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Virtudes 28 Ca ri dad 14 3ª 42 La caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe.

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1 Virtudes 28 Ca ri dad 14 3ª 42 La caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe

2 Sigue diciendo San Pablo notas características de la caridad
Sigue diciendo San Pablo notas características de la caridad. Después de haber dicho que es paciente y benigna, dice ahora que no es envidiosa. Porque a veces, cuando la otra persona tiene cosas malas, hay que ser benigno con ella, por lo menos poniendo buena cara. Pero si el prójimo tiene cosas buenas, talento, éxitos… ¡Qué difícil suele ser el alegrarse con los bienes del otro! Suele ser más difícil que entristecerse con los males del otro.

3 Por ejemplo, si una persona está muy alegre porque le ha tocado en grande la lotería, y sabemos que no nos va a dar nada ¡Qué difícil es alegrarse de verdad con esa persona! Pero la caridad es, como decía san Pablo, «entristecerse con el triste y alegrarse con quien se alegra». Sobre todo si tiene éxito o encumbramiento. A no ser que sea por algo malo o que vaya contra alguien que lo necesita y lo merecía.

4 La envidia hacia los bienes de otra persona, sean materiales o espirituales, va agrietando lo que es la verdadera caridad. A veces uno está en contra de otra persona, en una actitud contraria. En ese caso cualquier honor o estima que se le tributa nos parece exagerado. Pues la caridad nos dice que debemos alegrarnos de esa estima hacia el otro. Y sobre todo cuando se trata sobre la vida religiosa o virtudes cristianas.

5 Cuando la envidia es en el terreno de la vida religiosa, sobre un puesto algo más honroso, que a un compañero quizá se le da, para organizar la vida cristiana, entra casi en lo absurdo de nuestra actitud cristiana. Y digo absurdo, porque, si lo que tratamos es que Dios sea glorificado, pues ¡Bendito sea Dios, si otro lo está realizando! Mientras tanto, otras cosas podemos hacer, como el rezar, que no es nada malo, para que el compañero lo haga bien y Dios sea glorificado.

6 Esto sería lo contrario a la caridad.
En la religión o apostolado todos podemos hacer algo, aunque a veces sea dificultoso el buscarlo y encontrarlo. Lo importante es hacer algo, sin necesidad de lucirse. Es decir, debemos alumbrar, no deslumbrar, que sucede cuando se mete la envidia con alguno que en vez de tomarle como compañero le tomamos ya como adversario. Esto sería lo contrario a la caridad.

7 Sin embargo hay una envidia buena que no va contra la caridad
Sin embargo hay una envidia buena que no va contra la caridad. Es la que se fija en las virtudes de los santos y aquellas personas que buscan a Dios con sinceridad. Envidia sería cuando se entristece uno por el bien del otro; pero sería virtud el estimularse para amar a Dios como dicho prójimo, y dando gracias a Dios por esos dones que ha dado a la otra persona.

8 Si se viviese bien el dogma del Cuerpo Místico, debería desaparecer toda envidia, ya que aprenderíamos que todo es común en la Iglesia y uno se alegraría de los bienes del otro. Por lo tanto, lo normal es alegrarnos cuando sabemos que nuestro hermano ha aumentado el caudal común, que es la gracia. Pues lo que aumente uno, en algo le llega a todos. Lo malo es estar acostumbrados a ver las ganancias sólo en sentido material.

9 No es fácil ver esta unidad del Cuerpo Místico, como lo veían algunos santos. Así santa Teresita llegaba a decir que si amamos un bien del prójimo más de lo que él lo ama, en realidad nos pertenece más que a él. Para esto tiene que tener una mirada muy espiritual y no estar atado al propio egoísmo. Decía san Agustín: «No te lamentes de cosas que no posees. Ama la unidad y los demás no las poseerán sino para ti».

10 Que la envidia sea contraria a la caridad es una realidad clara en cualquier persona que esté dominada por el egoísmo. Si hay egoísmo, no puede haber verdadera caridad; y donde hay egoísmo, nace espontáneamente la envidia. Para alejar todo egoísmo debemos rectificar la intención de nuestras acciones. Si lo hacemos por la gloria de Dios, irá alejando la envidia y vendrá la perfecta caridad.

11 Todo esto es difícil comprenderlo y vivirlo
Todo esto es difícil comprenderlo y vivirlo. Por eso debemos pedir luz al Señor. Esta perfecta caridad es a la que debemos aspirar para ser partícipes de la gloria de Dios, porque habremos amado a Dios; pero recordemos que, si decimos que amamos a Dios, pero no amamos al hermano, como nos dice san Juan, no es verdad, porque estamos en tinieblas.

