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Publicada porMontserrat de la Cruz Núñez Modificado hace 9 años
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Cultivar la conciencia de que los discípulos de Jesús podemos ir haciendo crecer el Reino de Dios en nosotros… cuando practicamos la compasión misericordiosa. OBJETIVO DEL TEMA:
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VER CON LOS OJOS DEL PADRE
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Ema era una joven ciega que se odiaba a sí misma, y a todo el mundo, por ser ciega. Odiaba a todos, menos a su novio que la quería mucho. Un día consiguió un par de ojos sanos. La operaron y pudo ver. Al salir del hospital, ya restablecida, su novio Omar, llevando un hermoso ramo de rosas y el anillo de compromiso, le preguntó si se casaría con él. Ella le respondió que no, porque al mirarlo se dio cuenta que él era ciego. Omar, muy triste, la comprendió y se despidió de su vida. En su partida le dejó esta nota: Tan solo te pido que cuides muy bien mis ojos… pues te los regalé y ahora son los tuyos. Te amo. En silencio rogamos al Señor que nos regale el don de la valentía de Omar para Sentir Compasión y el pundonor para Actuar como él, ante las necesidades de los que sufren. Después de saludarnos cálidamente y ofrecer creativamente nuestra reunión al Señor, recordamos los compromisos del día de ayer. Luego leemos este hecho:
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En esta nuestra sociedad, tan lastimada por tantas heridas que la tienen como ciega… (por la injusta desigualdad económica, por la corrupción política, por la manipulación cultural, por la religiosidad desligada de la vida…), hacemos falta hombres y mujeres creyentes capaces de testimoniar nuestra Fe con acciones valientes. Luego nos hacemos estas preguntas para responderlas entre todos: ¿Qué te parece este hecho? ¿Qué te llama más la atención? ¿Lo que hizo Ema? ¿Lo que hizo Omar? ¿Por qué? ¿En tu comunidad conoces casos como este? ¿Cómo has reaccionado Tú? ¿Cómo han reaccionado los demás? ¿Qué es para ti la compasión? ¿Cómo se manifiesta? ¿Es posible hoy ser compasivos?
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JUZGAR CON LOS CRITERIOS DEL HIJO
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Los otros son importantes para mí porque me ayudan a ser mejor a través de su compañía, consejos, correcciones, etc. pues entre más sólidos sean los vínculos en la relación interpersonal más fuerte será la fraternidad construida por ambas partes. “Dar un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente para que todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis” (EG 99). Nos preparamos para escuchar la Palabra del Señor, cantando: “TU PALABRA ME DA VIDA”. Hacemos la Lectura de LUCAS 10, 29 – 37. (Ojalá todos tengamos el texto) Al terminar guardamos silencio. Y cantamos: “EL QUE ESCUCHA MI PALABRA…” LUCAS 10, 29-37: Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dió un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dió un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dió al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.“ ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.»
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Los otros son importantes para mí porque me ayudan a ser mejor a través de su compañía, consejos, correcciones, etc. pues entre más sólidos sean los vínculos en la relación interpersonal más fuerte será la fraternidad construida por ambas partes. “Dar un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente para que todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis” (EG 99). Leemos otra vez el texto muy despacio. Y subrayamos lo que nos toque el corazón, para compartirlo con los hermanos y hermanas. Pueden ayudarnos estas preguntas: ¿En tu camino de cada día te has encontrado con gentes que sufren: postradas, enfermas, pobres, humilladas, solas, golpeadas, abandonadas a su suerte, sin que nadie se ocupe de ellas? ¿Puedes poner algunos casos que suceden en tu comunidad? ¿Qué has hecho? ¿Pasas de largo o das un rodeo como el sacerdote y el levita? Ellos iban dispuestos a atender las funciones de su mundo religioso. ¿Te pareces a ellos? ¿Quién era aquel hombre samaritano que aparece después? ¿Qué hizo él? ¿Puedes resumir los pasos que dio y las actitudes que tuvo para hacerlo? ¿Se te antoja ser como él? ¿Qué hacía Jesús ante los sufrimientos de los demás? ¿Recuerdas otros hechos suyos? Si Jesús le dijo al Maestro de la Ley: “¡Vete y haz tú lo mismo!” ¿Crees que también te lo dice a Ti? ¿Qué sientes ante esta invitación? ¿Qué siento yo? ¿Qué sentimos todos? ¿Nos hemos preguntado en serio alguna vez: quién es mi prójimo? ¿Nos atreveríamos a vivir pendientes de los sufrimientos de los demás para aliviarlos? ¿Tú y Yo, Nosotros… qué podemos hacer en nuestra comunidad?
