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“La cabra” Miguel-A. Dedicado a mi amiga Rafi, (de Jaen). 137 seg. (M. Escobar)

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Presentación del tema: "“La cabra” Miguel-A. Dedicado a mi amiga Rafi, (de Jaen). 137 seg. (M. Escobar)"— Transcripción de la presentación:

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2 “La cabra” Miguel-A. Dedicado a mi amiga Rafi, (de Jaen). 137 seg. (M. Escobar)

3 En la llamada prensa del corazón (incluidos algunos programas de televisión) se presenta una oposición que me hace mucha gracia: vida pública, y vida privada. Hablan de esto, como si entre ambas vidas hubiera una frontera tan bien definida como entre la vida terrena y la conocida como vida eterna (postmorten). No sé con exactitud qué es la vida pública, pero si estas revistas y programas eliminasen emitir cualquier atisbo de intimidad... no se estrenarían vendiendo.

4 Lo que realmente ocurre es que para algunos, la ética ha pasado a mejor vida en favor de la ley de la oferta y la demanda: Todo les parece válido con el fin de cosechar buenos resultados económicos. En fin, no vendo prensa (ni amarilla, ni de otro color). Con mis divagaciones no pretendo que se compre, o deje de comprar. Simplemente contaré un chiste sin pretensiones moralistas.

5 Cuentan... que un campesino jubilado decidió ir a la ciudad a pasar unos días con sus hijos. El cuidado de los perros y de los gatos se lo encargó a la única vecina del pueblo, a quien también dejó la llave de casa. ¿Pero, la cabra?. La cabra estaba en plena lactación, y había que retirarla a diario el reteso. Y la vecina había dicho: - Mira Andrés, tú sabes que yo te cuido lo que quieras, pero de ordeñar, nada. A mis 91 años, el reuma no me permite hacer esas cosas. Por eso, decidió llevarse la cabra a la ciudad. ¡Allá se fue con ella!.

6 En el mismo departamento del tren viajaba una señora, de mediana edad, con un perrito. Aquella señora llevaba el perro debajo del brazo, y no cesaba de hablarle. Cuando, en una ocasión, salió del departamento (presumiblemente al servicio) dejó su monedero sobre el asiento, pero no abandonó al perrito.

7 Mientras, en completo silencio, la cabra contemplaba el paisaje por la ventanilla del tren. En determinado momento, entró el revisor en el departamento, y pidió el billete a la señora. Y se lo picó con la maquinita. El revisor no hizo ninguna alusión al perrito. Seguidamente, el revisor se dirigió al campesino: - Oiga, Señor, ¿usted no sabe que las normas ferroviarias no permiten llevar aquí cabras?.

8 - ¿Qué cabra? -contestó el campesino con aires de despistado, y como no entendiendo nada-. Esto no es una cabra, esto es un perro. - ¡Cómo que eso es un perro! - replicó el revisor-. ¿Usted me toma por tonto!. ¡Si tiene unos cuernos enormes!. A lo cual, el campesino respondió: - Por favor, no sea usted grosero, y no se meta en la vida privada del animal: Lo que haya hecho o haya dejado de hacer la pareja de este pobre bicho, no es de su incumbencia...


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