La gallina y los siete polluelos

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Transcripción de la presentación:

La gallina y los siete polluelos Manuel Rodríguez Troncoso

La mamá gallina cuidaba a sus siete hijos con mucho amor como todas las madres lo hacen, los llevaba muchas veces a la pradera a comer semillas, a contemplar las flores, a ver volar las mariposas y oír cantar las cigarras y los grillos.. y, con frecuencia, escarbaba en la tierra húmeda en busca de gusanos que gustaban mucho a sus pollitos. Si hacía frío o si llovía los abrigaba con sus grandes alas en un abrazo grande y hermoso. Seis de los polluelos eran de color gris como su madre; uno era igual que su padre, blanco con cola rojiza dorada y alas negras. Todos obedecían a su madre, y también a su padre cuando estaba en su compañía. Sólo el pollito blanco en ocasiones se despistaba y se alejaba del grupo. Caminaba a su aire. Desde muy joven era muy independiente. Un día la mamá gallina decidió llevarlos a pasear a una robleda próxima. Pero les explicó que debían estar cerca de ella constantemente para evitar peligros.

Con la alegría que sintieron en aquel momento al saber que iban a pasear y salir del ambiente habitual, hubo algunos que no la escucharon.

-¡¡Bien, bien, que vamos a la robleda!! –chillaron unos. -¡¡No nos separaremos de ti, mamá gallina!! -dijeron los más atentos- ¡Te queremos mucho y te obedeceremos! Iniciaron el camino, unos cantando “pío, pío, pío”, otros cazando saltamontes o desgranando espigas de hierbas gramíneas que encontraban y comiendo sus granos, y otros jugando compitiendo en pequeñas carreras. La madre, orgullosa, de vez en cuando los llamaba con un cacareo especial, que los pollitos entendían perfectamente, para repartirles algo que había encontrado: un caracol, una cigarra o unos gusanos muy apetitosos. Siguieron disfrutando del paseo al aire libre. En el camino hallaron un manantial y bebieron. Metían el pico en el charco, cogían un bocado de agua, cerraban la boca y seguidamente levantaban la cabeza muy arriba alargando su cuello para facilitar la caída del agua al estómago. Esto lo hacían unas cuatro veces cada uno. ¡Era una manera muy original de hidratarse y un espectáculo digno de ver! Al acabar de beber uno de los pollitos grises dijo: -Y donde está nuestro hermanito blanco. -Sí, sí, falta el pollito blanco de cola dorada -dijo otro. - Yo tampoco lo veo -afirmó un tercero

La mamá gallina preocupada miró y no vio a su pollito blanco, el de cola dorada y alas negras. Todos a la vez comenzaron a llamarle: -¡¡Pollito blanco, pollito blanco, ven.., ven pollito blanco!! La mamá gallina gritó más fuerte, pero el pollito blanco no contestó ni acudió. Se había alejado sin darse cuenta del riesgo que corría. La mamá gallina quedó muy disgustada, y lo mismo sus hermanitos.

El pollito blanco con cola dorada y rojiza siguió caminando sin rumbo mientras picaba unos frutos sabrosos que había encontrado. Al cabo de un tiempo, el mismo se percató de que se había perdido. Entonces temeroso se echó a correr para encontrar a su madre, pero en vez de caminar hacia ella, caminaba en sentido contrario. Cuanto más corría más lejos se hallaba.

Un zorro, que habitualmente merodeaba por el bosque, vigilaba desde una pequeña loma para ver si veía una presa. En un momento observó que allá abajo se movían unos helechos y supuso que algún animalito los movía. -¿Y si es un lobezno, un lobo bebé, y sus padres están cerca? -pensó el astuto zorro. No, no, no puedo aventurarme a ir allí hasta asegurarme, no vaya a ser que esté el papá lobo cerca. El zorro temía al lobo, al jabalí y al oso. Por miedo a ellos respetaba a sus hijos. Mientras vigilaba a estos animales grandes y fieros, observaba a ver si veía una perdiz, una liebre, un conejo, una codorniz u otro animal pequeño de los que algunas veces se alimentaba. No sospechaba que hubiera en el bosque una gallina con unos polluelos, y menos un pollito perdido entre las hierbas, pues no era normal. Las gallinas y los polluelos los solía cazar de noche en el interior de las aldeas o en sus alrededores. Mas al suponer que el que movía los helechos era un animal pequeño, se fue acercando cautelosamente al lugar.