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Por eso nuestra mayor tentación es vivir lejos del mundo real donde la gente lucha, trabaja y sufre, aparentando santidad. Si el culto sagrado y nuestras prácticas religiosas nos alejan de los que sufren, no somos discípulos de Jesús, sino de los dioses del mundo.
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La compasión misericordiosa a veces la reducimos a un sentimiento sensible para tranquilizar nuestra conciencia. A veces ayudamos a los necesitados como por no dejar, creyendo que somos virtuosos. Pero nos engañamos.
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Algunos de nosotros todavía creemos que Dios es la causa del sufrimiento que hay en el mundo. Otros creemos que El permite que nosotros suframos y que eso es bueno para nuestra salvación. Pero Jesús nos revela que Dios sufre con nosotros. Esta es la novedad maravillosa. Dios no es indiferente a nuestro sufrimiento. Dios sufre con el que sufre. Y nos habla desde las víctimas inocentes para movernos a la compasión.
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La compasión misericordiosa es la única actitud evangélica del corazón que nos lleva a actuar eficazmente ante el sufrimiento de los demás. Nosotros pertenecemos a Jesús y al Dios de la Vida. Queremos ser SAMARITANOS, sin discriminar a nadie, sin dar rodeos ante los que sufren, sin dejar de ayudar a los que padecen heridas físicas, morales o espirituales.
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Nosotros, sus seguidores, sus discípulos, sus misioneros, podemos colaborar con él en su proyecto del Reino, ayudándole a construir un mundo nuevo, más justo y más humano para todos como alternativa ante el Imperio que genera muerte. Jesús nos enseña que Dios, Padre Suyo y Padre Nuestro, tiene entrañas de madre. El actúa con ternura y compasión ante el sufrimiento de todos, especialmente de los más desprotegidos.
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Para acrecentar el Señorío de su Reinado, la fuerza que nos impulsa es la Compasión Misericordiosa. El pueblo judío actuaba conforme al código de la ley expresado en Levítico 19,2: “Sean santos porque yo, el Señor, su Dios, soy santo”. Tenía la imagen de un Dios que ama a su pueblo y es fiel a su alianza, pero que rechaza a los paganos, maldice a los pecadores y aparta a los impuros.
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Al Maestro de la ley, anclado en este código, sólo le interesaba saber a quién tenía obligación de amar y a quién excluir para heredar la vida eterna y lograr su propia salvación egoísta. A él no le interesaba conocer el sufrimiento de los demás porque no estaba dispuesto a aliviarlo. No conocía la Compasión. A él no le dolía la aflicción de los demás.
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Jesús nos ha revelado a Nosotros, su Nuevo Pueblo, una imagen distinta de Dios que es Padre Misericordioso, que abre sus brazos a todos los seres humanos. El Código de la Alianza de Amor se expresa en Lucas 6, 36: “Sean compasivos como su Padre es compasivo”.
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En este contexto, el sentido profundo de esta parábola es CAMINAR COMO EL SAMARITANO: con los ojos abiertos y el corazón disponible para ayudar de verdad y con amor a los necesitados. Esta es la conversión personal y pastoral que necesitamos.
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Aproximarnos más a las personas que vamos encontrando en el camino para hacernos prójimos unos de otros y ofrecernos amistad fraterna y ayuda solidaria. Lo demás son palabras, cuentos, teorías bonitas y buenas intenciones. Cuando nos atrevamos a actuar así, repicarán las campanas de la alegría de Dios en nosotros. Cuando encontremos el coraje de vivir así… saldremos de nuestra vida mediocre y gris para hacer maravillas y milagros de verdad.
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De aquí en adelante no demos rodeos ante los que nos resultan molestos e incómodos. No apresuremos el paso para no toparnos con los que nos agobian con sus problemas, penas y sinsabores. No digamos “estoy muy ocupado” para justificar nuestra huida ante las personas que nos necesitan.
