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La Alemania nazi.

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Presentación del tema: "La Alemania nazi."— Transcripción de la presentación:

1 La Alemania nazi

2 Hasta las elecciones de septiembre de 1930, en las que el Partido Nacional-socialista obtuvo un éxito tan clamoroso como inesperado, muy pocos fuera de Alemania y no todos en la misma Alemania estaban al corriente de la existencia o conocían el nombre de Adolf Hitler, un ex combatiente condecorado de la guerra que en la política había encontrado la realización personal que había estado buscando en la actividad artística durante su inquieta juventud en Viena.

3 Tras trasladarse a Munich, se había puesto a la cabeza, en febrero de 1920, de un pequeño grupo extremista de derecha fundado por el herrero Antón Drexler estrenando así su carrera política. Su primera iniciativa fue la de cambiar el nombre del partido en Partido Obrero Alemán Nacionalsocialista y redactar un programa en el que, conforme a la nueva denominación del partido, elementos “socialistas” como la nacionalización de todas las empresas de carácter monopolista se entremezclaban con elementos de carácter nacional, como la abrogación del tratado de Versalles y la formación de un gran Alemania.

4 La primera salida pública del nuevo partido tuvo lugar en 1923, en la atmósfera cadente que siguió a la ocupación francesa del Ruhr y al estallido de la hiperinflación, cuando Hitler organizó y promovió en Munich un Putsch que hubiera tenido que ser el punto de partida de una marche sobre Berlín, como la de Mussolini sobre Roma.

5 Pero al fallarse los apoyos políticos y militares con los que contaba, el
intento – pasado a la historia con el nombre del Putsch de la cervecería- fracasó miserablemente y Hitler fue detenido

6 De hecho, sólo pasó en la cárcel nueves meses, durante los cuales escribió la primera parte de su Mein Kampf (Mi lucha).

7 Los ambiciosos proyectos que perseguía hubiesen sido irrealizables y el partido de Hitler se hubiese quedado como una reliquia de la posqguerra si la gran depresión no hubiese de nuevo precipitado a Alemania en la atmósfera de radicalización y exasperación propia de la posguerra.

8 En este clima de total convulsión las consignas más extremistas se hacían creíbles y los nazis se convertían en un poderoso polo de atracción para los rencores y las frustraciones de los que habían conocido los tiempos amargos de la posguerra y de la inflación y para las aspiraciones de muchos jóvenes que sólo conocían la desolación del presente y esperaban una regeneración.

9 Los meses que mediaron entre julio de 1932 y enero de 1933 se caracterizaron por una actividad política intensa e incluso frenética. Los alemanes fueron llamados dos veces a las urnas. En realidad, este sucederse de elecciones y gobiernos no era sino el indicio de cómo los mecanismos de la democracia weimariana ya giraban en el vacío, casi una pantomima a la espera de que el telón bajara definitivamente.

10 El 30 de enero 1933 Hitler asumía el cargo de canciller, con Von Papen como vicecanciller. Del nuevo gobierno formaban parte sólo dos ministros nazis y Hitler había tenido que comprometerse a despachar sólo en presencia del vicecanciller. De este modo el presidente y sus consejeros pensaban tenerlo controlado y esperaban a que su popularidad se deshinchara y a que quedara claro que no podía cumplir con sus promesas demagógicas para liberarse de él.

11 Muchos comunistas, por ejemplo, creían que el ascenso de Hitler al poder era una etapa necesaria en el camino de la instauración de la dictadura del proletariado. Cuando, tras la llegada de Hitler al poder, los comunistas lanzaron el llamamiento a la huelga general, ya habían perdido su credibilidad y su invitación no fue secundada por los socialdemócratas.

