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Publicada porJuana Aguilar Cuenca Modificado hace 6 años
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Mandamientos 11 3ª 78 3er mandamiento 2- Descanso y Misa dominical
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Estamos viendo el 3er mandamiento de la ley de Dios, que nos pide santificar las fiestas. En realidad lo que quiere decir es que en las fiestas religiosas debemos santificarnos más. Toda la vida debe ser una alabanza a Dios para llegar lo más alto posible a la perfección. Pero como ese santificarse continuo es muy difícil, al menos para la mayoría, tenemos unos días determinados para mejor alabar a Dios y crecer en la vida del espíritu.
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También tenemos unos lugares especiales, que son los templos, que pueden considerarse como refugios espirituales para realizar esta alabanza común o pública a Dios y crecer en este vida espiritual hacia Dios y en el encuentro con los hermanos. Esto en las fiestas religiosas, especialmente en el domingo, día del Señor.
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El domingo, día del Señor, no es exactamente el sábado de los israelitas traspasado. Para los cristianos, menos algunos que siguen llamándose cristianos aunque sólo siguen el Antiguo Testamento, la resurrección de Jesucristo cambió el panorama del día del Señor. El sábado era (y sigue siendo para mucha gente) principalmente el día de descanso, que es lo que significa «sábado». Para nosotros el domingo principalmente es día de alabanza victoriosa porque seguimos celebrando la Resurrección de Cristo, con la esperanza de la nuestra propia.
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También los católicos tenemos en el domingo el descanso como precepto; pero es mucho más: es el día de la Eucaristía, el día de la presencia de Cristo resucitado entre nosotros. Recordamos cómo en los Hechos de los Apóstoles (20,7) se habla de cómo los cristianos se reunían el primer día de la semana, que era el domingo, para la «fracción del pan», que era la Misa. Se reunían para celebrar la Eucaristía, que es acción de gracias, que es caridad y banquete de amor.
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Sabemos que la Institución de la Eucaristía fue el Jueves Santo
Sabemos que la Institución de la Eucaristía fue el Jueves Santo. San Pablo lo testificó en 1 Cor 11, Sin embargo el jueves no se reunían los cristianos a celebrar la Eucaristía, sino especialmente se reunían el domingo, día del Señor, en que recordaban la muerte y Resurrección de Cristo «hasta que Él venga». Día del banquete del Señor; y día de la venida del Espíritu Santo, que inspira el comienzo «oficial» de la Iglesia.
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Otra cosa interesante que ya testimoniaban los antiguos autores cristianos, era que en la Eucaristía no se trataba de celebrar una simple conmemoración, sino que se trataba de celebrar un acontecimiento salvífico presente; porque se está celebrando la salvación. Este acontecimiento salvífico, que se puede celebrar todos los días, tiene un realce especial el día del domingo por la participación comunitaria del pueblo de Dios.
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Veamos ya el mandamiento de la Iglesia para el domingo y fiestas de guardar. Está el precepto de asistir a la Misa, que veremos después, comenzando ahora con el precepto del descanso dominical. Dice así en el Código de la Iglesia: «Hay que abstenerse de trabajos serviles y de actos forenses. E igualmente, si no lo autorizan costumbres legítimas o indultos peculiares, del mercado público, de las ferias y de otras ventas y compras públicas».
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La Iglesia manda algo que es para nuestro bien
La Iglesia manda algo que es para nuestro bien. Hay mucha gente que no entiende que el domingo sea un día de obligación de descanso, de no trabajo. Son muchos los que, estando ocupados otros días con su trabajo, por el que llevan el sueldo a casa, aprovechan los domingos para hacer arreglos en la casa y otros trabajos extra, sean hombre o mujer. Habría que hacer muchas distinciones.
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No es que la Iglesia vaya contra el trabajo
No es que la Iglesia vaya contra el trabajo. El trabajo es algo muy digno; y el descanso le dignifica aún más. Por eso el trabajo debe ser santificado y debe ser comprendido. Claro que hay trabajos más buenos; y los hay perjudiciales para la salud material y para la espiritual. Pero el trabajo digno ennoblece a la persona. Y el trabajo nos ayuda de tal modo que hasta podemos decir que TRABAJAR ES COLABORAR CON EL SEÑOR.
