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Reflexiones sobre el sentido de la vida

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Presentación del tema: "Reflexiones sobre el sentido de la vida"— Transcripción de la presentación:

1 Reflexiones sobre el sentido de la vida
LA ESPERANZA Reflexiones sobre el sentido de la vida

2 “No puedo seguir perteneciendo a una comunidad que vive la esperanza como quien aguarda a que llegue el camión”

3 La esperanza como un signo definitorio, no sólo de la condición creyente, sino también de la calidad humana. Esperar es muy cristiano y ... muy humano. Antes que virtud, la esperanza es como un atributo de la persona. Una facultad y una potencia del alma humana.

4 Su ausencia total anularía la vida, dejaría al individuo en el más plano electro-encefalograma espiritual. Ese esperar es tan humano que nos permite salir de casa, emprender viajes, aventurarnos en lo desconocido, tomar decisiones, apostar por lo improbable, nace de un límite inevitable, pero que a la vez nos estimula y empuja.

5 Nacemos limitados pero con posibilidades que esperan su turno y su despliegue. Somos promesa y futuro por cumplirse. Nacemos esperanzados, porque somos a la vez instinto y tensión, inexorablemente instalados en el riesgo.

6 Somos movimiento. Nunca podemos quedarnos fijos donde estamos, pues nos convertiríamos en estatuas de sal, sin vida y sin futuro.

7 Ese esperar tan nuestro, imposible sin una confianza básica en nosotros mismos, dinamiza la vida y facilita el cumplimiento de lo que se espera, y da recursos y motivos para evitar o superar lo que se teme. De ahí que, al igual que sucede con otros atributos de la persona, cada uno, a la larga, termina siendo lo que son sus esperanzas. Estas nos definen.

8 Terreno apropiado La esperanza nunca crece ni vive sola. Necesita un terreno apropiado, un clima favorable. No se confunde con los cálculos bien ponderados, con las seguridades bien atadas, ni con los prognósticos que sólo fallan excepcionalmente.

9 Se afirma, en cambio, en el riesgo y en las resistencias
Se afirma, en cambio, en el riesgo y en las resistencias. Se apoya en la historia vivida más que en el futuro que aún no llegó. Se alimenta de motivaciones que van más allá de quien la viva. Porque nos saca de nosotros mismos, su fuerza está – al menos en parte – fuera de nosotros mismos.

10 También los demás son mi esperanza
También los demás son mi esperanza. El enfermo se cura porque alguien le está esperando fuera del hospital. El anciano sigue enganchado a la vida porque alguien le muestra que “su” vida sigue siendo valiosa. El excluido cree de nuevo en sus posibilidades porque alguien le mira con buenos ojos.

11 por ahí accedemos directamente (camino largo) a la virtud de la esperanza ... cristiana.
Ésta consiste, básicamente, en el relato de una historia, que tuvo un comienzo, que nada ni nadie podrá interrumpir, y que irá más allá del tiempo. Cuando se convierta en una historia sin tiempo, será eterna.

12 Mientras tanto, nuestra esperanza cristiana nace río arriba, y se va cargando de razones en el largo y tortuoso discurrir de nuestra vida. No nos exilia del mundo, ni de las pequeñas o grandes esperanzas: que no llueva el fin de semana o que se haga definitivamente la paz....

13 Ahora bien, está habitada, embarazada, de un dinamismo interior imparable, de motivaciones nuevas, de contenidos insospechados. Va más allá de los logros más espectaculares de este mundo y de las expectativas más elaboradas.

14 Responde, a pesar de todas las pruebas en contra, a las aspiraciones más profundas de nuestro corazón. ¿Cuándo? Es cuestión de seguir esperando. Pero no el camión.

15 Una conocida organización ha hecho célebre el eslogan: “No me llames iluso porque tenga una ilusión...”. No es lo mismo tener una ilusión, cosa muy lógica y hasta envidiable, que ser un iluso, epíteto éste que dice muy poco a favor del sujeto así clasificado.

16 Emparentada con la ilusión está la esperanza
Emparentada con la ilusión está la esperanza. Al que tiene una esperanza sí se le puede llamar con rigor esperanzado. El iluso es una persona engañada o falsamente seducida. En cambio, llamamos esperanzado a quien pone su esperanza en algo posible, a quien espera conseguir un bien y se afana en su adquisición.

