, el frío se volvió tan intenso que la nieve se convirtió en hielo. << ¡Qué fastidio, he olvidado mis patines>>, reflexionó el señor Tacto al comprobar que el suelo se había convertido en una enorme pista de patinaje.

El señor Tacto intentó caminar, pero solo había dado cuatro pasos cuando resbaló y cayó al suelo. - ¡Qué dolor!- exclamó asustado-. ¡No puedo levantarme! ¡Qué alguien me ayude!

La noche era tan fría que todas las ventanas de las casas del valle permanecían cerradas. Tan solo el señor Oído, que se mantenía siempre alerta, tenía una rendija abierta. De repente oyo: -¡Que alguien me ayude!

El señor oído escuchó con atención y reconoció la voz del señor Tacto El señor oído escuchó con atención y reconoció la voz del señor Tacto. Su vecino necesitaba ayuda. Sin perder tiempo, avisó a la señorita Vista y al señor Olfato.

Los tres juntos, no tardaron en encontrar al señor Tacto Los tres juntos, no tardaron en encontrar al señor Tacto. La señorita Vista observó las huellas de las pisadas del señor Tacto; el señor Oído se guió por los gritos de auxilio de su amigo, y el señor Olfato buscó entre los árboles el aroma que desprendía la colonia de su vecino.

Aquella noche, al regresar del hospital después de curar la pierna del señor Tacto, los cuatro vecinos fueron sorprendidos con una riquísima cena preparada por el tímido señor Gusto. El señor Tacto, agradecido, no dejó de hacer suaves cosquillas a sus amigos en toda la noche.