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Presentación del tema: "Elige la velocidad de lectura"— Transcripción de la presentación:

1 Elige la velocidad de lectura
La máquina de maullar Elige la velocidad de lectura 90 palabras por minuto 120 palabras por minuto 150 palabras por minuto 180 palabras por minuto 210 palabras por minuto

2 Curso: 3º Lectura 3: La máquina de maullar Velocidad: 90 ppm
INICIO Trompo y Juli se pirraban por estar con el abuelo Nicomedes. Era un gran inventor y de cualquier cachivache era capaz de sacar un nuevo invento. Cuando sus nietos fueron a verlo, acababa de inventar la máquina de maullar. Con un fuelle viejo, una rueda de triciclo, una caja de cerillas, un globo y una mandarina había construido un artilugio rarísimo que estaba colocado sobre el alféizar de la ventana, y del cual salían unos maullidos suaves y zalameros. Cuando entraron, la máquina acababa de dar su primer maullido. Y de pronto, el abuelo, con los ojos relucientes de entusiasmo, y los niños embelesados, vieron cómo el viejo gato del abuelo que andaba paseando por el patio, se quedó parado, miró hacia la ventana y puso las orejas tiesas. Miró hacia todas partes, extrañado, pues no había otro gato por los alrededores, ¡y menos una gata! Porque aquellos maullidos, evidentemente, eran de gata. Poco a poco, se orientó hacia la ventana y se fue acercando. Cuando estuvo cerca, los niños vieron que la cara huraña del gato amargado y gruñón se iluminaba. De un torpe salto subió al alféizar, recostó su lomo contra el quicio de la ventana, y cerrando los ojos, se dejo arrullar por los seductores maullidos que salían del invento.

3 Curso: 3º Lectura 3: La máquina de maullar Velocidad: 120 ppm
INICIO Trompo y Juli se pirraban por estar con el abuelo Nicomedes. Era un gran inventor y de cualquier cachivache era capaz de sacar un nuevo invento. Cuando sus nietos fueron a verlo, acababa de inventar la máquina de maullar. Con un fuelle viejo, una rueda de triciclo, una caja de cerillas, un globo y una mandarina había construido un artilugio rarísimo que estaba colocado sobre el alféizar de la ventana, y del cual salían unos maullidos suaves y zalameros. Cuando entraron, la máquina acababa de dar su primer maullido. Y de pronto, el abuelo, con los ojos relucientes de entusiasmo, y los niños embelesados, vieron cómo el viejo gato del abuelo que andaba paseando por el patio, se quedó parado, miró hacia la ventana y puso las orejas tiesas. Miró hacia todas partes, extrañado, pues no había otro gato por los alrededores, ¡y menos una gata! Porque aquellos maullidos, evidentemente, eran de gata. Poco a poco, se orientó hacia la ventana y se fue acercando. Cuando estuvo cerca, los niños vieron que la cara huraña del gato amargado y gruñón se iluminaba. De un torpe salto subió al alféizar, recostó su lomo contra el quicio de la ventana, y cerrando los ojos, se dejo arrullar por los seductores maullidos que salían del invento.

4 Curso: 3º Lectura 3: La máquina de maullar Velocidad: 150 ppm
INICIO Trompo y Juli se pirraban por estar con el abuelo Nicomedes. Era un gran inventor y de cualquier cachivache era capaz de sacar un nuevo invento. Cuando sus nietos fueron a verlo, acababa de inventar la máquina de maullar. Con un fuelle viejo, una rueda de triciclo, una caja de cerillas, un globo y una mandarina había construido un artilugio rarísimo que estaba colocado sobre el alféizar de la ventana, y del cual salían unos maullidos suaves y zalameros. Cuando entraron, la máquina acababa de dar su primer maullido. Y de pronto, el abuelo, con los ojos relucientes de entusiasmo, y los niños embelesados, vieron cómo el viejo gato del abuelo que andaba paseando por el patio, se quedó parado, miró hacia la ventana y puso las orejas tiesas. Miró hacia todas partes, extrañado, pues no había otro gato por los alrededores, ¡y menos una gata! Porque aquellos maullidos, evidentemente, eran de gata. Poco a poco, se orientó hacia la ventana y se fue acercando. Cuando estuvo cerca, los niños vieron que la cara huraña del gato amargado y gruñón se iluminaba. De un torpe salto subió al alféizar, recostó su lomo contra el quicio de la ventana, y cerrando los ojos, se dejo arrullar por los seductores maullidos que salían del invento.

5 Curso: 3º Lectura 3: La máquina de maullar Velocidad: 180 ppm
INICIO Trompo y Juli se pirraban por estar con el abuelo Nicomedes. Era un gran inventor y de cualquier cachivache era capaz de sacar un nuevo invento. Cuando sus nietos fueron a verlo, acababa de inventar la máquina de maullar. Con un fuelle viejo, una rueda de triciclo, una caja de cerillas, un globo y una mandarina había construido un artilugio rarísimo que estaba colocado sobre el alféizar de la ventana, y del cual salían unos maullidos suaves y zalameros. Cuando entraron, la máquina acababa de dar su primer maullido. Y de pronto, el abuelo, con los ojos relucientes de entusiasmo, y los niños embelesados, vieron cómo el viejo gato del abuelo que andaba paseando por el patio, se quedó parado, miró hacia la ventana y puso las orejas tiesas. Miró hacia todas partes, extrañado, pues no había otro gato por los alrededores, ¡y menos una gata! Porque aquellos maullidos, evidentemente, eran de gata. Poco a poco, se orientó hacia la ventana y se fue acercando. Cuando estuvo cerca, los niños vieron que la cara huraña del gato amargado y gruñón se iluminaba. De un torpe salto subió al alféizar, recostó su lomo contra el quicio de la ventana, y cerrando los ojos, se dejo arrullar por los seductores maullidos que salían del invento.

6 Curso: 3º Lectura 3: La máquina de maullar Velocidad: 210 ppm
INICIO Trompo y Juli se pirraban por estar con el abuelo Nicomedes. Era un gran inventor y de cualquier cachivache era capaz de sacar un nuevo invento. Cuando sus nietos fueron a verlo, acababa de inventar la máquina de maullar. Con un fuelle viejo, una rueda de triciclo, una caja de cerillas, un globo y una mandarina había construido un artilugio rarísimo que estaba colocado sobre el alféizar de la ventana, y del cual salían unos maullidos suaves y zalameros. Cuando entraron, la máquina acababa de dar su primer maullido. Y de pronto, el abuelo, con los ojos relucientes de entusiasmo, y los niños embelesados, vieron cómo el viejo gato del abuelo que andaba paseando por el patio, se quedó parado, miró hacia la ventana y puso las orejas tiesas. Miró hacia todas partes, extrañado, pues no había otro gato por los alrededores, ¡y menos una gata! Porque aquellos maullidos, evidentemente, eran de gata. Poco a poco, se orientó hacia la ventana y se fue acercando. Cuando estuvo cerca, los niños vieron que la cara huraña del gato amargado y gruñón se iluminaba. De un torpe salto subió al alféizar, recostó su lomo contra el quicio de la ventana, y cerrando los ojos, se dejo arrullar por los seductores maullidos que salían del invento.


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