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1 32 Centro de Espiritualidad Apostólica San Pablo Traducción y Adaptación de Vers le Dimanche editado por Christ Source.

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1 1 32 Centro de Espiritualidad Apostólica San Pablo espiritualidad.sanpablo@gmail.com Traducción y Adaptación de Vers le Dimanche editado por Christ Source de Vie, Toulouse HACIA EL DOMINGO DEL BAUTISMO DE JESÚS Para Orar Cada Día el Evangelio del Domingo Próximo Del Lunes 6 al Domingo 12 de enero  Hacia el Domingo del Bautismo de Jesús  Orar en el Corazón del Mundo: Por la unidad de todos los cristianos.  Una manera de vivir el bautismo (1/3)  Orar en la Casa: Podemos seguir en una fiesta interior. Hacia el Domingo del Bautismo de Jesús Evangelio de Jesucristo según san Mateo Capítulo 3, versículos 13 al 1 “Entonces Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía, diciéndole: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!». Pero Jesús le respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo». Y Juan se lo permitió. Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».

2 5 76 4 M AR 7 M IÉ 8 L UN 6 J UE 9 La respuesta de Jesús es clara: no pide un trato preferencial, ni de excepción. Quiere hacer como todo el mundo, pues él es como todo el mundo. En mi oración, contemplo el rostro de Jesús y oigo su respuesta a Juan. Dice algo nuevo: con Juan, Jesús quiere inaugurar una nueva manera de ser “Dios entre los hombres”. El día de hoy, dejo que mis amigos o las personas con quienes estoy me introduzcan a la novedad de Dios. Abrirse Impedirlo Lo que es justo Juan cede: hace con Jesús lo mismo que con los demás. Cuando Jesús sale del agua, se abren los cielos. En mi oración, medito el inicio de “Padre Nuestro que estás en el cielo” y contemplo cómo se realiza la apertura. El día de hoy, levantaré varias veces los ojos para ver el cielo y los bajaré para ver la tierra. Y pediré a mis ojos que me hagan ver lo que se abre como nuevo en mi vida. Venir Un desierto, un río – el Jordán-, un hombre –Juan-, un gesto –sumergir en el agua-, una finalidad –convertirse. Nada verdaderamente atractivo o espectacular. Sin embargo, una multitud viene, y tal vez proveniente de lejos, de Jerusalén o de Galilea. Contemplo en mi oración a estas personas, tan diferentes unas de otras por su origen, oficio, motivación personal. Incluso Jesús, al llegar a Galilea, no resiste la atracción que Juan, su mensaje y su gesto, ejercen sobre las multitudes. Y yo, ¿vengo? Al caminar por la calle, pido a mis pies que me ayuden a venir a Juan. Juan se da perfectamente cuenta de lo que sucede cuando ve a Jesús que viene a que lo bautice. En mi oración, contemplo su rostro estupefacto y oigo cómo sus palabras expresan lo inconveniente que hay en la escena. Y yo, ¿estoy listo para aceptar el hecho de ver al Señor que viene a mí, o bien creo que siempre soy primero yo el que debe venir a él? Al estrechar la mano de la gente al saludarla el día de hoy, pido a mis manos que me ayuden a no impedir que el Señor venga a mí a su manera, siempre desconcertante.

