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Publicada porLuis Miguel Aguilar Valenzuela Modificado hace 10 años
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Marcos 12, 38-44. 32 domingo –B- 12 de noviembre de 2006
Todo lo que no damos se pierde. Marcos 12, domingo –B- 12 de noviembre de 2006
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Estamos en la última semana de la vida de Jesús.
La escena se sitúa en el Templo de Jerusalén, frente al Arca del Tesoro, donde se depositan las ofrendas. Jesús se pone a favor de los que sirven a Dios con generosidad y sencillez, y en contra de la religiosidad oficial. Rechazo que le llevará a la cruz.
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38 En su enseñanza decía también: –Tened cuidado con los maestros de la ley, que gustan de pasearse lujosamente vestidos y de ser saludados por la calle. 39 Buscan los puestos de honor en las sinagogas y los primeros lugares en los banquetes. 40 Estos, que devoran los bienes de las viudas con el pretexto de largas oraciones, tendrán un juicio muy riguroso. Jesús continúa desautorizando a los maestros de la ley en lo doctrinal y en su ética. Critica duramente a las personas que buscan honores –vanidad-, se creen mejores que los demás –hipocresía- y en vez de ayudar a los pobres y viudas, se aprovechan de su posición en beneficio propio –avaricia-
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41 Jesús estaba sentado frente al lugar de las ofrendas, y observaba cómo la gente iba echando dinero en el cofre. Muchos ricos depositaban en cantidad. 42 Pero llegó una viuda pobre, que echó dos monedas de muy poco valor. 43 Jesús llamó entonces a sus discípulos y les dijo: –Os aseguro que esa viuda pobre ha echado en el cofre más que todos los demás. 44 Pues todos han echado de lo que les sobraba; ella, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo lo que tenía para vivir. Jesús alaba la generosidad silenciosa de esa mujer que elige ser pobre. No tiene vestiduras especiales, no ocupa puestos de honor ni quiere reverencias, pasa desapercibida para todos. Sólo la ve Jesús. ¿Damos alguna vez, no de lo que nos sobra, sino de lo necesario? ¿Damos sólo limosna, para aquietar la conciencia, o nos entregamos a nuestro tiempo, nuestro trabajo, nuestra solidaridad, nuestro amor?.
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Amén ¿Quién puede hospedarse en tu tienda Y habitar en tu monte santo?
Dínoslo tú, Señor. Dinos qué haremos para habitar contigo. Dinos dónde hemos de poner el corazón, dónde las manos, cómo modular nuestra voz, qué hacer de nuestros ojos para tener una mirada limpia. Ayúdanos a ser leales, y como el agua, a llamar a las cosas por su nombre… Concédenos, Señor, parecernos a ti, poner el corazón y la ternura contigo en de este mundo y poner nuestras manos a la obra. Amén
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