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“Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos.

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3 “Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos a fin de que llevemos fruto para Dios” (Romanos 7:4)

4 Reconocer que la Ley de Dios es eterna y que la muerte de Jesús no la eliminó.
Percibir que necesitamos una relación correcta con Dios y su Ley. Aceptar que, mediante la muerte y la resurrección de Cristo, todos podemos ser victoriosos sobre la muerte, la cual es el resultado de la transgresión de la Ley.

5 La muerte de Jesús no destruyó la Ley, sino que pagó la penalidad del pecado, posibilitando una nueva relación con Dios y su Ley.

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7 Muertos a la Ley ¿Qué quiso decir Pablo en Romanos 7:1-6 al afirmar que estamos muertos a la Ley? Una interpretación literal del versículo 1 es: “Toda persona viva está bajo el dominio de la ley”. El énfasis no está en los muertos, sino en los vivos. El versículo 4 hace referencia a la muerte de una persona (el “viejo hombre”) a la Ley por medio del cuerpo de Cristo. Luego de la muerte del viejo hombre, quedamos libres para participar de una relación con el Cristo resucitado. Cuando la Ley domina en una persona viva, la Ley de Dios también debe gobernar la nueva unión (nuevo hombre + Cristo). Esta nueva relación con la Ley se concreta por medio de la fe en Cristo. Así, la Ley ya no condena, porque la nueva persona pertenece al Señor Jesucristo, aunque no está exenta de guardar la Ley.

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9 La ley del pecado y de la muerte
La Ley es descripta como santa, justa y buena (Romanos 7:12) y, al mismo tiempo, la “Ley del pecado y de la muerte” (8:2). La función de la Ley depende de la persona con la cual está vinculada. Es un instrumento de “pecado y de muerte” para aquél que tiene su mente dirigida hacia los deseos de la carne, o sea, los actos pecaminosos. Los que andan según la Ley, viven en armonía con la voluntad del Padre, pero para los que rechazan seguirla, la Ley se convierte en un instrumento de pecado y de muerte. A través de la Ley viene el conocimiento del pecado y es como un espejo que nos muestra nuestros pecados (Romanos 3:20; Santiago 1:23-25).

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11 El poder de la Ley ¿Cuáles son los efectos de la Ley sobre la persona que la transgrede? (Romanos 7:8-11) Genera condenación y culpa al transgresor, produciendo la muerte. Sin la Ley, no sabríamos se estamos o no haciendo la voluntad de Dios, o si nuestros actos son aceptables o no para Él. Todos los que creen pueden experimentar la victoria sobre la muerte (1 Corintios 15:54-58), la cual se produce a causa de la transgresión de la ley, puesto que “la paga del pecado es la muerte” (Romanos 6:23).

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13 La ley impotente ¿En qué modo la Ley puede ser poderosa e impotente? (Romanos 7:7; Gálatas 2:19-21) La Ley define el pecado, pero no perdona. Es capaz de convencer al pecador de sus pecaos, pero no puede hacerlo justo. La Ley nos muestra el pecado, pero no puede salvar. Si la Ley pudiera hacerlo, Jesús no hubiera necesitado morir en nuestro lugar. La Ley nos ayuda a ver los pecados, para que así vayamos a Jesús, quien es el que perdona y salva. La Ley obliga a aquél que descubre que es pecador, a reconocer que está contrariando la voluntad divina, y, por ello, transitando en el camino de la muerte.

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15 ¿Contra qué clase de maldición nos alerta la Ley? (Romanos 6:23)
La maldición de la Ley ¿Contra qué clase de maldición nos alerta la Ley? (Romanos 6:23) El ser humano nace en pecado, estamos contaminados, y nuestra justicia es como “trapo de inmundicia” (Isaías 64:6). Esta “maldición de la Ley” significa que todos naturalmente estamos bajo la maldición de la Ley, pues la paga del pecado es la muerte (Romanos 6:23). Nuestra esperanza se basa en la muerte de Cristo, quien nos rescató de la maldición de la Ley, haciéndose Él mismo maldición en nuestro lugar (Gálatas 3:13).

16 Cuando nuestros primeros padres pecaron, Dios podría haber abolido la Ley, eliminando con ello la penalidad de la transgresión. Sin embargo, ello hubiera significado una existencia miserable en una sociedad sin leyes. Entonces, Dios escogió enviar al Hijo como Sustituto. A través de su muerte, la humanidad puede relacionarse nuevamente con Dios. La Ley siempre sirvió como un sistema de alerta divino, acerca del peligro del problema del pecado en nuestra vida. Así, la Ley debe convencerme del pecado y conducirme a Jesús. La muerte de Cristo demostró la vigencia de la Ley de Dios, pues Él recibió la justa penalidad del pecado, conforme lo exigido por la Ley, en favor de todas las personas.

17 Adaptación gráfica y textos en español:
Coordinación: Departamento de Escuela Sabática de la Unión Sur de Brasil Textos: Pr. Marcos Aurélio da Costra Freires Evangelista asociado Misión del Oeste del Estado de Paraná (Brasil). Programación visual: Adaptación gráfica y textos en español: Rolando Chuquimia Distribución: RECURSOS ESCUELA SABÁTICA © Recursos Escuela Sabática


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