17 Se afana; porque si no trabaja mientras espera, entonces sí que es un iluso. Esperar es, pues, un verbo activo. La esperanza, si no se ejercita, pierde vigor, se debilita y se seca.

18 Y donde hay esperanzas secas suele haber peligro de incendio o de burn-out. Para no quemar su esperanza, al hombre de la calle se le induce a ejercitar dicha virtud a diario, comprando el boleto de la lotería, por ejemplo. Este ejercicio mantiene encendida la esperanza.

19 Los griegos decían que las esperanzas de una persona miden la categoría espiritual de esa persona. Dicho de otro modo: usted vale lo que valen sus esperanzas. Si su esperanza es sólo dinero usted se equipara al vil metal.

20 Verde esperanza Los que estudian el porqué de los dichos, cuentan que ya en siglo XVI, (ayer mismo), alguien explicaba que el verde es el color de la esperanza porque en la primavera, el verde que cubre los campos y que llena los árboles señala la esperanza de que la tierra dará sus frutos.

21 O en palabras de Fray Luis de León, el árbol, “ya muestra en esperanza el fruto cierto”. Y cuando a pesar de todo sintamos frío, digamos con esperanza: “Estamos en invierno; no faltará, entonces, mucho para la primavera”.

22 La esperanza no es la última solución a la cual agarrarse, cuando se han acabado los demás recursos. La esperanza debe ser el trampolín para crecer, para madurar.

23 Esperar no es sinónimo de actividad
Esperar no es sinónimo de actividad. No tiene más esperanza el que más cosas realiza (trabajo, labores domésticos, viajes, etc.) sino aquel que es consciente de lo mucho o poco que hace, pero siente su deseo de progresar, madurar o ser más feliz.

24 Por otra parte, la actitud de espera invade toda nuestra vida cotidiana: esperamos despertar cuando nos dormimos, esperamos llegar al trabajo cuando salimos de casa, esperamos poder pagar las deudas; el niño espera el cuidado y cariño de sus padres y el maestro espera que sus alumnos estudien.

25 Sin esperanza no podríamos existir, porque estaríamos inmersos en un presente sin futuro. “El hombre necesita que el arco de su vida esté siempre tenso”. Sin esperar es imposible vivir. La desesperanza, pues, es la falta de proyectos.

26 El proyecto existencial es una pregunta que se contesta con la vida
El proyecto existencial es una pregunta que se contesta con la vida. Pero necesitamos ese proyecto; necesitamos la pregunta para que surja la respuesta. Necesitamos una meta, para comenzar a andar. Sin proyecto caminamos hacia la nada. Sin un mínimo de esperanza caeríamos en la inanición y en la muerte.

27 La esperanza es una vivencia necesaria, no solamente en los malos momentos (muerte de un allegado, fracaso escolar, laboral o sentimental), sino también para progresar y crecer psicológicamente y, en definitiva, para ser felices.

28 El ser humano, tanto en el fracaso como en el éxito, debe estar atento para progresar, asumir los cambios, y en última instancia adaptarse a las nuevas realidades, que van surgiendo en su vida.

29 Esperanza pasiva: se la puede ejemplarizar con la posición del hombre parado esperando el próximo camión: en su mano no está que llegue antes o que acelere la marcha. El terminar el viaje no depende del viajero.

30 La esperanza pasiva invade al sujeto como en un manto “mágico” aguardando que le sane la depresión, le resuelva los problemas económicos o de salud física. Toda la fuerza está en los demás: medios técnicos, los profesionistas, etc., olvidándose de los propios recursos personales.

31 Esperanza “negativa”. Pablo tiene 37 años, está casado y tiene tres hijos, con un buen empleo y buena salud…. Pero “todo esto se puede perder en un instante, por una enfermedad, un accidente de carretera o cualquier adversidad imprevista” como dice él.

32 Esperanza “analgésica”.
Ante el dolor y el sufrimiento se puede recurrir a la esperanza en la medicina, en la propia familia o en un poder mágico como una falsa salida de la situación. Aquí la esperanza es placebo que infunde un bienestar aparente. Amortigua la angustia sin que nos involucremos.

