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Publicada porTomás Quintana Sáez Modificado hace 6 años
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Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario «Vende lo que tienes y sígueme»
Ciclo B Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario «Vende lo que tienes y sígueme»
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Primera Lectura Sabiduría 7,7-11
7 Por eso oré, y me fue dada la prudencia, supliqué, y descendió sobre mí el espíritu de la Sabiduría. 8 La preferí a los cetros y a los tronos, y tuve por nada las riquezas en comparación con ella. 9 No la igualé a la piedra más preciosa, porque todo el oro, comparado con ella, es un poco de arena; y la plata, a su lado, será considerada como barro. 10 La amé más que a la salud y a la hermosura, y la quise más que a la luz del día, porque su resplandor no tiene ocaso. 11 Junto con ella me vinieron todos los bienes, y ella tenía en sus manos una riqueza incalculable. Palabra de Dios Te alabamos Señor
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«En comparación de la sabiduría, tuve en nada la riqueza»
Sabiduría, el arte de vivir bien. El saber es algo que todos aprecian. La denominación de «necio», «ignorante», no suele gustar a nadie. Sin embargo, hay muchas ramas del saber. La sabiduría de que aquí se trata es la sabiduría que dimana de Dios la auténtica, la genuina.
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respecto a dios, nuestro último fin.
Ella nos da el conocimiento preciso, no digo científico, de las cosas en su relación con Dios, su creador, y en su relación con nosotros. Nos da el recto conocimiento de Dios y de nosotros mismos respecto a dios, nuestro último fin. Es el mismo conocimiento de Dios. Es lo que Dios ve y lo que Dios quiere. Es el arte de vivir según ese ver y querer de Dios: es el arte de usar de las cosas, de apreciarlas, y el arte de conducirse según la voluntad divina. Esta es la única sabiduría que realmente a todos interesa.
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Ante ella todo es basura, polvo y arena
Ante ella todo es basura, polvo y arena. Es curioso, sin ella las cosas, por más apreciables que sean, no valen nada; con ella, sin embargo, vienen todas juntas, viene la vida eterna. Ella conduce a la vida. Por eso es más apreciable que todo lo que existe fuera de ella, pues no pasa ni se destruye. Es algo divino. Se alcanza con la petición. Viene de arriba, como don a un deseo, a un esfuerzo, a una petición. A todos puede llegar. Es luz y fuerza de lo alto porque es Dios mismo quien nos hace vivir su conocimiento y su voluntad. Dios mismo que se nos entrega y vive en nosotros.
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Salmo 90(89) 12-13.14-15.16-17 12 Enséñanos a calcular nuestros años,
para que nuestro corazón alcance la sabiduría. 13 ¡Vuélvete, Señor! ¿Hasta cuándo...? Ten compasión de tus servidores. 14 Sácianos en seguida con tu amor, y cantaremos felices toda nuestra vida. 15 Alégranos por los días en que nos afligiste, por los años en que soportamos la desgracia. 16 Que tu obra se manifieste a tus servidores, y que tu esplendor esté sobre tus hijos. 17 Que descienda hasta nosotros la bondad del Señor; que el Señor, nuestro Dios, haga prosperar la obra de nuestras manos.
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«Sácianos de tu misericordia, Señor. Y toda nuestra vida será alegría»
La brevedad de la vida es un misterio, y el salmista encuentra la razón de ello en los pecados del hombre, que excitan la ira divina. Las iniquidades del hombre están siempre desafiando a la justicia divina, y aun los pecados más secretos resaltan ante su faz.
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La vida del hombre no sobrepasa los ochenta años, y aun éstos están llenos de amarguras y penalidades, en las que se siente la vaciedad y el disgusto. No miden el alcance de la cólera divina, y así se entregan alegremente al pecado, sin pensar que en ello les va la vida. El salmista suplica, en este supuesto, que Dios le dé a entender la brevedad de la vida para saber vivir con la conciencia de su limitación, y, en consecuencia, organizándola conforme a las exigencias del temor de Dios, que es el principio de la sabiduría.
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Segunda Lectura Hebreos 4,12-13
12 Hermanos: la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13 Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas. Palabra de Dios Te alabamos Señor
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«La palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón»
La “palabra de Dios”, que aquí aparece en cierto modo personificada, no es el Verbo o segunda persona de la Santísima Trinidad, sino la revelación misma de Dios, manifestando a los seres humanos su voluntad, con promesa de premios y amenaza de castigos.
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como identificando la palabra con El.