12 En las negociaciones para formar su gobierno, Hitler, había obtenido que en breve término se celebrasen nuevas elecciones, confiando en el efecto de arrastre que tendría su ascenso al poder. La fecha se fijó en el 5 de marzo y la campaña electoral estaba en pleno desarrollo cuando la noche del 27 de febrero el edificio del Reichstag (parlamento) fue destruido en un incendio. Cualquiera que fuese el que prendió el fuego, si el desequilibrado holandés que fue detenido o, más probablemente, una unidad de las SA, lo cierto es que esta circunstancia brindada a Hitler la ocasión para reforzar su poder personal y dar otro apretón de tuercas. La responsabilidad se dejó recaer sobre los comunistas y cuatro mil de ellos fueron detenidos.

13 Al día siguiente al incendio del parlamento, Hindenburg (presidente de Alemania), firmaba un decreto “en defensa del pueblo alemán” que suspendía todos los derechos y las libertades constitucionales y prescribía la pena de muerte por una serie de atentados contra el estado. En esta atmósfera de terror se celebraron las elecciones del 5 de marzo.

14 Los nazis con el 43,9% de los votos, y los partidos de derechas aliados obtuvieron la mayoría absoluta, pero no la de dos tercios necesaría para reformar la constitución y atribuir a Hitler los poderes absolutos que reclamaba. Pero igualmente alcanzó su objetivo gracias a la anulación de la elección de los 81 diputados comunistas y a la debilidad del Zentrum. Así termina la republica de Weimar.

15 Los partidos, desde los comunistas hasta los nacionalistas, fueron disueltos, con la obvia excepción del partido nacionalsocialista, que en julio se convirtió en el único partido legal; los sindicados fueron unificados en el DAF (Frente alemán de los trabajadores); en la s universidades los rectores también fueron nombrados desde arriba; la prensa y los demás medios de comunicación fueron puestos bajo el estricto control de un ministerio de nueva formación: ministerios para la información popular y la propaganda, encabezado por Joseph Gobbels.

16 En cuanto a la Iglesia católica las relaciones con ella fueron reguladas por un tratado entre el Reich y la Santa Sede en julio de 1933, según el cual, como en el concordato italiano de 1929, ésta se comprometía a no interferir en la vida política a cambio de garantías acerca de la libertad de culto y de las escuelas católicas. La interpretación y la aplicación de estas garantías por parte de las autoridades nazis no tardó en revelarse muy restrictiva y en marzo de 1937 Pío XI formuló su protesta en la encíclica Mit brennender Sorge (con viva preocupación) en la que se denunciaban no sólo las violaciones del tratado, sino también la ideología racista y las persecuciones de los judíos.

17 Pero existía una institución que, por su prestigio y por su fuerza no podía ser ideológicamente nazi, el ejército. Si entre los jóvenes oficiales había muchos simpatizantes del nazismo, los altos mandos seguían fieles al principio del apoliticismo de la Wermach como un cuerpo separado, auténtico estado dentro del estado.

18 Además, algunos de ellos, como el general Von Seeck, futuro jefe de estado mayor, o el coronel Von Stauffenberg, quien en julio de 1944 protagonizará un atentado contra Hitler, pensaban que el ejército tenía el deber moral de oponerse al gobierno en caso de que resultase claro que éste arrastraba al país a la ruina.

19 En todo caso era general la preocupación por la creciente intromisión de las SA, integradas por un millón de hombres y con un personaje como Erich Rohm, que no ocultaba sus ambiciones políticas e invocaba una segunda revolución.

20 En la madrugada del 30 de junio de 1934, unidades de la policía y de las SS, un cuerpo de incondicionales nacido en origen como guardia personal del Fuhrer, tomaron por sorpresa y mataron a Rohm y un número indeterminado de sus seguidores. Pocas semanas más tarde, el 2 de agosto, moría Hindemburg y Hitler convocaba un plebiscito para pedir la unificación de los cargos de canciller y presidente, obteniendo una mayoría aplastante.

