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CÁNTiCO DEL ECLESiÁSTíCO
(Eclo 36, )
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Este cántico es una súplica al «Señor, Dios del universo» (v. 1)
Este cántico es una súplica al «Señor, Dios del universo» (v. 1). Se encuentra en el libro del Sirácida, un sabio que recogió sus reflexiones, sus consejos y sus cantos probablemente en torno al a. C. La tradición cristiana llamó «Eclesiástico» al libro del Sirácida. + Los valores propuestos por esta obra sapiencial entraron en la educación cristiana de la época patrística, sobre todo en el ámbito monástico, convirtiéndose en una especie de manual de conducta práctica de los discípulos de Cristo.
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La invocación del capítulo 36 del Sirácida está estructurada siguiendo algunas líneas temáticas.
a) Súplica a Dios para que intervenga en favor de Israel y contra las naciones extranjeras que la oprimen. En el pasado, Dios mostró su santidad castigando las culpas de su pueblo. Ahora el orante pide a Dios que muestre su gloria castigando la prepotencia de los opresores. b) La súplica refleja la tradición orante de Israel y, en realidad, está llena de reminiscencias bíblicas. Puede considerarse un modelo de plegaria, adecuada para los tiempos de persecución y opresión.
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La primera parte de esta oración comienza con una súplica ardiente dirigida al Señor para que tenga piedad y mire (cf. v. 1), está llena de una serie de verbos muy sugestivos: «Ten piedad (...), mira (...), infunde tu terror (...), alza tu mano (...), muéstrate grande (...), renueva los prodigios, repite los portentos (...), exalta tu mano, robustece tu brazo (...)». + El Dios de la Biblia no es indiferente frente al mal. Se pone de parte de las víctimas y se presenta como juez severo de los violentos. Pero su intervención no está encaminada a la destrucción, sino a despertar también en la conciencia del malvado un sentimiento que lo lleve a la conversión. «Sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti, Señor» (v. 5).
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La segunda parte del himno no habla ya de los enemigos, sino que invoca los favores de Dios para Israel, implora su piedad para el pueblo elegido y para la ciudad santa, Jerusalén. El sueño de un regreso de todos los desterrados, se convierte en el objeto de la oración: «Reúne a todas las tribus de Jacob y dales su heredad como antiguamente» (v. 13). + Para hacer más apremiante la oración, el orante insiste en la relación que une a Dios con Israel y con Jerusalén. Israel es designado como «el pueblo que lleva tu nombre», «a quien nombraste tu primogénito»; Jerusalén es «tu ciudad santa», «lugar de tu reposo». (v. 15)
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En la Biblia el lamento de los que sufren no desemboca nunca en la desesperación; al contrario, está siempre abierto a la esperanza. Se basa en la certeza de que el Señor no abandona a sus hijos; él no deja que caigan de sus manos los que ha modelado.
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Sálvanos, Dios del universo,
infunde tu terror a todas las naciones; amenaza con tu mano al pueblo extranjero, para que sienta tu poder.
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Como les mostraste tu santidad al castigarnos,
muéstranos así tu gloria castigándolos a ellos: para que sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de ti.
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Renueva los prodigios, repite los portentos,
exalta tu mano, robustece tu brazo.
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Reúne a todas las tribus de Jacob
y dales su heredad como antiguamente.
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Ten compasión del pueblo que lleva tu nombre,
de Israel, a quien nombraste tu primogénito; ten compasión de tu ciudad santa, de Jerusalén, lugar de tu reposo.
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Llena a Sión de tu majestad,
y al templo de tu gloria.
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Han pasado muchos siglos desde que esta plegaria se dijo por vez primera, pero su contenido continúa siendo de gran actualidad. Por eso el Espíritu quiso que se consignara en las Letras santas para que el pueblo de Dios de todos los tiempos tuviera un modelo de oración. Hoy la comunidad cristiana vive también en el mundo como en un destierro, y muchos creyentes sufren también ante el ambiente de indiferencia religiosa que amenaza frecuentemente sus más profundas convicciones.
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Pidamos, pues, humildemente, con este texto, que el Dios del universo nos salve, que renueve los prodigios y repita los portentos, para que los pueblos sepan, como nosotros lo sabemos, que no hay Dios fuera de él; para que los hombres todos crean en el Padre y en aquel a quien el Padre ha enviado.
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ORACIÓN Dios de nuestros padres, danos un corazón sabio e inteligente para que percibamos tu Misterio, sepamos hacer lo que a ti te agrada y te amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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