XVIII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO La Defensa de la Vida Humana

SOLIDARIDAD LA CARIDAD AL SERVICIO DEL AMOR

SOBRE EL ABORTO La ligereza con que emitimos juicios no nos permite descubrir las necesidades reales de las personas a quienes juzgamos. La verdadera caridad es aquella que nos enseñó Jesús, amar sin medida invitando a una verdadera conversión del corazón.

En el debate por la defensa de la vida humana se hace imprescindible descubrir las verdaderas víctimas: son primeramente los inocentes que aún no han nacido, a quienes se les niega el derecho a la vida concedida por Dios, interrumpiendo su desarrollo intrauterino y provocando la muerte. Las segundas víctimas son las madres de estos inocentes, que acorraladas por la desesperación, la desinformación, la ignorancia y la madurez cometen el acto más doloroso, que les llevará a vivir en adelante el peso de haber matado a un hijo.

El trauma post-aborto ya es conocido en el ámbito de la medicina psiquiátrica, en donde se ha descubierto que las mujeres que han abortado no han podido superar el daño cometido, llevándolas a cometer suicidio, a padecer esquizofrenia, alucinaciones, insomnio, entre otros males; también se ha asociado el cáncer de mama que sufren muchas mujeres con abortos practicados previamente por ellas.

Es indispensable que la Pastoral de la Salud al servicio de la vida promueva una información veraz sobre el aborto y sus consecuencias. Que las mujeres sepan que lo que se desarrolla en su interior en un ser humano vivo y no un puño de células que no sostienen, como les hacen creer quienes están a favor del aborto. Es apremiante vivir la caridad fraterna hacia las mujeres que necesitan ayuda ante un embarazo no planeado, para que puedan llevar a feliz término el nacimiento de sus hijos, y ellas vivan la gracia de la maternidad concedida por Dios.

SOBRE LA EUTANASIA Se ha comprobado que la muerte asistida (eutanasia) es deseada por aquellas personas que no encuentran una razón para vivir; ya sea por una enfermedad crónica o terminal. La razón más profunda es que estas personas no encuentran sentido a su forma de vida, y esto se entiende si nos percatamos de la falta de caridad de quienes lo rodean, en algunas ocasiones por ignorancia.

Los ancianos, enfermos crónicos y terminales sienten vivir una vida inútil en donde sólo causan molestias a quienes les atienden, lo que provoca en ellos una gran depresión, y al no encontrar sentido a su sufrimiento, optan por morir. No saben que el estado en el que se encuentran es una invitación de Jesús crucificado a compartir la cruz de la redención con Él, es la invitación al amor oblativo donde ellos pueden dar vida unidos a Cristo.

Este estado de enfermedad es a la vez la profundidad de amar a Jesús en el hermano, de servir con amor al enfermo tal como lo haríamos con Jesús, recordando las palabras del Señor al decir que todo lo que hagamos por el más pequeño de sus hijos, por Él lo hacemos.

Acudimos a María Santísima una vez más para que sea ella el ejemplo vivo que inspire nuestras actitudes y acciones. Ella nos hizo presente a Dios, acogiéndolo en la humanidad de Jesús, el fruto bendito de su vientre, y acudió presurosa a prestar ayuda a su prima Isabel. Que sea, pues, ella quien guíe nuestros pasos al encuentro de Jesús, presente en todos los hombres de nuestro mundo.