12 Oye, hermano, lo que dice Juan apóstol
en la carta que escribiera a sus amados: Automático

13 el que dice que ama a Dios y no a su hermano,
el tal en tinieblas se ha quedado.

14 Si tuviere profecía y toda ciencia,
Si entendiere todos los misterios;

15 si no tengo caridad que es el don de amor de Dios, lo demás que hiciere es vanidad.

16 si no tengo caridad que es el don de amor de Dios,
lo demás que hiciere es vanidad.

17 El amor es sufrido y es benigno;
todo lo puede, todo lo cree, todo lo soporta.

18 El amor nunca deja de ser, para siempre la profecía será quitada.

19 Si tuviere profecía y toda ciencia, Si entendiere todos los misterios;

20 si no tengo caridad que es el don de amor de Dios,
lo demás que hiciere es vanidad.

21 si no tengo caridad que es el don de amor de Dios, lo demás que hiciere es vanidad.
Hacer CLIC

22 Así que la caridad no tiene envidia cuando reina la humildad
Así que la caridad no tiene envidia cuando reina la humildad. En la humildad uno no busca su propia gloria sino la gloria de Dios. Y cuando esto se da, uno se alegra de los dones y gracias espirituales que pueda tener un hermano, porque la gloria de Dios se aumenta con su trabajo.

23 Y cuando los dones son muy grandes, como los dados a los santos, ya no nos conformamos con lo negativo, que es el no envidiar, sino que se puede producir el santo estímulo para imitarles en lo posible. Por lo tanto esa caridad que tenemos hacia ellos, el no envidiar, se ha convertido en caridad de ellos para con nosotros: ayuda para acercarnos más al reino de Dios.

24 Y como para no tener envidia debemos buscar ante todo la gloria de Dios, san Alfonso Mª de Ligorio nos daba unas señales para conocer que buscamos la gloria de Dios: 1- No turbarse cuando no se alcanza lo que se busca, porque no siendo esto del agrado de Dios, tampoco es conforme a su voluntad. - Resulta que en esta vida muchas veces confundimos la voluntad de Dios con lo que pensamos o queremos.

25 2- Alegrarse del bien hecho por otros, como si uno mismo lo hubiera hecho. 3- No desear un cargo con preferencia a otro, aceptando gustoso el que indicare la obediencia de los superiores. 4- No buscar, después de ejercitar el ministerio, el agradeci-miento ni la aprobación de los demás.

26 Quien sigue esos principios, está encarrilado para tener una verdadera caridad, que busca el bien de los demás, que es el bien de Dios. Así que la verdadera caridad no busca los aplausos o el agradecimiento de otros. Tampoco tiene por qué buscar directamente las críticas o censuras. Pero si las recibe, la virtud está en no turbarse por esas críticas, sino en alegrarse porque ha contentado a Dios.

27 Uno puede estar tranquilo de haber contentado a Dios, cuando cree haber hecho lo correcto. Suele ser difícil no vanagloriarse cuando vienen las alabanzas. San Juan de Ávila tenía un método sencillo: además de ofrecerse a Dios de manera total y particular en dicho acto, luego se reía de la vanagloria, pues cuando venía la tentación de vanagloria, decía: «Tarde venís, pues ya está dada a Dios».

28 Si todo nuestro ser está ofrecido y dado a Dios, la vanagloria se irá yendo de nosotros. Claro, no se trata de ofrecerlo sólo, sino de darlo. Esto es difícil y es una labor de toda la vida. El hecho es que, cuando lo nuestro ya no sea nuestro y lo aceptemos que es de Dios, no tiene ya sentido la vanagloria. Así pues recordemos estas cualidades que san Pablo nos va diciendo sobre la caridad en el cap. 13 de I Corintios.

29 Porque el amor siempre es complaciente;
Automático

30 Porque el amor nunca es envidioso;

31 Porque el amor nunca se vanagloria;

32 Porque el amor siempre es bondadoso.

33 El amor no acaba, todo es el amor.

34 El amor es vida y el amor es Dios.

35 El amor no acaba, todo es el amor.

36 El amor es vida

37 y el amor es Dios. Hacer CLIC

38 Proclamamos que el amor es Dios, que es lo mismo que decir que Dios es amor, por excelencia. Así que todo lo que tenemos que hacer para realizar el bien proviene de que Dios es amor y de que vayamos empapándonos de ese amor.

