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Publicada porMaría Luisa Fuentes Modificado hace 5 años
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1ª 6 Creación Dios es Creador de cielo y tierra
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Decíamos en el capítulo anterior que la importancia para cada uno de que Dios sea uno, pero sean tres personas es según la relación que cada uno tenga con la Divina Trinidad. Y comenzábamos, como comienza el Credo: “Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra”. Esta obra de la creación es de toda la Trinidad, pero se atribuye al Padre. La Biblia comienza con estas palabras: “En el principio Dios creó el cielo y la tierra”. Sólo conocían una personalidad en el único Dios.
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Los evangelios están escritos para acentuar la gran verdad de que el Hijo (el Verbo) de Dios vino a salvarnos. San Juan comienza su evangelio también hablando del Verbo de Dios “en el principio”. Y como al principio fue la creación, aparece ese Hijo (o Verbo) acompañando al Padre y siendo como el instrumento de esa creación: “En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios”.
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Y san Pablo en la carta a los colosenses (1,16) dice, hablando de Jesús: “En Él fueron creadas todas las cosas, celestes y terrestres… Todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo y todo se mantiene en él”. También el Espíritu Santo tiene su presencia en la creación, cuando la Biblia dice que “aleteaba por encima, y que Dios hizo todas las cosas por medio de su Espíritu”. Este Espíritu Santo, del que decimos en el Credo, que es Señor y dador de vida. Pero en general, la creación se atribuye a Dios Padre.
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Lo importante es que quede firme que fue Dios quien ha hecho todas cosas.
Desde el principio de la historia, la humanidad se ha ido preguntando: ¿De dónde venimos y adónde vamos? ¿Cuál es nuestro origen y cuál será nuestro fin? ¿De dónde viene y adónde va todo lo que existe? Y esta inquietud aparece desde que comenzó a escribirse la Biblia. Se han hecho y se están haciendo muchas investigaciones científicas para aclarar cómo ha podido comenzar la naturaleza material. Debemos constatar que todo procede de la sabiduría y la bondad de Dios.
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En el próximo capítulo trataremos sobre el mal: si existe, ¿quién es responsable? Pero ahora debemos dejar aclarado que todo lo material viene de Dios. En capítulos atrás veíamos cómo la materia tiene algún desgaste; por lo tanto debe tener un fin y tuvo un principio. Pero no todos lo han visto así. Vamos a resumir algunas ideas falsas sobre la creación. Hay unos que creen en el panteísmo: que todo lo que existe es dios. Piensan que el mundo, el universo, es dios y que lo que venga procede de ese Dios.
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Este proceder las cosas de Dios dicen algunos que es como una emanación necesaria de Dios. Así que para éstos, Dios no actúa con una libertad libre, sino que las cosas emanan de Dios, como de una fuente y vuelven a ella. – Hay otros que dicen que existen dos principios eternos: el bien y el mal. Dicen que existe el dios de la luz y el dios de las tinieblas, y que están siempre en una continua lucha. Esta herejía se llama el dualismo. Dentro de la Iglesia hubo esta herejía, llamada maniqueísmo, debido a su autor. A esta herejía pertenecía san Agustín antes de convertirse.
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Hay otro concepto falso, que se extendió bastante en la Iglesia, diciendo que lo malo está en lo material y lo bueno en el espíritu. Esta herejía era el gnosticismo (la gnosis). Por lo tanto lo material hay que rechazarlo y superarlo, apreciando sólo lo espiritual. Decimos que esto es falso porque, si Dios hizo también la materia, debe ser algo bueno. - Hay otras personas que dicen que Dios hizo todo, como un relojero hace un reloj, pero luego se desprende de él, sin preocuparse en darle cuerda. Esto es el deísmo.
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Y hay otros que son plenamente materialistas
Y hay otros que son plenamente materialistas. Creen que todo es materia, negando todo lo espiritual. – Pero nosotros (con la Iglesia) afirmamos que Dios es espiritual, que Dios es grande, infinito, que nunca se ha hecho, porque no puede dividirse y que permanece para siempre. Es puro espíritu; pero con una fuerza tal, que ha creado todas las cosas para nuestro bien. A esto puede llegar la inteligencia humana.
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Pero además nos lo dice la Biblia
Pero además nos lo dice la Biblia. Luego examinaremos lo que nos dice el Génesis, el primer libro de la Biblia. Hay otros lugares en que lo atestigua. La carta a los Hebreos (11,3) nos dice: “Por la fe sabemos que el universo fue configurado por la palabra de Dios, de manera que lo visible procede de lo invisible”. También en la carta a los Romanos. La inteligencia conoce algo; pero, para que nos sea más fácil, Dios nos lo revela: que Dios hizo el cielo y la tierra.
