SORPRESAS EN LA MUDANZA
Carolina tenía siete años cuando se mudaron a la nueva casa. Estaba contenta, aunque con un poco de miedo de perder los amigos del barrio. -¡Pero si van a venir a visitarnos! – repetía su hermana mayor. La casa era más grande y hasta tenía fondo. Además, como había más cuartos, Caro no iba a tener que compartir el suyo con su hermana. ¡Ya no tendría que escucharlas hablar todo el tiempo con sus amigas de ropa, películas, artistas y cantantes…!
Había guardado sus cosas valiosas en una caja que marcó con una gran C. Puso figuritas, muñecas, collares, anillos, hebillas, cintas. Estaba por cerrarla, cuando encontró la libretita de direcciones donde tenía los teléfonos de todos sus amigos.
La libreta tenía su estilo propio. En la hoja de la E, por ejemplo, aparecía Hernán, porque la primera letra que sonaba en ese nombre era la E. En la hoja de la M, tenía una larga lista de nombres que empezaban con cualquier letra, menos con M: Vero, Daniela, Sandra. Según Carolina, estaban ahí porque eran las “más amigas”. Antes de guardarla, copió todos los nombres de sus compañeros en las tarjetitas individuales que les iba a dejar con la dirección y el teléfono nuevos.
En cada habitación de la casa que dejaban iban quedando montoncitos de cosas: algunas estaban rotas; otras, muy viejitas… pero para Carolina eran lindas. Por eso trataba de encontrarle a cada una un espacio para que, casi de contrabando, llegara al nuevo hogar.