Si tu alma es como un bosque, hay un claro espacio abierto en el centro de tu bosque.
En ese claro sin sombras, un manantial susurrante dice tu verdad más honda.
Es una presencia clara que hace santos bosque y claro, en el claro de tu alma.
Es tu hora de ir partiendo a explorar esos caminos que te acerquen a tu centro.
Si respondes a ese reto, aunque joven, te haces sabio descubriendo esos senderos.
Y asumiendo tu misterio te conoces y te asombras y te vas haciendo dueño.
La ecología de tu alma tiene un claro de belleza que no está contaminada.
Tu persona es el misterio pues en tu alma Dios se mira, y reconoce su reflejo.
Eres todo un universo con un sol y con planteas, microcosmos en secreto.
Sol de amor, Imán sereno, Dios te atrae y reconduce desde tu “fuera” a tu “dentro”.
Podrías pasar una vida agitándote buscando en las cosas, tu alegría.
Vagabunda tu existencia, escapándote de tu alma, dispersándote hacia fuera.
Pero sólo halla consuelo el pajarito en su nido y el beso en el otro beso.
Sólo reencuentra el sosiego tu vida en brazos de Dios, tu alma en manos de su dueño.
Más soleada o más oscura, cada almabosque es diversa y es a veces espesura.
Será tu sabiduría hacerte cargo de tu alma: tal viaje se llama “vida”
Yo también soy un viajero, un recorredor de bosques, un cartógrafo de adentro.
Quiero ser tu compañero, un buscador de Sentido, un testigo del Misterio.
Cuando escuches muy callado el rumor de ese arroyito que mana en tu bosque santo,
te guiará hacia tu Claro; y ahí –en el Alma de tu alma– están Dios, tú y tus hermanos.
Y tu Nombre (tu “Quién eres”), tu alegría y el sentido de tu vida y de tu muerte.
Claro de un silencio adonde te pronuncia un Amor puro: y es tu Nombre... y es Su Nombre.
El lugar de tal Presencia es el Claro de tu bosque donde fluye tu existencia.
En el más íntimo centro de tu misma intimidad, tu Misterio es Su Misterio.