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Trabajar es colaborar con el Señor para hacer un mundo más feliz.
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Trabajar es parecerse a Dios que hizo el universo con amor.
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Señor, tu hiciste el cielo;
el hombre a los planetas ha llegado.
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Trabajar es colaborar con el Señor para hacer un mundo más feliz.
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Trabajar es parecerse a Dios
que hizo el universo con amor.
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Hiciste las montañas y la tierra;
el hombre hizo el arado.
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Trabajar es colaborar con el Señor para hacer un mundo más feliz.
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Trabajar es parecerse a Dios que hizo el universo con amor.
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Trabajar es parecerse a Dios que hizo el universo con amor.
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Los trabajos en sí no es que sean buenos y malos, sino que normalmente el ser humano es quien los hace santificados o profanos. Y precisamente, cuando se deja de trabajar el domingo, ese trabajo queda santificado, porque se deja en función de algo más elevado. Dicho de otra manera: Una cosa es que uno sea señor del trabajo, por lo tanto el trabajo es el esclavo nuestro y otra cosa es que uno sea esclavo del trabajo.
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Ser amo y señor del trabajo es lo que conviene a quien participa de la gloria de Dios. Así todo irá bien y de forma ordenada. Así, cuando uno puede dejar un día de trabajar, para dedicarlo al bien espiritual o unión entre la familia, va demostrando que es amo de su trabajo. Pero, cuando uno no puede dejar de trabajar, porque está esclavizado al trabajo, mala cosa es. En este caso el hombre ya no muestra ser la imagen de Dios. Y hay muchos que no dan importancia a trabajar como sea y de lo que sea.
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Aunque a veces es muy difícil distinguir, la Iglesia quiere que se descanse de los trabajos «serviles». Estos eran los que solían hacer los esclavos, porque requieren las fuerzas corporales: como albañiles, carpinteros, agricultores, etc, Hay muchos difíciles de puntualizar. ¿Cuándo es pecado? Se suele decir que puede llegar a grave cuando uno trabaja de verdad más de dos horas, sin tener obligación para ese trabajo. A esos trabajos fuertes se equiparan actos de juzgados, audiencias públicas, según el código de la Iglesia.
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Está luego el problema de los mercados públicos o tiendas.
Hay muchos que ni ponen atención a ello. Y hay quienes dicen que están haciendo un favor a mucha gente que otros días les es más difícil ir a la tienda. A veces para algunos la Iglesia es como una tirana con estas prescripciones. Algunos deberían ponerse la mano en el pecho para preguntarse si es para hacer un bien a otros o es para ganar más dinero. Y luego con la complica-ción que trae el otro precepto de tener que ir a la Misa.
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En verdad que hay muchos que deben trabajar en el domingo, debido a las necesidades sociales. Por ejemplo ciertas enfermeras y médicos, si les toca ese día. Hay cosas que no se pueden dejar, como el atender a los enfermos. Y muchas cosas de casa, como el cocinar o limpiar algo. Pero el hecho es que hay muchos que se pasan y hacen cosas que no deberían hacer. Hay quienes aprovechan el domingo para lavar la ropa, etc. Pero, como para todo, puede ser que otro día no lo hayan podido hacer.
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El hecho es que el domingo debería ser un día para descansar y para vivir más la vida de familia, que otros días algunos casi no pueden. También para dedicarse a algún deporte sencillo. Claro, que en esto del deporte hay que distinguir el que lo tiene por oficio y el domingo lo tiene que realizar por conveniencia social, y el que sólo lo practica «por deporte». En la vida moderna hay muchas clases de excepciones y circunstancias.