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Todo está bien hecho, todo es esplendor,
Au-to-má-ti- co
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todo es abundancia, todo es creación.
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Montes, valles, ríos, gritan su canción:
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El mundo es del hombre, y el hombre, de Dios.
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Los montes se agigantan, los mares se engrandecen,
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los campos se levantan en trigos y esplendor,
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las aves tejen trinos y dicen paz los peces,
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los ríos, en legiones, del mar corren en pos.
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Los astros se hacen nuestros, desvelan sus secretos,
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El sol reparte a diario el pan de su calor;
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y todo gira y vive, y todo es el desvelo
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de un centro que domina lo que hay alrededor.
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Hay una fuerza oculta que los mueve:
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es la fuerza del ESPÍRITU de DIOS..
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Cuando la Biblia dice que Dios “hizo el cielo y la tierra”, que es como comienza la Biblia, se refiere a las cosas invisibles y a las visibles. Es como un resumen de todo lo creado. Pero veamos ya en concreto cómo hizo Dios todas las cosas. Debo decir, como ya lo he dicho en otras ocasiones, que la Biblia no es un libro científico sino religioso. Por lo tanto nadie espere que se hable de un proceso de crear como lo podría hacer un científico. Y menos científico para estos tiempos. El autor religioso da un mensaje religioso para la gente muy sencilla de muchos años antes de Jesucristo.
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También debemos examinar el momento de la escritura, que fue durante varios siglos, y el momento en que una persona o un grupo de personas pusieron los escritos en un orden que les convenía para su catequesis. Por lo cual sucede que el primer capítulo del Génesis está escrito unos 300 años después del 2º. – El capítulo 2º, desde el versículo 4, según los entendidos, se escribió por los tiempos del rey Salomón: fue por un escriba sabio y muy religioso, preocupado por el problema del pecado. Al hablar del “pecado” lo expongo ampliamente.
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Pero por el año 600 (a.C), en el tiempo que los sacerdotes tenían mucho prestigio en el pueblo judío, y cuando una gran parte del pueblo estaba en el destierro de Babilonia, donde también estaba el profeta y sacerdote Ezequiel, surgió la necesidad de instruir religiosamente al pueblo. Les era difícil porque no tenían templo; pero hicieron un escrito hermoso contando la creación. Este es el capítulo 1º del Génesis. Lo que querían los sacerdotes es que el pueblo, al menos un día a la semana, lo dedicase para alabar a Dios, dejando todo trabajo material.
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Y un sacerdote inspirado hizo una redacción de la creación, como una catequesis religiosa, exponiendo unas grandes verdades. Una gran verdad es que Dios lo hizo todo. Otra gran verdad, aunque estaban en la esclavitud, es que Dios lo hizo todo bien y para nuestro bien. Por lo cual debemos alabar a Dios y agradecerle. Y ¡qué menos que un día a la semana! Por lo tanto las cosas que Dios creó las fue poniendo durante seis días. Y aunque Dios no se cansa, “el séptimo día descansó”, para que recuerden que el séptimo día de la semana hay que descansar para alabar a Dios.
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Y ¿Cómo fue distribuyendo las cosas durante los seis días de la creación? No por orden lógico, algo científico, que no se pretendía, sino por un orden didáctico y literario, para que lo pudieran retener. Lo dividió en tres grupos: la luz, el agua y la tierra. Son los días 1, 2 y 3. Luego: el 4, lo que está en la luz o en el cielo: las estrellas; luego el 5 con los animales que están en el agua; y luego el 6 con los animales y el hombre que están en la tierra. Algo así como uno puede enseñar a un niño. Lo importante es que se retengan los mensajes religiosos.
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Y los mensajes religiosos eran sobre todo tres.
El 1º, como dije, es que Dios lo ha hecho todo. Esto para aquellos israelitas era acentuar sobre todo el poder de Dios: Que Dios es único y tiene todo el poder. De aquí, la alabanza a Dios. – Pero lo que más les interesaba exponer a aquellos buenos sacerdotes en el exilio, era el 2º mensaje: Que Dios todo lo hizo bien. Esto sí que era más difícil exponerlo, ya que la gente del pueblo estaba realmente muy deprimida, por el hecho de estar en el destierro.