Esta “palabra,” en realidad, es intercambiable con Dios mismo, que es el que la pronuncia; de ahí que se comience hablando de la “Palabra de Dios” y se termine hablando de Dios mismo, como identificando la palabra con El. Las expresiones “viva, eficaz., tajante., penetra hasta la división de alma y espíritu discierne pensamientos e intenciones”, no pueden indicar más al vivo el poder y eficacia de la palabra que sale de la boca de Dios, que no puede volver vacía, sin conseguir su efecto, y para la cual nada hay oculto.
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Lectura del Santo Evangelio Marcos 10,17-30
17 Cuando se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?». 18 Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. 19 Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre». 20 El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». 21 Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». 22 El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
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23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
«¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!». 24 Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios! 25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». 26 Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?». 27 Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible». 28 Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». 29 Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, 30 desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna. Palabra de Dios Gloria a Ti, Señor Jesús
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«Vende lo que tienes y sígueme»
El joven rico a pesar de tenerlo todo, experimenta que algo le falta: «¿qué haré para heredar la vida eterna?». Experimenta en sí un hambre de infinito, quiere alcanzar la vida eterna, y con esta inquietud profunda se acerca al Señor Jesús. Busca la respuesta que sacie su anhelo de eternidad, busca el camino que tiene que seguir.
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Cuando el Señor le señala los mandamientos como camino para alcanzar la vida eterna,
experimenta que tampoco eso le basta, tiene necesidad de algo más: «¿Qué más me falta?» Es entonces cuando la mirada del Señor se carga de un amor intenso, un amor de predilección. Él, que ve lo profundo, conoce la respuesta, sabe que ese joven ha nacido para seguirlo.
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Al joven le toca responder desde su libertad
Al joven le toca responder desde su libertad. Mas pudo más el amor por la riqueza que el amor al Señor, que el amor a Dios. La riqueza se ha convertido para él en la fuente de una seguridad sicológica de la que no está dispuesto a desprenderse para encontrar en el Señor su única seguridad y felicidad. El resultado de la negativa al llamado del Señor, que es asimismo una negativa a los reclamos vehementes de su propio corazón, es la frustración profunda que se expresa en la tristeza.
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Gracias Señor por tu Palabra purificadora,
que ilumina, alimenta, enriquece, alegra, consuela y compromete. Concédenos vivir conforme a ella.
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Vuestra soy, para Vos nací: ¿Qué mandáis hacer de mí?
Soberana Majestad, eterna Sabiduría, Bondad buena al alma mía; Dios, Alteza, un Ser, Bondad: La gran vileza mirad, que hoy os canta amor así: Vuestra soy, pues me criaste, vuestra, pues me redimiste, vuestra, pues que me sufriste, vuestra, pues que me llamaste. Vuestra, porque me esperaste, vuestra, pues no me perdí: ¿Qué mandáis, pues, buen Señor, que haga tan vil criado? ¿Cuál oficio le habéis dado a este esclavo pecador? Veis me aquí, mi dulce amor, amor dulce, veis me aquí: Veis aquí mi corazón, yo le pongo en vuestra palma: mi cuerpo, mi vida y alma, mis entrañas y afición. Dulce Esposo y Redención pues por vuestra me ofrecí: ¿Qué mandáis hacer de mí? Dadme muerte, dadme vida; dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad; dadme guerra o paz crecida, flaqueza o fuerza cumplida, que a todo digo que sí. ¿Qué queréis hacer de mí? Dadme riqueza o pobreza, dad consuelo o desconsuelo, dadme alegría o tristeza, dadme infierno o dadme cielo, vida dulce, sol sin velo: pues del todo me rendí,
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¿Qué mandáis hacer de mí? Si queréis, dadme oración;
si no, dadme sequedad, si abundancia y devoción, y si no esterilidad. Soberana Majestad, sólo hallo paz aquí: Dadme, pues, sabiduría, o, por amor, ignorancia; dadme años de abundancia, o de hambre y carestía. Dad tiniebla o claro día, revolvedme aquí y allí: Si queréis que esté holgando quiero por amor holgar; si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando: decid dónde, cómo y cuándo, decid dulce Amor, decid: Dadme Calvario o Tabor, desierto o tierra abundosa; sea Job en el dolor, o Juan que al pecho reposa; sea viña fructuosa, o estéril, si cumple así: ¿Qué mandáis hacer de mí? Sea José puesto en cadena, o de Egipto adelantado, o David sufriendo pena, o ya David encumbrado. Sea Jonás anegado, o libertado de allí: Haga fruto o no lo haga, esté callando o hablando, muéstrame la ley mi llaga, goce de Evangelio blando; esté penando o gozando, sólo Vos en mí vivid. ¿Qué mandáis hacer de mi? Vuestra soy, para Vos nací: ¿Qué mandáis hacer de mí?
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Servicio Gratuito con Fines Educativos
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