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Ciclo A Domingo XVII del Tiempo Ordinario

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Presentación del tema: "Ciclo A Domingo XVII del Tiempo Ordinario"— Transcripción de la presentación:

1

2 Ciclo A Domingo XVII del Tiempo Ordinario
«Vende todo lo que tiene y compra el campo»

3 Primera Lectura - I Reyes 3,5.7-12
3 Salomón amaba al Señor y caminaba según las prescripciones de su padre David. Sin embargo, ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los lugares altos. 5 En Gabaón, el Señor se apareció a Salomón en un sueño, durante la noche. Dios le dijo: «Pídeme lo que quieras». 7 Señor, Dios mío, has hecho reinar a tu servidor en lugar de mi padre David, a mí, que soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo. 8 Tu servidor está en medio de tu pueblo, el que tú has elegido, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular. 9 Concede entonces a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo?». 10 Al Señor le agradó que Salomón le hiciera este pedido, 11 y Dios le dijo: «Porque tú has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni riqueza, ni la vida de tus enemigos, sino que has pedido el discernimiento necesario para juzgar con rectitud, 12 yo voy a obrar conforme a lo que dices: Te doy un corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido nadie como tú antes de ti, ni habrá nadie como tú después de ti. Palabra de Dios Te alabamos Señor

4 «Pediste discernimiento»
Estamos en los mismísimos comienzos del reinado de Salomón que es joven y le falta experiencia. El reino que ha heredado tiene cierta extensión y el pueblo no fácil de gobernar porque guarda especial relación con Dios que puede intervenir en cualquier momento de su vida y echarle en cara sus errores o caprichos, como lo hizo con su padre David.

5 Todo rey, en oriente, pide a la divinidad largo reinado, seguridad absoluta, dominio de los enemigos, esplendor, fuerza y poder. Salomón en cambio desea sabiduría, conocimiento, juicio, discernimiento del bien y del mal: acierto en el gobierno. Una petición digna del sabio Salomón. Hermosa petición. El esplendor y las riquezas, vendrán con la sabiduría deseada. La petición fue escuchada. Dios le concedió sabiduría, y tras ella largo reinado, brillante y pacífico. Las palabras de Salomón son la oración de un sabio. Dignas de imitación.

6 Salmo 119(118) 57.72.76-77.127-128.129-130 57 El Señor es mi herencia:
yo he decidido cumplir tus palabras. 72 Para mí vale más la ley de tus labios que todo el oro y la plata. 76 Que tu misericordia me consuele, de acuerdo con la promesa que me hiciste. 77 Que llegue hasta mí tu compasión, y viviré porque tu ley es toda mi alegría. 127 Por eso amo tus mandamientos y los prefiero al oro más fino. 128 Por eso me guío por tus preceptos y aborrezco todo camino engañoso. 129 Tus prescripciones son admirables: por eso las observo. 130 La explicación de tu palabra ilumina y da inteligencia al ignorante.

7 «¡Cuánto amo tu voluntad, Señor!»
Salmo interesante, aunque poco poético. De tono sapiencial. El autor canta de forma un tanto original las excelencias de la Ley. Canta y medita. Medita y suplica.

8 La composición anuncia y canta la perfección de la Ley.
Los versos, son sugestivos. Presentan una vasta gama de afectos. La Ley bendita hace bendito al hombre que la cumple.

9 Segunda Lectura Romanos 8,28-30
28 Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de los que lo aman, de aquellos que él llamó según su designio. 29 En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos; 30 y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que justificó, también los glorificó. Palabra de Dios Te alabamos Señor

10 «Nos predestinó a ser imagen de su Hijo»
San Pablo vuelve a recordar que el Espíritu de filiación habita en el cristiano y que éste es sostenido y alentado por aquél en sus relaciones de hijo: nos hace clamar a Dios ¡Padre! Estos son los que aman a Dios. Dios por su parte responde con una actitud paternal, de amor, hacia ellos: conduce todas las cosas para su bien.