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De sentido común son los trabajos circunstancia-les que se hacen por el bien de otros, como en catástrofes e inundaciones. A veces es por una verdadera utilidad familiar. Lo condenable es el deseo grande de lucro, de ganancia. Por ejemplo, el de aquel que tiene dos o tres sueldos; y para sacarlos adelante, para ganar más, aprovecha el domingo. Ese está esclavo del trabajo o del dinero, y prefiere el dinero a las cosas de Dios.
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Otra cosa es gente pobre, a quienes se les ha presentado un trabajo de pronto. Cada caso es algo diferente. Hay otros que deben preparar cosas de una fiesta para utilidad pública, como preparar cabalgatas o fuegos artificiales, etc. Lo importante es no estar esclavizado por el trabajo, sino buscar el bien y estar siempre sometido al dominio soberano de Dios, el Señor Único, a quien debemos honrar especial-mente el día de domingo.
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El gran problema en la religión es que, mientras se busque primero y principalmente lo material, por encima del bien espiritual, no se puede llegar lejos. Y nuestra vida es de Dios y debe ser para Dios. Por eso ya trabaje, ya descanse, todo debe ser buscar más a Dios, que eso será nuestra felicidad. El trabajo será santificado, si lo sabemos ofrecer a Dios en las diferentes horas del día, para que «por la tarde», cuando sea el fin de las labores, Dios nos lo pueda premiar mejor de lo que nosotros sabemos.
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Hora de la tarde, fin de las labores.
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Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores,
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Al romper el día nos apalabraste.
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Cuidamos tu viña del alba a la tarde.
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Ahora que nos pagas, nos lo das de balde.
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Que a jornal de gloria no hay trabajo grande.
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Das al vespertino lo que al mañanero.
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Son tuyas las horas y tuyo el viñedo.
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A lo que sembramos dale crecimiento.
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Que eres Tú la viña, cuida los sarmientos.
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Hora de la tarde, fin de las labores.
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Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores,
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de tus viñadores. Hacer CLIC
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Hay otro precepto que la Iglesia católica pone bajo obligación grave
Hay otro precepto que la Iglesia católica pone bajo obligación grave. Debemos recordar que la Iglesia jerárquica, sucesora del grupo de los apóstoles y compuesta por el papa y los obispos, tiene este poder de ordenar la vida externa para el bien de los fieles. Este precepto es el de oír misa entera los días de domingo y fiestas de guardar.
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Hay personas, poco amables con Dios, que están preocupadas demasiado con cumplir sólo con lo justito, no dando ni un segundo más. Y, claro, tan justito quieren llegar a misa, que siempre llegan algo tarde. Seguramente no han cometido pecado grave, pero han sido poco finos y amables con Jesucristo, que viene a visitarnos. Lo importante es la santificación y lo que nos puede unir con Cristo; pero bueno es conocer bien el precepto.
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Se trata sobre todo de una invitación de Jesucristo, que, puesta en ley eclesial, dice así: «Todo cristiano, cumplidos los 7 años de edad, está obligado a oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar». Algunos miran demasiado esto de los siete años. Es muy difícil a veces determinar. Uno se encuentra con muchachos de siete años y medio con poco fundamento; pero no hay por qué escatimar, cuando sabemos que es para honra de Dios y para nuestro bien. Así que puede ser la edad cuando se tiene cierto conocimiento de que se hace un bien.
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La presencia debe ser: presencia corporal
La presencia debe ser: presencia corporal. Es decir, que para el precepto no vale la misa por radio o por TV., sino que debe ser presencia corporal. Y por toda la misa. Esto de toda la misa, estrictamente se podría entender al menos toda la parte central: del ofertorio a la comunión. Pero muy mal quedan con Dios, como dicen los papas recientes, quienes de forma habitual pierden las primeras oraciones, las lecturas y la homilía. Manifiestan poco amor a Dios y a la Iglesia.
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No bastaría sólo con el hecho de estar presente
No bastaría sólo con el hecho de estar presente. Se necesita una cierta atención. Porque, si dos entran en la iglesia y se pasan todo el tiempo conversando de otras cosas, de modo que ni se enteran siquiera por dónde va la misa, ni se preocupan de lo que tengan que responder o la postura que deban tener, propiamente no han oído la misa. No se trata sólo de una presencia corporal, sino de una presencia del alma; al menos en lo fundamental.
