La profesión de la fe cristiana.

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Transcripción de la presentación:

La profesión de la fe cristiana

Los símbolos de la fe Los símbolos de la fe, también llamados “profesiones de fe” o “Credo”, son fórmulas articuladas con las que la Iglesia ha expresado sintéti- camente la propia fe. La transmitió con un lenguaje común y normativo para todos los fieles.

“en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Los símbolos de la fe más antiguos son los bautismales. El Bautismo se administra “en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Los símbolos de la fe más importantes son: 1) El Símbolo de los Apóstoles: es el más antiguo de la Iglesia de Roma. 2) Y el Símbolo niceno-constantinopolitano. Éste es el fruto de los dos primeros Concilios Ecuménicos de Nicea ( 325 ) y de Constantinopla ( 381 ). Sigue siendo el símbolo común a las Iglesias de Oriente y Occidente.

Creo en Dios Padre Todopoderoso Creador del Cielo y de la Tierra

La profesión de fe comienza con la afirmación “Creo en Dios” porque es la más importante. Es la fuente de todas las demás verdades sobre el hombre y sobre el mundo. También de toda la vida del que cree en Dios.

Profesamos un solo Dios porque Él se ha revelado al pueblo de Israel como el Único. Les dijo: “Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el Único Señor”. Jesús mismo lo ha confirmado : Dios es el Único Señor. Profesar que Jesús y el Espíritu Santo son también Dios y Señor no introduce división alguna en el Dios Único.

Dios se revela a Moisés como el Dios vivo: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Al mismo Moisés le revela su nombre misterioso:“Yo soy el que soy (YHWH)” El nombre inefable de Dios fue sustituído por el de Señor, ya desde el A. T. En el Nuevo, Jesús llamado el Señor, aparece como verdadero Dios.

Mientras las criaturas han recibido de Él todo su ser y su poseer. Sólo Dios es en sí mismo la plenitud del ser y de toda perfección. Él es “el que es”, sin origen y sin fin. Jesús revela que también Él lleva el Nombre divino, “Yo soy”.

Al revelar su Nombre, Dios da a conocer las riquezas contenidas en su misterio inefable: sólo Él es, desde siempre y por siempre. El que trasciende el mundo y la historia. Él es quien ha hecho cielo y tierra.

Él es el Dios fiel, siempre cercano a su pueblo para salvarlo. Él es el Santo por excelencia, siempre dispuesto al perdón. Es el Ser espiritual, trascendente, omnipotente, eterno, personal y perfecto. La verdad y el amor.

Dios es la Verdad misma y como tal ni se engaña ni puede engañar. “Dios es luz, en Él no hay tiniebla alguna” El Hijo eterno de Dios, sabiduría encarnada, ha sido enviado al mundo “para dar testimonio de la Verdad”.

Dios se revela a Israel como Aquél que tiene un amor más fuerte que el de un padre o una madre por sus hijos. El de un esposo por su esposa. Dios en sí mismo “es amor”, que se da completa y gratuitamente. “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único para que el mundo se salve por Él” Al mandar a su Hijo y al Espíritu Santo nos revela que Él mismo es eterna comunicación de amor

Creer en Dios, el Único, comporta: Conocer su grandeza y majestad. Vivir en acción de gracias. Confiar siempre en Él. Reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres. Usar rectamente las cosas creadas por Él.

El misterio central de la fe y de la vida cristiana es el misterio de la Santísima Trinidad. Los cristianos son bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Este misterio ha sido revelado por Jesucristo, Dios ha dejado huellas de su ser Trinitario en la creación y en el Antiguo Testamento. Este misterio ha sido revelado por Jesucristo, y es la fuente de todos los demás misterios.

engendra eternamente en su seno al Hijo. Jesucristo nos revela que Dios es “Padre”, no sólo en cuanto es Creador del universo y del hombre sino, sobre todo, porque engendra eternamente en su seno al Hijo. Es su Verbo, “resplandor de su gloria e impronta de su sustancia” ( Hebreos 1,3 ).

El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad. Es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo. Procede del Padre y del Hijo. Es enviado por el Padre y por el Hijo encarnado. Guía a la Iglesia hasta el conocimiento de la “verdad plena”.

La Iglesia expresa su fe trinitaria confesando un solo Dios en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las tres Divinas Personas son un solo Dios porque cada una de ellas es idéntica a la plenitud de la única e indivisible naturaleza divina. El Padre engendra al Hijo, el Hijo es engendrado por el Padre, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.

