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La Iglesia celebra normalmente la fiesta de los santos el día de su nacimiento a la vida eterna, que es el día de su muerte en el caso de san Juan se.

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Presentación del tema: "La Iglesia celebra normalmente la fiesta de los santos el día de su nacimiento a la vida eterna, que es el día de su muerte en el caso de san Juan se."— Transcripción de la presentación:

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2 La Iglesia celebra normalmente la fiesta de los santos el día de su nacimiento a la vida eterna, que es el día de su muerte en el caso de san Juan se celebran los dos: el nacimiento, el 24 de junio, y su martirio, el 29 de agosto.

3 La vida del Precursor está cuajada de milagros aun antes de nacer: -Milagro dentro de la esterilidad y ancianidad de sus padres. - Otro prodigio: El anciano Sacerdote duda de la veracidad de cuanto le dice el Arcángel San Gabriel de parte de Dios y queda mudo... hasta el día del nacimiento del Bautista que se le suelta su lengua y comienza a alabar a Dios que ha hecho maravillas. -Pero antes de este segundo milagro existió otro, el único acaecido a los hijos de mujer: Fue santificado en el mismo seno de su madre al recibir la visita de su primo que será el mismo Salvador de la humanidad y que está recién encarnado en el seno de María, prima de su madre Isabel. "En cuanto oí tus palabras, dice Isabel a María, el niño saltó de alegría en mi vientre". Por ello bien podía su padre Zacarías, lleno del Espíritu Santo cantar, con gozo, y profetizar lo que sería aquel hijo suyo: "Tú, hijo mío, serás llamado Profeta del Altísimo; porque irás ante la faz del Señor para preparar sus caminos y anunciar a su pueblo la nueva de la redención de sus pecados".

4 Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La ley y los profetas llegaron hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo. Porque personifica lo antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre. Aún no ha nacido y, al venir la Virgen María, salta de gozo en las entrañas de su madre. Con ello queda ya señalada su misión, aun antes de nacer; queda demostrado de quién es precursor, antes de que él lo vea.

5 Isabel, la prima de la Virgen María estaba casada con Zacarías, de la familia de Abías quien era sacerdote, servía a Dios en el templo y esperaba la llegada del Mesías que Dios había prometido a Abraham. No habían tenido hijos, pero no se cansaban de pedírselo al Señor. Vivían de acuerdo con la ley de Dios vivían en Ain-Karem, cerca de Hebrón, en las montañas de Judea. Un día, en el templo, cuando iba a quemar el incienso ante el altar, resplandeciente de oro y de lámparas ardientes, esperaba con el incienso en las manos, a que sonara la trompeta. Cuando sonó, vació el incienso de la caja de oro y le sorprendió una aparición misteriosa. Entre tanto, el pueblo se impacientaba. Esta ceremonia se realizaba dos veces cada día, pero los judíos asistían siempre desde los pórticos con una secreta inquietud, porque el sacerdote que entraba en el santuario era su representante, y el incienso representaba sus oraciones.

6 Con emoción siempre nueva aguardaban el momento en que el sacerdote salía y los levitas entonaban los himnos sagrados, y la música del templo se juntaba a sus voces, formando una sinfonía que resonaba en las plazas de la ciudad. Pero ahora la nerviosidad era mayor que nunca; nunca habían tenido que esperar tanto; ningún sacerdote había tardado tanto tiempo en presentar su ofrenda. Al fin, Zacarías se presenta en la puerta: viene pálido, mudo, lleno de turbación y de miedo. Todo indica que una escena terrible se ha desarrollado allá dentro. Nada quiso decir entonces; pero más tarde, cuando recobró el uso de la lengua, contó esta historia maravillosa:

7 Acababa de entrar en el Santo, cuando a la derecha del altar, envuelto entre nubes de incienso, sintió batir de alas: un ángel acababa de aparecer delante de él. Lleno de espanto, empezó a temblar, pero oyó una voz que le decía: «No temas, Zacarías; tu oración ha sido escuchada; tu mujer, Isabel, concebirá un hijo, a quien pondrás el nombre de Juan. Será grande delante del Señor, y el Espíritu Santo lo llenará desde el seno de su madre.» Zacarías no podía dar fe a las palabras del ángel; aquello era imposible: la nieve cubría su cabeza, y el rostro de Isabel estaba ya arrugado y apergaminado. «¿Cómo puedo creer lo que me dices?», exclamó, al fin. Para convencerle, el ángel se descubrió: «Yo soy Gabriel—le dijo—, uno de los espíritus que asisten delante de Dios. Y he aquí que, en castigo de tu incredulidad, permanecerás mudo y no podrán hablar hasta el día en que todas estas cosas se realicen.»