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Se entiende que uno debe ir a la Misa con buen espíritu: un espíritu de participar, estando en la presencia de Dios. Aunque lo esencial es lo central, del Ofertorio a la comunión, el papa Juan Pablo II, y otros papas también, hablaba de la importancia de la Palabra de Dios en la Santa Misa: las lecturas con su explicación. El hecho es que se vaya con deseo de crecer en el espíritu; que no sea sólo la atención externa, sino «en espíritu y en verdad».
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A veces se dice que se debe asistir «devota y atentamente»
A veces se dice que se debe asistir «devota y atentamente». Esto en cierto sentido requiere estar en gracia. Si uno estuviera conscientemente en pecado y no quisiera salir del pecado, de poco le serviría cumplir con la obligación de la misa, porque no está adorando a Dios «en espíritu y en verdad». Porque no se trata sólo de seguir el desarrollo de la misa en el altar, aun con ayuda de algún libro, sino que busque, en cierto grado, de conformar su vida con Jesucristo, Víctima y Sacerdote supremo en el altar.
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Claro que llegar allí es muy difícil, como todas las cosas de la santidad; pero por lo menos tender en algo. No debemos parecernos a los fariseos que se contentaban con cumplir en lo externo. - ¿En qué lugar se debe asistir a la misa? Para cumplir el precepto basta en cualquier iglesia. Pero, como la misa es también la reunión de la comunidad cristiana, bueno y mejor es hacerlo con la propia comunidad: además de crecer en el amor a Dios, se crece en el amor con la comunidad.
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En esto de la asistencia a la misa, como en lo del trabajo dominical, hay muchas excepciones. Hay muchos que no pueden asistir a la misa, como hay muchísimos que sí pueden asistir y no asisten. Pero hay muchos que no pueden. Por ejemplo, muchos relacionados con la enfermedad: En primer lugar, los enfermos. Aquí habría que hacer muchas disquisiciones, porque hay personas que tienen una enfermedad pequeñita, por lo cual no van a misa, pero luego van a otras cosas sin obligación.
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Dificultades para ir a misa suelen tener los que deben asistir a algún enfermo. También los que viven lejos de la iglesia. Lejos se suele tener cuando hay que caminar al menos media hora. Todo esto es muy relativo: si es joven o anciano. También depende del vehículo. Hay gente que no va a misa en su vehículo porque está algo lejos y luego van esa distancia o más a tomar café u otras cosas parecidas. Así que depende de diversas circunstancias. Lo principal es si hay o no hay amor a Dios.
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A veces puede haber disculpas por obligaciones sociales con la comunidad como puede ser ayudar en una desgracia o por deberes cívicos como presidir una mesa de votación. Cada caso puede consultarse, porque lo que interesa es la voluntad de servir a Dios, alabando su santo nombre. Por eso tengamos más interés de asistir al «Pan de vida» para llenarnos más de Dios. Así pues con alegría VAYAMOS JUNTOS AL ALTAR A ALABAR EL NOMBRE DEL SEÑOR.
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Vayamos juntos al altar,
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alabando el nombre del Señor.
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Venid los hambrientos,
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venid los cansados,
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venid a la fiesta de su pan.
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Venid los hambrientos,
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venid los cansados,
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venid a la fiesta de su pan.
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En su nombre nos hemos reunido,
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su Palabra es fuente de verdad.
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Unamos nuestras voces,,
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juntemos nuestras manos,
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venid a la fiesta de su pan.
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Es domingo, nos hemos reunido,
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es la fiesta de tu comunidad.
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Unid los corazones,
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unamos nuestras manos,
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venid a la fiesta de su pan.
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Venid los hambrientos,
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venid los cansados,
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venid a la fiesta de su pan.
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Venid los hambrientos,
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venid los cansados,
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venid a la fiesta de su pan.
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La Virgen María nos invita el domingo.
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para alabar a Jesús en la Misa.
AMÉN
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