3 9 1110 V IE 10 Orar en el Corazón del Mundo con el Papa Francisco Cuando se realiza la apertura, el Espíritu va a posarse sobre Jesús que todavía está mojado por el agua del Jordán. La redacción del evangelio no deja dudas: Jesús ve “al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él”. ¿Qué ven los demás? ¿Qué ve Juan? El evangelio de Mateo no dice nada al respecto. También, en mi oración, contemplo primero lo que ve Jesús, y luego trato de ver lo que han podido ver los demás… según lo que el Espíritu de Dios me conceda ver. El día de hoy, dejaré que las aves (o los aviones) me hablen de lo que desciende de Dios y transforma a la gente - ¡entre ellos a mí! – desde el interior, sin ser necesariamente visible al exterior. D OM 12 8 Descender La más hermosa historia de amor “Mi Hijo muy querido” S ÁB 11 La voz que se hace oír proveniente de los cielos ciertamente fue escuchada por Jesús pero también por las demás personas presentes a orillas del Jordán. En esta ocasión, la redacción del evangelio así lo da a entender. Mateo no escribe que sea Dios quien habla, sino “una voz del cielo que decía”. Como si, finalmente, Dios fuera una voz, una palabra. En mi oración, escucho esta voz y lo que dice. Medito cada una de las palabras: es un reconocimiento de paternidad. El día de hoy, escucharé con atención todas las palabras de amor que pueda oír y pediré a mis oídos que me vuelvan hacia este Dios que se vuelve Padre. Cuando Jesús viene a Juan, en el desierto, para hacerse bautizar en las aguas del Jordán, el mundo entero cambia en una nueva relación con Dios. Parece que la cortina que separaba definitivamente el cielo de la tierra al fin se abre. Y un lazo nuevo, frágil y en movimiento, el Espíritu de Dios, viene a unir a la carne humana, su historia, sus dramas y esperanzas con la vida misma de Dios. Con este hombre que llega de Galilea, Jesús, comienza una historia de amor que no tendrá fin. Caminando en seguimiento de Cristo, el día de hoy nos habita el mismo Espíritu de Dios, se nos invita a la misma alianza con el Padre. El bautismo de Jesús nos sumerge en una historia increíble. La misa de este domingo nos lo repetirá con fuerza. Oremos para que los cristianos de las diversas confesiones puedan caminar hacia la unidad deseada por Cristo.

4 13 1514 ORAR EN LA CASA 12 O RAR EN LA CASA Acabamos de vivir la Epifanía y de recordar a los reyes cuya rosca comimos. Con frecuencia vamos por todas partes, de rosca en rosca, como si este tiempo de Navidad no pudiera detenerse. Sin embargo, para muchos es el tiempo en que quitamos el pesebre y las decoraciones de Navidad. Algo se termina. Decimos “se acabaron las fiestas”. Alivio para algunos, nostalgia para otros. ¿Y si abriéramos nuestro corazón a la novedad del año? Quizá podríamos comenzar por organizar o renovar el rincón, la pieza en que nos gustaría orar solos o todos juntos. ¿Cómo hacerla más agradable, hermosa, cálida y cómoda para recibir cada día a aquel que viene a nosotros? A nuestra manera, tratemos de hacer de este lugar de encuentro un lugar de fiesta. “¡Y eres tú el que viene a mi encuentro!” San Mateo 3, 14 Llamemos a Dios “Nuestro Padre”, dándonos cuenta de lo inusitado de esta denominación. Murmuremos este nombre de Dios que pone en comunión con todos los cristianos de todas las confesiones. Balbuceémoslo pensando en aquellos que, en la tierra, nunca han imaginado, sabido o creído que el Creador del cielo y de la tierra pudiera ser también su Padre, haciéndolos así hermanos y hermanas de todos los demás. Una manera de vivir el bautismo (1/3)

5 17 1918 16 ________________________________ ________________________________ _______________________________________________ _______________________________________________ _______________________________________________ En efecto, puede darnos vértigo, hacer que perdamos nuestros hábitos, nuestros pequeños o grandes poderes, cambiar nuestras decisiones o contravenir nuestra voluntad. Sin embargo, ¡tenemos este deseo de ver venir a Jesús hacia nosotros! Dejémoslo que suba a la superficie, sin preocuparnos de lo demás. Dejémonos deslumbrar por aquel que viene a nosotros y reconozcamos como Juan Bautista: “Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!” Para Juan Bautista, ¡qué sorpresa! Desea que Jesús lo bautice y es Jesús quien viene a él para pedirle lo mismo. ¡Incomprensible! Es la Buena Noticia: Dios viene a nosotros, es él quien nos elige y no al revés. Ciertamente siempre creemos que vamos hacia Dios al orar, al hacer el bien, al respetar la ley de la Iglesia, al observar sus mandamientos… Y es verdad. Pero si lo hacemos estando siempre al mando, sin dejar el volante, sin deseo de mirar verdaderamente lo que sucede a nuestro alrededor…, sin duda es porque así nos sentimos seguros o porque tenemos miedo de relajarnos para contemplar a aquel que viene hacia nosotros.


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