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NO HAY RECUERDO DURADERO NI DEL SABIO NI DEL NECIO
Carolina Felcman, Julieta Scharnopolsky, Denisse Bacher y Jana Boltansky
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Historia Estaba sentada en la calle observando el pasar del tiempo. El día era gris, ventoso y no tenía nada que prestar, salvo una sopa calentita de la bobe. Me senté al lado de la ventana y miré para afuera, dejando la mirada caída en la nada. En general, vi gente haciendo su rutina cotidiana; niños yendo a los kioscos a comprar dulces para complacer su deseo, adultos volviendo de trabajar, alguna que otra bicicleta rondando por las cuadras de Plaza de Mayo… lo normal. En eso, hubo una situación que me llamó mucho la atención. Había una persona con capacidad reducida de la vista, es decir, no vidente. Estaba parado en una esquina, esperando alguna ayuda para poder cruzar la Avenida y llegar seguro a la próxima cuadra para continuar con su camino, quién sabe a dónde iba… Lo que me llamó la atención fue que venía un hombre grandote, de traje, hablando por teléfono, con un reloj lujoso y su portafolio en mano, se lo veía apurado.
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Para mis adentros me dije: “podría donar un poco de su tiempo para ayudar a esta persona que necesitaba un apoyo”, pero a cambio, recibió una actitud despectiva. Desvió su mirada y entró en unas torres de altos pisos, vidriadas, lujosas. Rarísimo. Pero lo que aún más me chocó es que detrás de ese hombre se escuchaba a un niño pedir monedas para poder alimentarse, conseguir algo de lo que le faltaba. Este chico, me conmovió. Sin nada que poder prestar, salvo su tiempo, se dedicó a ayudar a cruzar esa gran avenida al hombre que humildemente lo necesitaba, acompañado de un “Buenas tardes, señor. Déjeme ayudarlo”. La historia no termina acá, lo que realmente hizo mi día y me cambió la mirada fue que a cambio, el no vidente le pudo dar un par de monedas al pequeño, que sin esperar nada a cambio, le dio una mano. Pensar que las cosas de valor son las materiales, es una gran mentira. Una persona llena de cosas puede estar vacía y fría por dentro, mientras que personas, aparentemente sin “mucha cosa” material, terminan siendo las más llenas y valiosas que podemos encontrar. Pues siempre recordaré a ese niño, no por lo que no tenía, sino, por lo que hizo.
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Explicación Para nosotras, la moraleja que nos da esta frase es que ni el más inteligente, que llevo una vida exitosa, que tenía todo lo que quería, que nunca le faltó nada, ni el necio que se esforzó por lo que quería conseguir y a lo mejor no lo tuvo, que era un poco torpe e ignorante, van a vivir para siempre, y los dos van a llegar a un mismo final, la muerte. Esto nos demuestra que ni el más sabio ni el más necio van a ser recordados durante las siguientes generaciones, por las cosas que tenían, sino que los van a recordar por los actos que ellos hayan hecho, es decir, el ser, lo que fueron en su vida. La historia no es literalmente representada por una persona culta y una necia, es más que nada, representando a quien parece tener todo y a quien parece tener nada. No hay recuerdo duradero ni del sabio ni del necio; al correr de los días, todos son olvidados. Pues el sabio muere igual que el necio
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