33 Esperar siempre supone ilusión de conseguir algo beneficioso para el sujeto: salud, posición social, felicidad. En sentido objetivo, el término “esperanza” indica siempre perspectivas o posibilidades favorables. El desempleado espera trabajo, el enfermo salud, etc.

34 Hasta la acción más trivial de la vida cotidiana está impregnada de este sentimiento: el viajero espera llegar a su destino, el profesional espera desarrollar bien su trabajo. Esperar significa considerar que tal situación es pasajera, mejorable a través de una actitud optimista y luchadora, y creyendo en nuestros recursos.

35 Esperar, en definitiva, implica creer en el futuro como algo más sano y positivo. Así pues, esperar es como un proceso de liberación, de pasar del menos al más, del sufrimiento a la felicidad. Pero estas fuerzas están en nosotros mismos. Hace falta descubrirlas para no caer en la desesperanza.

36 No podemos repartir esperanza como se ofrece el pan o la comida, pero sí se pueden enseñar las claves que iluminen el camino para salir de la angustia y el sufrimiento.

37 Es la actitud de toda persona que ayuda a otra (padres, educadores, terapeutas) a salir del laberinto de la desesperanza: señalar la meta, pero ….el hacer el camino es intransferible. Y aunque es cierto que la esperanza es lo último que se pierde, también podemos afirmar que es lo primero que debemos activar para vivir y … seguir viviendo.

38 Si el contenido de esta esperanza fuera una vana ilusión, sin duda habría valido la pena esperar por cuanto de bien genera el mismo hecho de esperar.

39 En la enfermedad, la actitud positiva, esperanzadora, confiada, deseosa del bien, contribuye a que el bien pueda realizarse con más facilidad. Nuestro cuerpo responde también a la disposición interior del deseo.

40 La esperanza tiene también una dimensión social
La esperanza tiene también una dimensión social. Las diferencias atribuibles a la injusticia son soñadas superadas mediante una comunión que no se consigue alcanzar, pero que forma parte de un ideal tensional, de un sueño que se espera ver realizado.

41 El que espera alimenta la confianza y, en algún momento, se abandona en alguien. Este abandono o entrega es el resultado del grado máximo de confianza. Infundir esperanza quizá sea también ofrecer los propios brazos para que el otro pueda entregarse y abandonarse confiadamente en ellos.

42 La acogida mutua, especialmente en la fragilidad, hace crecer la confianza, mata la soledad, promueve la responsabilidad compartida en la búsqueda del bien propio y ajeno. En el fondo, la experiencia del amor es la fuente de la esperanza y su realización.

43 Si me observo a mí mismo, me doy cuenta de que cuando alguien me espera, incluso mi cuerpo funciona de otra manera. Una cierta tensión hace que se desencadene en mí energía para hacer lo posible por llegar puntual, un cierto malestar si no lo consigo, una grata experiencia de ser considerado.

44 El que espera a otra persona (en una cita, en una llegada, etc
El que espera a otra persona (en una cita, en una llegada, etc.), normalmente ha tenido que aguardar, predisponerse a la acogida, hacer espacio en su tiempo, en su mente y en su corazón al que había de llegar.

45 “!Te estábamos esperando”.
Una carga de confianza y de ilusión se desencadena en el encuentro. Ser esperado es un reconstituyente saludable para todos, pero tanto más para quien se encuentra en la estación de la vulnerabilidad.

46 Porque ser esperado infunde esperanza en la debilidad, genera seguridad, sugiere confianza y las energías del anhelo y del deseo bullen en las células como recursos para combatir las causas del mal. Por eso creo que ser esperado es terapéutico.

47 Quizás ser esperado nos sana no sólo de la inseguridad producida por la debilidad, sino también del engaño en el que vivimos cuando nos sentimos autosuficientes y omnipotentes. Ser esperados, en el fondo, nos sana de la soledad a la que nos condena nuestro pecado de orgullo.

48 Ser esperado, en el fondo, nos hace vivir
Ser esperado, en el fondo, nos hace vivir. Ninguna persona puede vivir si nadie le espera, o tal vez es muy fácil morirse si nadie te espera. Y ser esperado sana. Porque, de alguna manera, podríamos decir que vivimos de la esperanza de ser esperados por alguien. Es como la sangre; no se ve, pero si no está, si no circula, estás muerto.


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