21 Ahora era, más que nunca, el Fuhrer y con este título, además del comandante en jefe de las fuerzas armadas, la Wermacht, en aquel mismo día del 20 de agosto, le juró fidelidad. Por su parte, él se comprometió, con una carta dirigida al ministro de la Guerra, a reconocer en la Wermacht la única fuerza armada de la nación. Sin embargo, ello no le impidió mantener vivas y en servicio a las SS y posteriormente potencias a sus efectivos.

22 El ascenso de Hitler al poder coincidió con el principio de la superación de la depresión. En enero de 1933 el número de los desempleados era todavía espantosamente alto, pero ya a finales del año había comenzado a descender. También la producción industrial daba señales de recuperación.

23 A medida que el nivel de la vida económica se reanimaba, también aumentaba la necesidad de materias primas – petróleo en primer lugar- de la que Alemania carecía. También desde el punto de vista alimentario, el país no era del todo autosuficiente. La balanza comercial, que hasta 1932 había permanecido ampliamente en activo, registró, a partir del primer cuadrimestres de 1934, una creciente pasividad.

24 El nuevo ministro de la economía Schacht inaugura el Neuer Plan (nuevo plan que retoma el new deal de Roosevelt) que consistía esencialmente en un intento de reglamentar el comercio exterior: Alemania importaría sólo de aquellos países que estuviesen dispuestos a importar a su vez mercancías alemanas, según un criterio de compensación. Acuerdos satisfactorios de compensación se estipularon también con Inglaterra y con Francia y se abren nuevos mercados en Latinoamérica y países balcánicos.

25 Hitler se negó a elegir entre “mantequilla y cañones”, en el sentido de que quiso las dos cosas. A partir de 1936, los gastos en armamentos conocieron un drástico incremento, pasando de cuatro mil millones de marcos a en 1938 y en octubre de 1936 se promulgó un plan cuatrienal que tenía el objetivo de realizar un ambicioso programa de expansión económica orientada al rearme, cuya realización se confió a Goring, al que se otorgaron poderes muy amplios.

26 Mientras, los trabajadores, en particular los especializados continuaron percibiendo salarios adecuados y en disfrutaron de sus vacaciones pagadas en cruceros organizados de la organización recreativa del DAF. En 1937 arrancó la producción del Volkswagen y para muchos alemanes poseer un automóvil pareció un objetivo al alcance de la mano.

27 El desempleo había bajado hasta un nivel insignificante y a pesar de los prejuicios antifeministas del régimen, la misma ocupación femenina había aumentado. La gente volvía a tener confianza y volvía a tener hijos: Alemania fue el país “blanco” que conoció en los años treinta el mayor incremento demográfico. En suma: había mantequilla y cañones.

28 La idea de una expansión hacia el este, mucho más allá de los territorios perdidos en Versalles, era su Leitmotiv. Para conseguir este objetivo era necesario, sin embargo, desvincularse de las obligaciones y los condicionamientos internacionales a los que Alemania estaba sometida. El primer paso en este camino fue la decisión de abandonar la conferencia del desarme.

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30 En ese momento, a raíz de la llegada del nazismo al poder en Alemania y a pesar de las rencillas pasajeras entre Hitler y Mussolini, el fascismo había dejado de ser un fenómeno italiano para convertirse en un fenómeno internacional.

31 Partidos y movimientos fascistas o profascistas se habían formado e iban consolidándose en muchos países europeos: en Austria, en los países de la Europa oriental, en Bélgica, en Francia, en España con la Falange de José Antonio Primo de Rivera, en Finlandia y en la misma Inglaterra con Mosley.

32 Paralelamente el antifascismo se convirtió en un fenómeno internacional, una orientación general en la que se reconocían y convergían no sólo los partidos de la izquierda obrera, sino también amplios sectores de la opinión pública europea e internacional.

33 La instauración del nazismo en Alemania estuvo en el origen de una de las mayores migraciones de intelectuales de la historia contemporánea. Una de sus consecuencias fue la disgregación de lo que quedaba de la comunidad científica que la primera guerra mundial había puesto en crisis, pero no destruido.

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