8 Este silencio de Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquel a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz pasajera, Cristo la palabra eterna desde el principio.

9 La Virgen María, al enterarse de la noticia del embarazo de Isabel, fue a visitarla. Y en el momento en que Isabel oyó el saludo de María, el niño saltó de júbilo en su vientre. Éste es uno de los muchos gestos de delicadeza, de servicio y de amor que tiene la Virgen María para con los demás. Antes de pensar en ella misma, también embarazada, pensó en ir a ayudar a su prima Isabel. Jesús permaneció con él tres meses; uno y otro estaban encerrados en el tabernáculo materno. Juan adoraba constantemente a su Dios, y lo sentía tras el velo que lo separaba de El. Uníos a esta tan buena adoración de San Juan, tan viva y tan sentida, no obstante los velos y las paredes que lo separan de nuestro Señor: Senseras Regem thalamo manentem.

10 «Querían ponerle el nombre de su padre: Zacarías». La circuncisión se llevaba a cabo al octavo día del nacimiento, así lo exigía la ley. Y a la circuncisión va ligada la elección y la imposición del nombre, derecho que corresponde al padre y a la madre, aunque también los parientes y vecinos podían tomar parte en la deliberación. Pero Isabel interviene diciendo, se llamará "Juan“ se interpreta “Yahvé es favorable” “Yahvé ha recordado” como el ángel había encargado a Zacarías. Extrañó este nombre por no haber nadie en la familia que se llamase así.

11 Ante esta pequeña disputa interviene Zacarías que pide una «tablilla» recubierta de cera y escribe que ha de llamarse Juan. Y al punto recobró su voz y “bendijo al Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo con una fuerza de salvación, como lo habían anunciado los profetas; por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto”. Los vecinos y parientes desbordaban de alegría, porque el Señor había manifestado su misericordia, y en las montañas de Judea, resonaba el interrogante: "¿Qué va a ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él".

12 Venían hacia él los habitantes de Jerusalén y Judea y los de la región del Jordán. Juan bautizaba en el río Jordán y la gente se arrepentía de sus pecados. Predicaba que los hombres tenían que cambiar su modo de vivir para poder entrar en el Reino que ya estaba cercano. Juan creció muy cerca de Dios. Cuando llegó el momento, anunció la venida del Salvador, predicando el arrepentimiento y la conversión y bautizando en el río Jordán. La entera vida de Juan está determinada por su ministerio. "Entre los nacidos de mujer, nadie hay mayor que Juan el Bautista", dijo una vez Jesús. Como vestido sólo llevaba una piel de camello, y como alimento, aquello que la Providencia pusiera a su alcance: frutas silvestres, raíces, y principalmente langostas y miel silvestre. Solamente le preocupaba el Reino de Dios.

13 Juan pasó toda su vida señalando al Cordero que quita los pecados del mundo. Reconoció siempre la grandeza de Jesús, del que dijo no ser digno de desatarle las correas de sus sandalias, al proclamar que él debía disminuir y Jesús crecer porque el que viene de arriba está sobre todos. Todo él es una pura referencia a Cristo: cada una de sus palabras, de sus acciones, su ser entero, su vida, no se explica ni se entiende sin Cristo. El Señor espera de cada uno de nosotros que también seamos como el Bautista: ser testigos de Cristo viviendo en la verdad de su palabra; transmitir esta verdad a quien no la tiene, por medio de nuestra palabra y ejemplo de vida; a ser piedras vivas de la Iglesia.

14 Los archivos del mes puedes descargarlos en: http://siembraconmigo.blogspot.com/ Si deseas recibir archivos de Espiritualidad Católica envía un correo sin asunto y sin texto a: siembra_amor+subscribe@googlegroups.com Servicio Gratuito


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