39 Y después de decir san Pablo que la caridad no es envidiosa, dice que no es jactanciosa. Para expresar lo que quiere decir aquí san Pablo las diferentes versiones de la Biblia ponen palabras diversas como: no actúa con soberbia. La nueva biblia de la conferencia episcopal española dice: «El amor no presume». Y se presta a varias interpretacio-nes como que no es petulante, insolente…

40 En la Biblia hay un texto curioso, en que el profeta Jeremías, para describir la jactancia de Moab (48,29), dice que es: «soberbio, arrogante, orgulloso, altivo y altanero». También el profeta Ezequiel hablaba de la altanería del rey de Tiro cuando llegaba a decir: «Soy un dios». Pues bien, ahora nos dice san Pablo que quien sea así, no puede tener una verdadera caridad.

41 Jesucristo describió a este personaje jactancioso en la oración de aquel fariseo. Lo peor no es sólo que se ensalza, sino que desprecia a los demás, especialmente a aquel publicano que se da golpes de pecho pidiendo perdón a Dios. El fariseo decía: «No soy como los demás hombres». No lo era porque era peor. Su oración no pudo ser escuchada por Dios con agrado, al contrario del publicano.

42 Así que nos dice san Pablo que, aunque uno haga muchas obras grandes que parecen caridad, no será tal si hace alarde de esas obras, como si él tuviera mejores cualidades o virtudes que otros. En nuestra lengua popular sería quien es fanfarrón o tiene chulería.

43 Dice algún técnico que la palabra «jactancioso» significa lo contrario a la verdad o a la veracidad. Es aquel que se ensalza y presume de sus méritos más de lo que en realidad valen. Por lo tanto no está en la verdad. Recordamos lo que decía santa Teresa que la humildad es la verdad. Por tanto quien tiene verdadera caridad no ensalza demasiado sus méritos, porque en realidad estaría rebajando lo del otro, faltando a la caridad.

44 Y a la verdad se acerca más el que piensa bien de los demás
Y a la verdad se acerca más el que piensa bien de los demás. Como he dicho alguna vez, no es verdad lo que se dice entre algunos: «Piensa mal y acertarás». Yo a estos les diría: «El ladrón piensa que todos son de su condición». Aunque haya cosas malas, es mucho lo que hay de bueno. Y creo que mucho más hay de bueno, porque hasta en las personas que parecen muy malas, más tiempo están haciendo cosas buenas.

45 Parecida a esta expresión de que la caridad no es jactanciosa, es la siguiente de san Pablo: La caridad no se engríe o no se hincha. Es una expresión que indica claramente la soberbia. Y el soberbio busca agradarse a sí y no agradar a los demás. Por lo tanto es contraria a la caridad. Es cuando uno busca desordenada-mente la propia excelencia y no se resigna a permanecer en el lugar donde Dios le ha colocado.

46 Dice el libro del Eclesiástico (10,12) que «el principio de la soberbia es alejarse del Señor y apartar el corazón del Creador». Esto pasa cuando el hombre no quiere contenerse bajo la regla ordenada por Dios. Esto se opone a la caridad, por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas. Así que la soberbia se compara a uno que se hincha. Así aparece en la Escritura. Son los que buscan su propia grandeza.

47 Alguno compara al soberbio a un globo hinchado de aire, que si se pincha se desvanece súbitamente.
Quien es humilde no se engríe por sus cualidades personales, ya que sabe que todo es don de Dios. Lo propio son los pecados. El santo, cuantas más señaladas mercedes recibe, más se humilla viéndose tan indigno y favorecido por Dios.

48 Así que la caridad nunca se hincha
Así que la caridad nunca se hincha. Y esta humildad va unida con la paciencia. Y la paciencia nutre la humildad. Van juntas. Todo lo que es altivez va en contra de la humildad y también en contra de la verdadera caridad. Porque el orgullo vano es duro e impaciente. La caridad cristiana es dulce y paciente, precisamente porque es humilde. Así que sigamos aprendiendo las cualidades que san Pablo dice de la caridad o el amor; porque lo cierto es que, si no tengo amor, nada soy.

49 Si no tengo amor, nada soy, no soy ná.
Automático

50 Aunque hablara toas las lenguas aunque mía sea la ciencia,
y sepa lo que me espera, aunque mía sea la ciencia,

51 si no tengo amor, nada soy, no soy ná.

52 Aunque mueva las montañas
y fuera el que más fe tenga, aunque tó lo repartiera,

53 si no tengo amor, nada soy, no soy ná.

54 el amor es comprensivo, el amor es servicial,

55 y si yo no tengo amor, nada soy,
no soy ná.

56 El amor no pasará jamás.

57 El amor es comprensivo, el amor es servicial,

58 El amor no pasará jamás.

59 El amor no es presumido y goza con la verdad.

60 El amor no pasará jamás.

61 Disculpa sin límite, cree sin límite, soporta y espera sin límite.

62 Junto con la Virgen Madre
AMÉN


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