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En este relato de la creación, el autor va repitiendo de vez en cuando: “y vio el Señor que todo era bueno”, para acabar después del día 6º diciendo: “Vio Dios que todo era muy bueno”. Una reflexión para nosotros es que, si Dios es necesariamente bueno, lo que sale de él tiene que ser necesariamente bueno. Ya hablaremos en el siguiente capítulo sobre el mal. Lo que les quería inculcar aquel buen sacerdote del destierro es que Dios lo ha hecho todo bueno y que, aunque no tengan templo, deben adorar a Dios por medio de la naturaleza.
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Luego viene el tercer mensaje religioso, que es un poco práctico: ¿cómo y cuándo adorar a Dios? De suyo siempre se puede adorar a Dios; pero conviene establecer que Dios quiere que se le adore especialmente un día a la semana, el 7º: Dios mismo lo quiso hacer sagrado. En aquel tiempo la gente era como niños, que necesitaban más de ejemplos y comparaciones. Para nosotros quedan sobre todo los mensajes.
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Por lo tanto nosotros, al ver la naturaleza y pensar en la creación, comprendamos que Dios, sin tener Él ninguna necesidad, hizo todo para nuestro bien, lo hizo por amor. El autor sagrado pone, como fin o colofón de la creación, la creación del ser humano. Es como si todo estuviera orientado para hacer estas creaturas que pueden llegar a tener participación de su vida y un día tener participación de su felicidad eterna.
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Por eso alabamos a ese Dios bueno, que hizo todas las cosas para nuestro bien, las cosas que hay por el cielo, por el mar y por la tierra. Son cosas buenas: que así las usemos como cosas buenas, que nos ayuden a glorificar a Dios. Ese será nuestro verdadero gozo, porque en verdad: TODO LO HIZO BIEN.
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Un día dijo Dios: que exista ya la luz
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y en medio de la noche el día amaneció.
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Y luego dijo Dios: que exista un cielo azul,
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y todo el firmamento de pronto se formó.
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Y Dios creó los cielos, los mares y la tierra;
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creó la vida entera y todo lo hizo bien.
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Y luego dijo Dios: comiencen a brotar
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los árboles y flores y frutos de verdad.
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Y luego dijo Dios: comience a relumbrar
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el sol y las estrellas con blanca claridad.
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Y luego dijo Dios: ya puede rebosar
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la tierra de animales, de peces todo el mar.
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Y al verlos dijo Dios, creced y procread.
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Y peces y animales nacieron sin cesar.
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Y luego dijo Dios: ahora quiero hacer
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mi obra más hermosa: el hombre y la mujer.
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Al hombre lo hizo Dios, lo hizo como Él;
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le dio todas las cosas y todo lo hizo bien.
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Y Dios creó los cielos, los mares y la tierra;
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creó la vida entera y todo lo hizo bien.
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He dicho algunas veces que Dios lo hizo todo para nuestro bien
He dicho algunas veces que Dios lo hizo todo para nuestro bien. Pero en realidad, técnicamente, todo lo ha hecho para su gloria. Dicho así solo, parece como que suena algo como a egoísmo o vanagloria. De hecho así lo dice el Concilio Vaticano 1º, allá por el año 1870: “el mundo ha sido creado para la gloria de Dios”. Y esto debe ser así, porque la razón nos dice que, cuando alguien hace algo, lo debe hacer por algo que ya exista. Pero, al crear Dios las cosas, sólo existía Él. No se podía fijar en nada más.
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San Buenaventura lo explicaba diciendo: “No para aumentar su gloria, sino para manifestarla y comunicarla”. Y el Conc. Vat. II dice: “En su bondad y por su fuerza todopoderosa, no para aumentar la bienaventuranza ni para adquirir perfección, sino para manifestarla por los bienes que otorga a sus criaturas, el solo y verdadero Dios, en su libérrimo designio, en el comienzo del tiempo creó de la nada a la vez una y otra criatura, la espiritual y la corporal”.
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Así que la creación fue por la libre voluntad de Dios, fue un acto completamente libre. Por lo tanto no fue una emanación necesaria, como vimos que algunos decían, sino un acto totalmente libre por parte de Dios. Y fue para bien de nosotros, porque de hecho, esa gloria y alabanza debe darse a Dios por medio de seres libres e inteligentes. Es lo que dice san Pablo al comienzo de la carta a los Efesios: Dios Padre “nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia”.
