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Publicada porValentín Henríquez Vázquez Modificado hace 10 años
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Lección 10 para el 4 de diciembre de 2010
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“La rebelión de Jeroboán tuvo lugar cuando Salomón estaba construyendo los terraplenes para cerrar la brecha en el muro de la ciudad de David, su padre. Jeroboán se había ganado el respeto de todos, de modo que cuando Salomón vio su buen desempeño lo puso a supervisar todo el trabajo forzado que se realizaba entre los descendientes de José. Un día en que Jeroboán salía de Jerusalén, se encontró en el camino con el profeta Ahías de Siló, quien llevaba puesto un manto nuevo. Los dos estaban solos en el campo. Entonces Ahías tomó el manto nuevo que llevaba puesto y, rasgándolo en doce pedazos, le dijo a Jeroboán: "Toma diez pedazos para ti, porque así dice el Señor, Dios de Israel: Ahora voy a arrancarle de la mano a Salomón el reino, y a ti te voy a dar diez tribus. A él le dejaré una sola tribu, y esto por consideración a mi siervo David y a Jerusalén, la ciudad que he escogido entre todas las tribus de Israel"… Salomón, por su parte, intentó matar a Jeroboán, pero éste huyó a Egipto y se quedó allí, bajo la protección del rey Sisac, hasta la muerte de Salomón” 1 Reyes, 11: 27-32, 40; NVI
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“Al ordenar este cambio, Jeroboam pensó apelar a la imaginación de los israelitas poniendo delante de ellos alguna representación visible que simbolizase la presencia del Dios invisible. Mandó, pues, hacer dos becerros de oro y los colocó en santuarios situados en los centros designados para el culto. Con este esfuerzo por representar la Divinidad, Jeroboam violó el claro mandamiento de Jehová: "No te harás imagen, … no te inclinarás a ellas, ni las honrarás." (Éxodo 20: 4, 5)” Elena G. de White, Profetas y Reyes, cp. 7, pg. 73-74) ¿Son buenas las innovaciones en la adoración? ¿Hasta qué punto nos pueden desviar estas innovaciones del claro mandato divino?
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Dios envió a un profeta de la tribu de Judá para condenar la idolatría de Jeroboam con la siguiente profecía: “Altar, altar, así ha dicho Jehová: He aquí que a la casa de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los lugares altos que queman sobre ti incienso, y sobre ti quemarán huesos de hombres. Y aquel mismo día dio una señal, diciendo: Esta es la señal de que Jehová ha hablado: he aquí que el altar se quebrará, y la ceniza que sobre él está se derramará” (1 Reyes, 13:2-3) Como prueba del cumplimiento de la profecía, el altar se quebró. Tres siglos después, Josías profanaría este templo quemando huesos humanos sobre él.
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“Pero el varón de Dios dijo al rey: Aunque me dieras la mitad de tu casa, no iría contigo, ni comería pan ni bebería agua en este lugar” (1 Reyes 13:8) “El ofrecimiento del rey no era movido por la gratitud sino era calculado. La aceptación de la hospitalidad y del presente habría implicado a los ojos del pueblo que el profeta paliaba la conducta del rey, y habría servido para destruir la solemne impresión que había hecho el profeta. También habría creado una impresión desfavorable en cuanto a su carácter y misión. La rotunda negativa a recibir el presente ofrecido por el rey colocó al profeta en terreno ventajoso e hizo una profunda impresión tanto sobre el rey como sobre el pueblo” (CBA, sobre 1ª de Reyes, 12: 8) Nuestra obediencia no debe estar condicionada a los regalos que nos puedan ofrecer. Debemos hacer el bien porque es nuestro deber obedecer a Dios, sin esperar nada a cambio.
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“Entonces volvió con él, y comió pan en su casa, y bebió agua” (1 Reyes 13:19) Mientras estuvo en dificultades ante el rey Jeroboam, este varón se mantuvo firme ante la tentación. Ahora, relajado (y descansando antes de que su misión hubiese acabado), cede ante la tentación. Cuanto más cómodos y tranquilos estemos, más sutiles serán las tentaciones y más fácil será ceder ante ellas. Las tentaciones no cambian tanto como las formas en que se nos presentan.
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Aunque nuestra desobediencia no siempre traiga consigo una condenación inmediata por parte de Dios, en este caso el varón de Dios sufrió inmediatamente las consecuencias de su desobediencia. Que la muerte del varón de Dios fue un decreto divino se puede ver en el hecho de que el león solamente le atacó a él, dejando con vida al asno y permaneciendo tranquilamente junto al cuerpo, sin devorarlo.
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El anciano profeta mentiroso quería vivir entre dos mundos: el actual y el venidero. Por un lado, deseaba hacer su propia voluntad y no le importaba transgredir los mandamientos de Dios cuando esto le convenía. De esta forma, podía tener lo mejor que este mundo le pudiese ofrecer. Por otro lado, deseaba ser bendecido por Dios y asegurarse así un lugar en el mundo venidero. Una prueba de ello es que quiso ser enterrado junto al varón de Dios para que, cuando Josías destruyese el altar, sus huesos no fuesen tocados (2 Reyes 23:15- 18). Así manifestaba que creía en el cumplimiento de la palabra del profeta.
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Este tipo de personas que tienen un corazón dividido son una piedra de tropiezo para la Iglesia porque, aparentando ser verdaderamente religiosos, desvían a los creyentes de la verdadera obediencia. Estudiemos la Biblia y mantengamos una comunión personal con Dios para poder mantenernos firmes ante las enseñanzas presentadas por estos falsos maestros.
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Elena G. de White, Cada día con Dios, 9 de febrero
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