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Todos somos compañeros de viaje. Todos somos frágiles. Todos nos necesitamos unos a otros. Si todos nos hacemos samaritanos y vivimos atentos a nuestros sufrimientos para aliviarlos, descubriremos un gusto y un sentido nuevos en nuestras vidas. Y según Jesús, recibiremos aquí el ciento por uno y después heredaremos la Vida Eterna.
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ACTUAR CON LA FUERZA DEL ESPÍRITU SANTO
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La 5ª Línea de Acción de nuestro VI Plan Diocesano de Pastoral nos dice: ASUMIR EL COMPROMISO DE SOLIDARIDAD Y SALIDA A LAS PERIFERIAS EN EL ESPÍRITU DEL DISCÍPULO MISIONERO. Hoy el sufrimiento tiene muchos rostros en este nuestro mundo desordenado y dividido por la injusticia. Ríos de rostros anónimos abatidos por la violencia, el narcotráfico, la desnutrición, el abandono, la pobreza, la ignorancia, la corrupción, la falta de salud, vivienda y de trabajo bien remunerado… en tantas periferias geográficas: colonias marginadas, barrios olvidados, cinturones de miseria, centros de salud obsoletos e insuficientes, grupos de indigentes, de inmigrantes, de desempleados… (Cf. VI Plan, Diocesano de Pastoral, p. 104)
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También el sufrimiento tiene rostros muy conocidos en las periferias existenciales de nuestras propias comunidades: hombres y mujeres alcoholizados, jovencitas y jovencitos inducidos a la droga y a la prostitución, madres solteras, gentes en depresión, ancianos abandonados, personas desorientadas en cuanto a su género, obreros injustamente despedidos, familias desintegradas…
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En el número 113 de nuestro VI Plan Diocesano de Pastoral, se nos pone de manifiesto que el Papa Francisco invita a toda la Iglesia Misionera a “salir de la propia comodidad y a atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20). Cf. VI Plan Diocesano de Pastoral, p. 104
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También el número 34 señala un Hecho Englobante muy significativo: Una pastoral social que poco incide en la promoción de la persona y en la transformación de la realidad, inspirada en la Doctrina Social de la Iglesia. Y ante este vacío, el Reto nos ilumina: Potenciar los niveles asistencial, promocional y transformador de la pastoral Social, desde la doctrina social de la Iglesia. Leamos detenidamente estos números. Y ojalá nos animemos a actuar. Cf. VI Plan Diocesano de Pastoral, p.38
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Finalmente nos reunimos en grupos pequeños para buscar juntos un compromiso real que nos acerque como samaritanos a los que más sufren en nuestra comunidad. Puede ayudarnos, si no lo hemos hecho antes, repartir copias con las OBRAS DE MISERICORDIA y recitarlas pausadamente entre todos y llevarnos la tarea de aprenderlas y de ponerlas en práctica: Es interesante también descubrir aquí en nuestra comunidad, en toda la Iglesia Diocesana, y en la misma Sociedad Civil, los muchos espacios de servicio que tenemos. Enumeremos algunos.
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CELEBREMOS COMUNITARIAMENTE
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Podemos terminar compartiendo nuestros compromisos, ya todos reunidos, ante una imagen de Jesucristo el Señor y proclamando nuestra fe con velas encendidas: CREEMOS EN NUESTRO PADRE DIOS, Compasivo y misericordioso. CREEMOS EN JESUCRISTO, Nuestro hermano mayor, que nos transforma en hombres y mujeres nuevos, capaces de aliviar el sufrimiento. CREEMOS EN EL ESPÍRITU SANTO que nos impulsa a aproximarnos solidariamente a los más desprotegidos. CREEMOS EN MARÍA NUESTRA MADRE que nos acompaña y nos alienta en nuestra entrega generosa. CREEMOS EN LA IGLESIA, la comunidad de samaritanos, en la que Jesús sigue vivo y nos enseña a transformar el mundo en su Reino de Amor. CREEMOS EN LA GRACIA DE LOS SACRAMENTOS que nos liberan del mal y nos dan vida para comunicarla alegremente a los que sufren. CREEMOS, QUE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE, ESTÁ LA CASA DEL PADRE, que nos espera con sus brazos abiertos, para vivir eternamente felices en su corazón. Terminamos cantando “IGLESIA MISIONERA”, y nos invitamos a seguir participando.
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GRACIAS POR SU ATENCIÓN
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