Mientras tanto la mamá gallina estaba desesperada Mientras tanto la mamá gallina estaba desesperada. Por su prima la codorniz, que andaba comiendo semillas cerca, mandó recado al gallo, papá de los pollitos, comunicándole que se había extraviado el pollito blanco de cola dorada.

El pollito, nervioso e impaciente perdido entre las hierbas del bosque y de los arbustos, corría sin rumbo totalmente desorientado. Un pajarito bueno con plumas amarillas y plumas rojas, al ver que el zorro se dirigía hacia el lugar donde se encontraba, voló a una rama próxima y le dijo: -Escóndete en ese agujero del castaño viejo que se está acercando un zorro En ese agujero no puede meter su hocico. No salgas. El pájaro bueno se subió a una rama más alta y allí estuvo vigilante. Al poco rato llegó el zorro, que vio al pollito asomado a la puerta. Como dedujo que no lo podía coger con sus dientes para comerlo, decidió engañarlo hablándole así:

-¡Hola pollito, yo soy el zorro bueno, el único zorro bueno y amigo de las gallinas que hay en el mundo! -¿¡Eres un zorro bueno!? - Sí, soy un zorro bueno, ¿cómo te llamas? - Me llamo “Blanquito de cola dorada”. -¡Seguro que eres entonces muy hermoso!

-Sí, soy muy hermoso; todos me lo dicen porque tengo la cola de color de oro y “las plumas blancas como la nieve un día de sol”. Me lo dijo un día una gallina negra que caminaba con sus pollitos negros por un prado verde. - Creo que eres de verdad muy hermoso, pero yo no veo tus plumas porque estás en la oscuridad. Sal fuera que quiero ver tu cola dorada y tus plumas “tan blancas como la nieve blanca”; seguro que son de verdad muy hermosas. -¡¡¡No salgas pollito, no salgas, que te está engañando para comerte!!! -gritó el pájaro bueno de plumas rojas y amarillas- ¡No salgas! ¡Te está adulando para que confíes en él! ¡Quiere comerte! ¡No salgas! El zorro, al oír el pájaro, lo miró con rabia, le dijo “¡pájaro idiota, envidioso!” y seguidamente se retiró detrás de unas zarzas donde decidió esperar a ver si el pollito salía cuando sintiera hambre.

El papá gallo, juntamente con un cuervo amigo (¡un cuervo muy inteligente!), volaron hacia el lugar donde se había perdido el pollito en su búsqueda, el papá gallo haciendo vuelos cortos sobre los árboles de copa en copa; y el cuervo volando en vuelos largos por toda la arboleda. En uno de los vuelos vio un zorro que miraba fijamente hacia un punto concreto. Se lo comunicó al gallo, y acto seguido éste dijo: -Dirijámonos inmediatamente al lugar donde está el zorro.

Llegaron cuando el zorro comenzaba de nuevo a hablar con el pollito con palabras muy cariñosas para que saliera, animándole a que le enseñara sus bonitas plumas. - No hagas caso, pollito hermoso, al pájaro de plumas rojas y amarillas -le decía el astuto zorro-. No quiere que seamos amigos. Nos tiene envidia, no le hagas caso. - ¿Eres de verdad un zorro bueno?-le preguntó otra vez el inocente polluelo. -Si, soy muy bueno -le contestó el zorro maligno -No le hagas caso -volvió a advertirle con un piar muy enérgico el pájaro bueno. ¡Te quiere comer!, ¡te quiere comer!, ¡te quiere comer! ¡No salgas!

El cuervo llegó en ese momento, y con decisión, volando y graznando sobre su cabeza -y procurando a la vez que la boca del zorro no le alcanzara- se echó sobre sus ojos. El zorro, asustado, huyó del lugar, dejando libre al infeliz pollito. Seguidamente el papá gallo dio un beso a su hijo, agradeció al cuervo su hazaña y acto seguido trasladó sobre su lomo al pollito junto a la mamá gallina. La mamá gallina después de acariciar al pollito blanco de cola dorada y de alas negras, le dijo enérgicamente: -¡Nunca más te alejarás del grupo - ¡Desde hoy vas a obedecer siempre! -repitieron sus hermanitos. El pollito blanco de cola dorada enrojecida y alas negras contestó: -¡Desde hoy no me alejaré! ¡Desde hoy voy a obedecer siempre a mi mamá gallina! ¡Lo prometo! 4-Febrero-2007 M.R.T.

Ilustración Ainhoa Perez Lazcano Blanca Castellvi Sales