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Transcripción de la presentación:

************************************** Haz brotar en mí, Señor, la alegría verdadera que brota del encuentro contigo y da serenidad y firmeza, que no es ajena a las dificultades y permanece en las pruebas, porque sabe que nada ni nadie me apartará de tu presencia, y tú caminarás conmigo hasta cumplir tus promesas. Haz florecer en mí, Señor, la espera y la paciencia, que saben aguantar para que las semillas crezcan, respetando los ritmos, dando oportunidades nuevas, dejando que tú hagas tu parte después de haber hecho nosotros la nuestra. Haz germinar en mí, Señor, gestos sencillos y obras concretas que den testimonio de tu Buena Nueva, que levantan y animan, fortalecen y liberan, curan heridas, alivian y consuelan, alimentan esperanzas, dan acogida y respuestas. Hazme, Señor, vigilante para descubrir por dónde llegas. Perdón, Señor… por mis impaciencias y mis miedos por transmitir pesimismo, tristeza y desánimos en los ambientes que me muevo. por preferir el cumplimiento de normas a dejarme interpelar por la radicalidad del evangelio. por no saber estar atento a los signos del Reino que está emergiendo. ************************************** Ven, Señor, Jesús… Alimenta la alegría de nuestra espera para que seamos luz y esperanza para quien se nos acerca. Da vigor a los débiles, seguridad a los que dudan, ánimo a los que se encuentran desorientados y sin fuerza. Pon claridad en la oscuridad de nuestras tinieblas. Da profundidad y sentido a nuestras creencias. Alivia el dolor de quienes sufren las consecuencias de las guerras, la persecución o cualquier tipo de pobreza. Ayúdanos a mostrar signos concretos de tu presencia, creando lazos, tendiendo puentes, trabajando por una sociedad más humana y más fraterna. «Decidle a Juan que los ciegos ven y los cojos andan». Decidle que siempre hay gente despierta que sueña y trabaja por un mundo mejor; Decidle que la utopía no se apagó en la tierra y da luz a millones de proyectos y miradas; Decidle que los viejos sonríen al saber, por fin, que todo lo grande y bello fue un regalo. Decidle a Juan que las madres alumbran hijos y los llenan de cuidados, hasta el día que se van; decidle que no faltan los que hacen del amor una vocación por los despreciados y olvidados. Decidle, que en medio de egoísmos y odios, florece siempre un paraíso de gestos y entregas, caricias que sanan, palabras que salvan, miradas que levantan, cercanías que sosiegan, presencias calladas que escuchan, acogen y aman. Decidle a Juan que el Reino de Dios sigue aquí, entre nosotros, en el corazón de la vida, en la vida de la buena gente. [A.F.] 3º Dom. Adviento. Ciclo A Tú eres quien espero Misioneras de la Consolata CONSOLAD A MI PUEBLO DICE EL SEÑOR https://youtu.be/ncm_Kxtcp6Q LA ALEGRÍA DEL ENCUENTRO. El profeta Isaías invita a la alegría. Tengo que movilizarme y salir del letargo, ponerme en camino y hacerlo con entusiasmo. Una alegría que no tiene que ver con el jolgorio ni la evasión, sino con la convicción profunda de que tengo cerca a Dios, que viene a mi encuentro y da sentido a todo lo que soy. La esperanza me guía porque hay una meta donde quedan colmadas todas las expectativas. No es una alegría ilusoria, sabe de los momentos de sinsabor y dificultades, de la dureza del camino y de oscuridades… pero eso no elimina la promesa de que me espera algo grande. Es hora de que abra los ojos y descubra cuánta luz, paz, amor, cariño, entrega… me encuentro cada día. Es hora de que viva con un optimismo realista y creativo, viviendo alegre y en positivo aunque todavía tenga heridas abiertas y otras aún no hayan cicatrizado del todo. El profeta me invita a no “venirme abajo”, a mantener encendida la luz de la esperanza y mirar el horizonte de plenitud que me aguarda. LA FIRMEZA DE LA PACIENCIA. No es una resignación pasiva, sino la capacidad de perseverar afrontando valerosamente las pruebas, el esfuerzo de quien siembra y la fidelidad que no se doblega; la certeza de la cercanía de Dios y la confianza de que todo germinará a su tiempo y a su manera. Dejar que Dios haga su parte después de haber hecho nosotros la nuestra. Hoy se me invita a que mida la calidad de mi paciencia. En medio de las prisas, los resultados inmediatos, el “ya” y “ahora” que es lo que parece que sólo cuenta, el cultivo de la paciencia da hondura a las relaciones, a los acontecimientos, a las acciones… respetando ritmos, favoreciendo encuentros. ¿Qué puedo hacer para cultivar más y mejor la paciencia? ¿Qué me hace ser impaciente? EL LENGUAJE DE LOS HECHOS. Juan se siente inseguro y dubitativo ante Jesús. Lo que oye de Jesús no le “cuadraba”, no respondía a la idea que se había hecho del Mesías. Creer es ir rompiendo falsas ideas de Dios y de Jesús que me voy fabricando sin darme cuenta y que tengo como inamovibles y ciertas. No hay que esperar a otro. Sólo es preciso remitirse a los hechos. En Jesús se hace realidad el Reino. Y entre nosotros (y en nosotros) ya se está construyendo. Hay muchos signos; tengo que abrir los ojos para verlos, desplegar los oídos para escuchar sus latidos, despegar los labios para proclamarlos y ensanchar el corazón para asimilarlos. Puedo hacer un rato de silencio y tratar de hacerme consciente de los signos de la presencia de Dios en mi vida, en mi familia, en los entorno en los que me muevo… Ver cuántas personas están mostrando con su forma de vivir, con sus compromisos sencillos, con sus entregas generosas (muchas veces anónimas)… que el Reino esta brotando y germinando. Puedo pensar también qué puedo hacer yo para que el Reino anunciado venga a nosotros con prontitud, con energía para fortalecer a los débiles, robustecer a los vacilantes, animar a los cobardes… No hay que esperar a otro. Solamente hay que estar atentos y abrir bien los ojos para reconocer los signos que muestran que Él ya está entre nosotros

Lectura del libro de Isaías (35,1-6a.10): El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.» Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán. Salmo 145,7.8-9a.9bc-10 R/. Ven, Señor, a salvarnos El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,  hace justicia a los oprimidos,  da pan a los hambrientos.  El Señor liberta a los cautivos. R/.  El Señor abre los ojos al ciego,  el Señor endereza a los que ya se doblan,  el Señor ama a los justos,  el Señor guarda a los peregrinos. R/.  Sustenta al huérfano y a la viuda  y trastorna el camino de los malvados.  El Señor reina eternamente,  tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.

del apóstol Santiago (5,7-10): Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,2-11): En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»  Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!»  Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti. "Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.» Lectura de la carta del apóstol Santiago (5,7-10): Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.