Inseparables en su única substancia, las tres divinas Per- sonas son también inseparables en su obrar. La Trinidad tiene una sola y misma operación. Cada Persona se hace presente según el modo que le es propio en la Trinidad.

Dios se ha revelado como “el Fuerte, el Valeroso”, Aquél para quien “nada es imposible” Su omnipotencia es uni versal, misteriosa y se manifiesta en la creación del mundo de la nada y del hombre por amor. Pero sobre todo en al Encarnación y la Resu- rrección de su Hijo, en el don de la adopción filial y en el perdón de los pecados.

Es importante afirmar que en el principio Dios creo el cielo y la tierra porque la Creación es el fundamento de todos del designios salvíficos de Dios. Manifiesta su amor omnipotente y lleno de sabiduría. Es el primer paso hacia la Alianza del Dios único con su pueblo. Es el comienzo de la historia de la salvación que culmina en Cristo; es la primera res – puesta a los interrogantes fundamentales sobre nuestro origen y nuestro fin.

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el principio único e in- divisible del mundo Aunque la obra de la Creación se atribuye especialmente a Dios Padre.

tar y comunicar su bondad, verdad y belleza. El mundo ha sido creado para gloria de Dios, el cual ha querido manifes- tar y comunicar su bondad, verdad y belleza. El fin último de la Creación es que Dios, en Cristo, pueda ser “todo en todos”. Para gloria suya y nuestra felicidad.

Dios ha creado el universo libremente con sabiduría y amor. El mundo no es el fruto de una necesidad o del azar. Dias crea de la nada un mundo ordenado y bueno, que Él trasciende de modo infinito. Dios conserva en el ser el mundo que ha creado y lo lleva a su realización por medio de su Hijo y del Espíritu Santo.

Dios es el autor soberano de su designio. La divina Providencia consiste en las disposiciones con las que Dios conduce a sus criaturas a la perfección última. Dios es el autor soberano de su designio. Pero para realizarlo se sirve también de la cooperación de sus criaturas. Otorgándoles la dignidad de obrar por sí mismas y ser causa unas de otras.

Dios otorga y pide al hombre, respetando su libertad, que colabore con la Providencia mediante: - sus acciones, - sus oraciones, - sus sufrimientos . Suscita en el hombre “el querer y el obrar según sus misericordiosos designios” ( Filipenses 2,13 ).

A la existencia del mal solamente puede dársele respuesta desde el conjunto de la fe cristiana. Dios no es causa del mal ni directa ni indirectamente. Ilumina el misterio del mal en su Hijo Jesucristo, que ha muerto y resucitado para vencer el gran mal moral: el pecado de los hombres.

La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo. Esto fue admirablemente realizado con ocasión de la muerte y resurrección de Cristo. En efecto, del mayor mal moral, la muerte de su Hijo, Dios ha sacado el mayor de los bienes, la glorificación de Cristo y nuestra redención.

La Sagrada Escritura dice: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra” ( Génesis 1,1 ). La Iglesia, en su profesión de fe, proclama que Dios es el creador de todas las cosas visibles e invisibles. De todos los seres espirituales y materiales, esto es, de los ángeles y del mundo visible y, en particular, del hombre.

Son seres personales dotados de inteligencia Los ángeles son criaturas puramente espirituales, incorpóreas, invisibles e inmortales. Son seres personales dotados de inteligencia y voluntad. Los ángeles glorifican a Dios , lo sirven y son sus mensajeros en el cumpli- miento de la misión de salvación para todos los hombres.

La Iglesia se une a los ángeles para adorar a Dios. E invoca su asistencia. Celebra litúrgicamente la memoria de algunos.

A través del relato de los “seis días” de la Creación, la Sagrada Escritura nos da a conocer el valor de todo lo creado. Su finalidad de alabanza a Dios y del servicio al hombre. Todas las cosas deben su propia existencia a Dios, de quien reciben la propia bondad y perfección, sus leyes y lugar en el universo.

es la cumbre de la Creación visible, a imagen y semejanza de Dios. El hombre es la cumbre de la Creación visible, pues ha sido creado a imagen y semejanza de Dios.