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Esta frase de que hemos sido destinados a ser “alabanza de la gloria de su gracia” a muchos santos les ha llenado el alma de grandeza y entusiasmo para servir al Señor. La gloria de Dios no está encerrada en Dios. Transciende a nuestra vida. San Ireneo, poco más de 100 años después de Jesucristo, decía: “La gloria de Dios es que el hombre viva, y la vida del hombre es la visión de Dios: si ya la revelación de Dios por la creación procuró la vida a todos los seres que viven en la tierra, cuánto más la manifestación del Padre por el Verbo procurará la vida a los que ven a Dios“.
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Cuando hablamos de la creación, decimos que Dios ha hecho todo “de la nada”. Significa que no había nada, fuera de Dios, y no habiendo nada, lo hizo todo. Cuando hay otras cosas o materias primas, de donde sacamos otra cosa, no es crear. Hay personas, especialmente artistas, de quienes se dice que “han creado” alguna obra. Pero no es creación, porque necesitan cosas materiales, como un pintor que necesita pinturas, pinceles, etc. Y luego mucha imaginación y estudio para combinar cosas existentes.
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Dios es el único que ha creado de verdad, quien, sin tener nada antes, ha hecho las cosas. Un santo teólogo antiguo decía: «¿Qué tendría de extraordinario si Dios hubiera sacado el mundo de una materia preexistente? Un artífice humano, cuando se le da un material, hace de él todo lo que quiere. Mientras que el poder de Dios se muestra precisamente cuando parte de la nada para hacer todo lo que quiere». Así que nuestra fe en la creación es que Dios ha hecho todo de la nada, para aumentar su gloria, que es cuando aumenta nuestra alabanza.
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Para los que estamos demasiado metidos en las cosas materiales, nos tiene que ser muy difícil comprender que Dios haya hecho todo bueno, como nos dice la Biblia. Y no sólo en el Génesis. En los salmos se habla a veces de la grandeza de la creación, pero también de cómo se manifiesta la bondad de Dios en este mundo material, en la naturaleza. Para ello debemos mirar la naturaleza en su pleno sentido, para que desde la naturaleza salga nuestra alabanza al Creador.
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En la Biblia hay un pasaje muy esclarecedor, en que la madre de los siete hijos macabeos les alienta para morir antes que pecar y les dice: «Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno. Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a causa de sus leyes…Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia».
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Dios no sólo ha creado las cosas, sino que las mantiene, según la naturaleza de cada una. Nosotros, cuya parte principal es la espiritual, sabemos que vamos acompañados siempre por Dios Padre que nos creó, por Jesucristo, que nos liberó y nos perdona, y el Espíritu Santo que nos santifica. Recordamos unas palabras hermosas del libro de la Sabiduría: «Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces pues, si algo odiases, no lo hubieras creado. Y ¿cómo podría subsistir cosa que no hubieses querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieses llamado? Mas tú todo lo perdonas, porque todo es tuyo, Señor, que amas la vida».
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Si una de las oraciones más grandiosas que tenemos para con Dios es su alabanza, tenemos muchos motivos para ello. Hoy nos hemos fijado sobre todo en la naturaleza: pero podemos alabar al Señor por las maravillas que hace en nosotros, por la alegría y la paz y la libertad, por todo lo que somos y tenemos. Por ello terminamos ofreciéndonos para que Dios disponga de nuestro ser.
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por tantas maravillas que me hablan de ti;
Te alabo, Señor, por tantas maravillas que me hablan de ti; Automático
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por tantas alegrías que me has hecho sentir,
te alabo, Señor, por tantas alegrías que me has hecho sentir,
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por este atardecer que me ha llenado de paz,
te alabo, Señor, por este atardecer que me ha llenado de paz,
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en ti descubro mi libertad.
te alabo, Señor, en ti descubro mi libertad.
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el don de tu llamada que me invita a seguir;
Me has dado, Señor, el don de tu llamada que me invita a seguir;
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tu gracia que me inunda y que me empuja a vivir;
me has dado, Señor, tu gracia que me inunda y que me empuja a vivir;
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me has dado, Señor, hermanos que trabajan y abren su corazón;
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un ser irrepetible, mi "yo”.
me has dado, Señor, un ser irrepetible, mi "yo”.
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Te ofrezco, Señor, las fuerzas que me has dado y la ilusión por vivir;
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te ofrezco, Señor, los triunfos y fracasos, el gozar y el sufrir;
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el tiempo de esperanza, fruto de tu bondad;
te ofrezco, Señor, el tiempo de esperanza, fruto de tu bondad;
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dispón y haz lo que quieras de mi.
aquí estoy, Señor, dispón y haz lo que quieras de mi.
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Como la Virgen María, siempre disponible para el Señor.
AMÉN
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