Virtudes teologales Una fe solo tan grande como un grano de mostaza ( cfr. Mt 17,14-22) es capaz de trasladar montes.
No existen obstáculos insuperables para una persona que vive de fe
Entró Jesús en la sinagoga con ellos, donde había un hombre que tenía una mano seca. En presencia de este trabajador inválido, el Señor se conmueve como quien ha vivido del sudor de sus manos: entonces dijo al hombre: " Extiende tu mano"; la extinción y quedó tan sana como la otra (cfr Mt 12, 9 ss). Aquel hombre no dudo, tuvo fe en la palabra de Jesús y sano. " La fe lo ilumina todo con nuevas luces y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre" ( CONC. VAT II, Const. Gaudium et spes, 11).
La fe es el tesoro más grande que tenemos y, por eso hemos de poner todos los medios para conservarla y acrecentarla .
Si la fe es el nuestro mayor tesoro, es lógico que la defendamos también de todo aquello que le puede hacer daño: lecturas, espectáculos que ensucien el corazón, provocaciones de la sociedad de consumo, etc. La fe se protege especialmente con la vida de piedad( oración y sacramentos), con formación y haciendo con frecuencia actos de fe.
La iglesia nos manda que expresemos externamente nuestra fe, confesandola públicamente. Esta confesión externa de esta virtud no se refiere a casos muy extraordinarios. Muchos, al ver en nuestra conducta que somos coherentes con nuestra fe, que ni escondemos me disimulamos, se verán atraídos por ese testimonio sereno y firme, del mismo modo que mucho se compartían al presenciar el martirio de los primeros cristianos. Por qué el hombre, alma y cuerpo, necesita manifestaciones sensibles para firmar sus actos interiores.