Texto: Teodoro Baztán Basterra. Presentacon: M. Asun Gutiérrez Cabriada. Música: Pachelbel. Canon.

Te miro y te contemplo, Señor, en las cimas más altas y en lo profundo del valle en penumbra. En la flor más humilde, violeta la llaman, y en el girasol que se abre radiante al sol que se asoma por el horizonte, en la mañana.

Te miro y te contemplo en la duda que busca certezas y en la certeza que eres Tú mismo; en la fe de quien cree y en la falta de fe de quien nada espera. Tú estás en todos, Señor, y harás que te busquen y encuentren, porque eres la luz que disipa lo oscuro y abres la ventana del alma y la llenas de claridades.

Te miro y te contemplo, Señor, en la mirada sin ver del niño que muere de hambre, y en el drama del hermano sin trabajo y enfermo, a quien tan sólo han dejado un futuro sin mañana. Sus lágrimas son su alimento, y sus sueños pesadillas.

Te contemplo en todos mis hermanos: En los que ríen y gozan, y en quienes sufren y lloran. Te miro y te contemplo muy dentro de mí, más dentro que yo mismo, y te encuentro Verdad que sustenta la vida, Belleza antigua y siempre nueva, que recrea todo y todo lo hermosea y Bondad, que se hace cercanía y ternura en tu Hijo Jesús.

Te miro y te contemplo en la sonrisa del niño y en el rostro del anciano, sereno y surcado por el tiempo; en el corazón de la madre que de amor sabe todo, y en el padre, serenidad y fuerza, corazón de niño y amor del bueno.

Te miro y te contemplo en el pan de la eucaristía; Tú, en el pan y en el vino y en los hermanos reunidos; Tú, en la Palabra que es tu Hijo; Tú en el silencio y en el canto; Tú en las manos que se abren para orar y dar un abrazo; Tú, en la vida y en la muerte, y en la vida de nuevo y para siempre.

Te miro y te contemplo, Señor, en todos los momentos de mi vida, en el trabajo y en el sueño, en el descanso y en el ruido, en mi dolor que compartes conmigo y en mi gozo, tuyo también. Te contemplo en lo que veo y en lo que no puedo ver.

Te contemplo en todo, porque Tú eres el Todo y el Amén. Gracias, Señor, por verte así, como a través de un espejo, de momento. Llegará un día en que te veré y te contemplaré cara a cara, en un tú a tú, y me verás y me llenarás de un gozo que nadie me podrá arrebatar. Gracias, Señor, porque me diste unos ojos para ver, y un corazón para amarte y poderte contemplar. Amén.

Te miro y te contemplo, Señor, en las cimas más altas y en lo profundo del valle en penumbra. En la flor más humilde, violeta la llaman, y en el girasol que se abre radiante al sol que se asoma por el horizonte, en la mañana. Te miro y te contemplo en la duda que busca certezas y en la certeza que eres Tú mismo; en la fe de quien cree y en la falta de fe de quien nada espera. Tú estás en todos, Señor, y harás que te busquen y encuentren, porque eres la luz que disipa lo oscuro y abres la ventana del alma y la llenas de claridades. Te miro y te contemplo, Señor, en la mirada sin ver del niño que muere de hambre, y en el drama del hermano sin trabajo y enfermo, a quien tan sólo han dejado un futuro sin mañana. Sus lágrimas son su alimento, y sus sueños pesadillas. Te contemplo en todos mis hermanos: En los que ríen y gozan, y en quienes sufren y lloran Te miro y te contemplo muy dentro de mí, más dentro que yo mismo, y te encuentro Verdad que sustenta la vida, Belleza antigua y siempre nueva, que recrea todo y todo lo hermosea y Bondad, que se hace cercanía y ternura en tu Hijo Jesús..../...

Te miro y te contemplo en la sonrisa del niño y en el rostro del anciano, sereno y surcado por el tiempo; en el corazón de la madre que de amor sabe todo, y en el padre, serenidad y fuerza, corazón de niño y amor del bueno. Te miro y te contemplo en el pan de la eucaristía; Tú, en el pan y en el vino y en los hermanos reunidos; Tú, en la Palabra que es tu Hijo; Tú en el silencio y en el canto; Tú en las manos que se abren para orar y dar un abrazo; Tú, en la vida y en la muerte, y en la vida de nuevo y para siempre. Te miro y te contemplo, Señor, en todos los momentos de mi vida, en el trabajo y en el sueño, en el descanso y en el ruido, en mi dolor que compartes conmigo y en mi gozo, tuyo también. Te contemplo en lo que veo y en lo que no puedo ver. Te contemplo en todo, porque Tú eres el Todo y el Amén. Gracias, Señor, por verte así, como a través de un espejo, de momento. Llegará un día en que te veré y te contemplaré cara a cara, en un tú a tú, y me verás y me llenarás de un gozo que nadie me podrá arrebatar. Gracias, Señor, porque me diste unos ojos para ver, y un corazón para amarte y poderte contemplar. Amén. Teodoro Baztán Basterra.../...