11 con el Espíritu de lo alto, que precede a toda decisión personal.
Dios ha comenzado la obra: nos ha elegido. Signo de amor y predilección. No es el hombre quien toma la iniciativa, sino Dios. Dios nos ha elevado, movido por su amor. San Pablo emplea el término predestinó insistiendo en nuestra condición de amados, elegidos, llamados antes, es decir, al margen de los méritos propios, y, por tanto, por encima del tiempo y del espacio. El hombre se encuentra con una llamada gratuita, con un don que no ha merecido, con el Espíritu de lo alto, que precede a toda decisión personal. Naturalmente que habrá de tomar una decisión ante tamaño Regalo.

12 Lectura del Santo Evangelio - Mateo 13,44-52
44 El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.

13 45 El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas;
46 y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.

14 47 El Reino de los Cielos se parece también a una red
que se echa al mar y recoge toda clase de peces. 48 Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. 49 Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, 50 para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. 51 ¿Comprendieron todo esto?». «Sí», le respondieron. 52 Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo». Palabra de Dios Gloria a Ti, Señor Jesús

15 «Vende todo lo que tiene y compra el campo»
En aquella jornada, subido en una barca y a poca distancia de la orilla, continuó hablando el Señor en parábolas a la multitud. El tema del Reino de los Cielos era un tema sumamente sensible para la muchedumbre. Los judíos vivían en ansiosa espera de este Reino y del Mesías que lo instauraría.

16 lo que aún posee sólo en esperanza. Lo mismo ocurre con la perla.
Jesús les manifiesta que el Reino de los Cielos que ya ha comenzado, pero a la manera de Dios. En la primera parábola habla el Señor de un hombre que se topa con un tesoro escondido en un campo y el deseo de venderlo todo rápidamente para que otro no lo arrebate para poseer plenamente lo que aún posee sólo en esperanza. Lo mismo ocurre con la perla. Sin el desprendimiento de las antiguas riquezas, sin un sacrificio no se obtiene una riqueza mucho mayor y eterna. El sacrificio y desprendimiento no cuestan, porque lo que gana es muchísimo más de lo que pierde tratándose del Reino de los Cielos, lo que se gana no tiene ni punto de comparación.

17 La parábola de la red que recoge todo tipo de peces está tomada nuevamente de una escena de la vida cotidiana. que es usada por el Señor para hablar de cómo en la etapa actual del Reino de los Cielos coexisten buenos y malos, justos y pecadores. Es como la red llena de peces de todo tipo. Sólo al final, al llegar el fin del mundo, los ángeles “separarán a los malos de los buenos.” El Señor en su parábola habla del destino eterno de los malos: “los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Estas imágenes, usualmente usadas por el Señor, describen el sufrimiento, la amargura profunda, la impotencia de los condenados, aquellos que a pesar de la paciencia de Dios no quisieron escucharlo ni convertirse de su maldad.

18 ERES MI TESORO, Y ME BASTA He caminado durante mucho tiempo.
Me he detenido en infinidad de escaparates. He comparado precios y calidad. Y, te confieso, Señor, que como Tú, no hay nada. Me detuve en una gran hacienda y, no me aseguraron, ni un solo año más en mi vida. Pero, al acercarme a un trozo de tu tierra he comprobado, que tu tesoro, es lo más grande….y me basta. Ayúdame, Señor, a no esconder el oro del mundo y, en cambio, mi Señor, enséñame a descubrir los que Tú desde el día de mi Bautismo metiste en el hondo de mi corazón. ¿Lo harás, Señor? Mira que, sin quererlo, soy demasiado ciego para dar con tu tesoro. Mira que, como humano, abro los ojos ante el encanto del diamante, el topacio o la simple plata. Pero, te confieso Señor, que, poniéndolo todo encima de mi mesa no hay tesoro como el tuyo: ¿Quién me dará la vida? ¿Quién me dará un futuro? ¿Quién me dará amor sin medida? ¿Las riquezas o tu rico amor? ¿La apariencia o la fe? Eres mi tesoro, Señor, y, te confieso, que me bastas. Eres mi tesoro, Señor, y desde que te descubrí he aprendido, entre otras cosas, lo siguiente: merece la pena vender parte de mi tiempo de mis afanes y de mis jornadas de mis ilusiones y de mi temperamento para no perderte en mi trayecto. Amén.

19 Si deseas recibir el Evangelio del Domingo
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