Entre todas las criaturas existe una interde- pendencia y jerarquía queridas por Dios. Existe una unidad y solidaridad, porque todas ellas tienen el mismo Creador. Son por Él amadas y están ordenadas a su Gloria. Respetar las leyes de la creación es un principio de sabiduría y un fundamento de la moral.

La obra de la Creación culmina en la obra aún más grande de la Redención. Con ésta se inicia la nueva Creación, en la cual todo hallará de nuevo sentido y cumplimiento.

Es la única criatura sobre la tierra a la que Dios ama por sí misma. El hombre ha sido creado a imagen de Dios, para conocerlo y amarlo libremente. Es la única criatura sobre la tierra a la que Dios ama por sí misma. A la que llama a compartir su vida divina, en el conocimiento y en el amor. El hombre tiene la dignidad de persona: alguien capaz de conocerse, de darse libremente y de entrar en comunión con Dios y las otras personas.

Dios ha creado todo para el hombre, y él ha sido creado para conocerlo, servirlo y amarlo. Para ofrecerle toda la Creación en acción de gracias y para ser elevado a la vida enterna en el cielo. Solamente en el misterio del Verbo encarnado encuentra verdadera luz el misterio del hombre, predestinado a reproducir la imagen de Dios hecho hombre.

Todos los hombres forman la unidad del género humano por el origen común que les viene de Dios. Dios ha creado de un solo principio a todo el linaje humano. Todos tienen un único Salvador y todos están llamados a compar- tir la eterna felicidad de Dios.

La persona humana es un ser corporal y espiritual. En el hombre el espíritu y la materia forman una única naturaleza. Esta unidad es tan profunda que el ser humano participa de la dignidad de la imagen de Dios.

Al separarse del cuerpo en el momento de la El alma espiritual no viene de los progenitores , sino que es creada directamente por Dios. Es inmortal. Al separarse del cuerpo en el momento de la muerte, no perece; se unirá de nuevo al cuerpo en el momento de la resurrección final.

El hombre y la mujer han sido creados por Dios con igual dignidad en cuanto personas humanas y, al mismo tiempo, con una recíproca complementariedad en cuanto varón y mujer. Dios los ha querido el uno para el otro. Juntos están llamados a transmitir la vida humana, formando en el matrimonio “una sola carne” y a dominar la tierra como “administradores” de Dios.

Al crear al hombre y a la mujer, Dios les había dado una especial participación de la vida divina, en un estado de santidad y justicia. En este proyecto de Dios, el hombre no habría debido sufrir ni morir. Reinaba en el hombre una armonía perfecta consigo mismo, con el Creador, entre hombre y mujer, así como entre la primera pareja humana y la Creación.

En la historia del hombre está presente el pecado. Esta realidad se esclarece plenamente a la luz de la Revelación. Sobre todo a la luz de Cristo, el Salvador de todos, que ha hecho que la gracia sobreabunde donde abundó el pecado.

“la caída de los ángeles” se indica que, Con la expresión “la caída de los ángeles” se indica que, Satanás y otros demonios de los que hablan la Sagrada Escritura y la Tradición, eran inicialmente ángeles buenos. Se transformaron en malvados porque rechazaron a Dios y a su Reino, mediante libre e irrevocable elección, dando así origen al infierno.

desobedeciéndole quizo “ser como Dios”. El hombre, tentado por el diablo, dejó apagarse en su corazón la confianza hacia su Creador desobedeciéndole quizo “ser como Dios”. Así Adán y Eva perdieron inmediatemente para sí y para todos sus descendientes, la gracia de la santidad y de la justicia iniciales.

El pecado original, con el que todos nacemos, es el estado de privación de la santidad y la justicia originales. Es un pecado “contraído” no “cometido”. Es una condición de nacimiento y no un acto personal. Se transmite por propagación”. Esto es un misterio.

Como consecuencia del pecado original la naturaleza humana, aún sin estar totalmente corrompida, se halla herida en sus propias fuerzas naturales. Sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al poder de la muerte e inclinada al pecado. Esta inclinación al mal se llama concupiscencia.

Dios no ha abandonado al hombre al poder de la muerte. Le predijo que el mal sería vencido y el hombre levantado de la caída. Se trata del primer anuncio del Mesías Redentor. Por ello la caída será llamada feliz culpa, porque “ha merecido tal y tan grande Redentor” ( Liturgia de la Vigilia Pascual ).

Presentación realizada por Violeta Vázquez para www.oracionesydevociones.info