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Publicada porMariano Vidal Robles Modificado hace 6 años
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La gracia 2 3ª,10 Efectos: Quita los pecados y nos hace amigos de Dios.
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Hablamos de la vida sobrenatural, que Dios nos da, y que está por encima de nuestra naturaleza. El cristiano tiene dos vidas: La natural procede de la unión del alma con el cuerpo. El alma es como la cuerda o pila de un reloj o como el motor de un coche. La otra vida es la sobrenatural. Está por encima de nuestro natural. Consiste en la maravillosa unión del alma con Dios, por medio de algo que Él nos da y que llamamos gracia, porque es gratis y no lo merecemos.
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Para entender un poco lo de la vida sobrenatural, podemos poner el ejemplo de dos árboles frutales diferentes como manzanas y naranjas. Un manzano no puede dar naranjas, aunque le pongamos alguna inyección, porque su naturaleza no es para eso. Pues así la naturaleza del ser humano está para pensar, hablar, escribir, trabajar, hasta hacer inventos; pero no para realizar actos sobrenaturales. Dios sí puede hacer que lo tengamos y para ello nos da una gracia.
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Los cristianos estamos acostumbrados a vivir en un ambiente demasiado natural o terreno. Y tenemos que elevarnos algunas veces. Como es por medio de la gracia, debemos profundizar en su significado, pero no sólo para conocerla sino para vivirla. Y tenemos que ayudarnos más unos a otros, porque uno por sí solo no lo puede aprender y vivir.
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Un ejemplo. Una vez hicieron un experimento con dos niños a quienes no les hablaba nadie y desde que pudieron estar solos vivieron entre ovejas. Quien entraba para darles de comer no les hablaba nada. Así que después de cierto tiempo, entre ellos y con los demás sólo sabían reproducir sonidos de ovejas. Así hay muchas personas que sólo saben vivir en un ambiente natural, porque es lo único que ven y no saben elevarse a la maravilla de la gracia.
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Hay muchas divisiones sobre la Gracia
Hay muchas divisiones sobre la Gracia. Una es: gracia increada y gracia creada. Cuando uno está en paz con Dios, tenemos también la gracia increada, que es el mismo Dios. Recordamos lo que dijimos sobre la inhabitación de la Stma. Trinidad. Es una gracia que uno tiene y que no ha sido creada. Pero aquí tratamos especialmente de una gracia que sí ha creado Dios para ayudarnos a tener participación en su vida.
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Esta gracia creada es un don especial que Dios nos da para que el alma se pueda elevar a la vida de Dios y pueda vivir, aunque sea un poquito, de esa vida. No es que Dios se disminuya, sino que nos eleva a nosotros para vivir algo de esa vida divina.
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Otra división importante de la gracia es: gracia santificante y gracia actual. La santificante es la gracia de unión. Es por la que estamos unidos a Dios de forma permanente o habitual. De esta gracia es a la que se refería Jesús cuando comparaba nuestra vida a las ramas de un árbol que dan fruto si están unidas al tronco. Jesús hablaba sobre todo de la vid (arbolito de las uvas) y de los sarmientos (sus ramas), porque la gente en Israel lo tenía a la vista y lo cuidaba.
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Decía Jesús que la vid (el tronco) era Dios Padre y los sarmientos (las ramas) éramos nosotros. Así que lo primero para tener vida se necesita la unión. Una unión que puede ser más o menos. El estar unidos con Dios es mediante la gracia santificante. Es algo que Dios crea especial para podernos elevar hasta Él.
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Pero además de la gracia santificante, que nos une, nos interesa tener otras gracias, que nos ayudan y que llamamos actuales. Es como en el arbolito de la vid: No basta que los sarmientos estén unidos al tronco. Hace falta quizá regar, y podar, y quitar las malas hiervas, y quizá sulfatar. Es decir poner los medios no sólo para que dé frutos, sino para que les dé mejores. Así Dios nos va dando diferentes gracias actuales, como puede ser un buen ejemplo o buenas palabras.
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Entre estas gracias actuales hay algunas que son para una persona en particular, como gracias de sanación para que se arrepienta. Pero hay otras gracias que Dios da para el bien de otras personas. Estas, por ejemplo, son los carismas del Espíritu Santo, como gracias de hacer milagros o curaciones, de hablar en lenguas, etc. Son gracias para hacer el bien a la comunidad. Pero eso no quiere decir que quien recibe esa gracia tenga que ser mejor que otros.
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Cuando hablamos en estos temas de la Gracia, sin más, nos referimos a la gracia santificante, a este don maravilloso que nos une con Dios. Este es el don maravilloso que debemos apreciar y poseer y vivir, si en Cristo queremos vivir y caminar en su luz.
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Si en Cristo queremos vivir
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y caminar en su luz,
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tengamos el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús.
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el mismo sentir
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que hubo en Cristo Jesús.
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Jesús el Rey del Cielo,
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siendo su forma de Dios,
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quiso olvidarse de sí, forma de esclavo tomó,
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y semejante a los hombres
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como esclavo se humilló.
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Como siervo fue obediente
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el Rey y Señor Jesús;
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obediente hasta la muerte, y hasta la muerte de cruz.
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Por eso Dios lo ha exaltado
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con la gloria de su luz. Hacer CLICK
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La gracia que llamamos santificante o habitual, la que persiste en el alma, es algo que Dios nos da ciertamente. Es algo real, creado y recibido intrínsecamente en el alma. En esto nos diferenciamos de varios famosos protestantes del siglo XVI y varias religiones o sectas derivadas en la actualidad. Ellos dicen que Dios no da algo real, sino que Dios nos justifica porque como que no tiene en cuenta nuestros pecados que quedan cubiertos por la sangre y méritos de Cristo.
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Nosotros decimos que es algo real que Dios nos da por lo cual se borran los pecados y somos elevados a la vida divina. Es decir, que los pecados desaparecen de forma total y comienza una nueva vida, como hemos ido diciendo y ampliaremos con testimonios.
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En la Sda. Escritura encontramos en el Prólogo del evangelio de san Juan, hablando de Jesucristo: «De su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia». Y en su 1ª carta nos dice que «la simiente de Dios está en aquel que ha nacido de Dios». San Pablo, hablando de la acción de Dios en nosotros, dice: «nos ha ungido, nos ha sellado y ha depositado en nuestros corazones las arras del Espíritu» (2 Cor 1,22). Así que es algo especial.
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Santo Tomás de Aquino señalaba una diferencia entre el amor de dos seres humanos al amor de Dios. Es decir: Cuando una persona ama a otra es porque descubre alguna buena cualidad, quizá porque es familiar, o por otras relaciones o por cualidades especiales, que excitan el amor en la otra persona. Pero respecto de Dios no es lo mismo, porque en nosotros no puede haber algo que sea hermoso para Él y no provenga precisamente de Él.
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Así que cuando Dios ama, El nos está dando
Así que cuando Dios ama, El nos está dando. No es que descubra cosas buenas en nosotros, sino que causa un bien en nosotros. Eso más bueno externo que Dios nos da es la gracia. La llamamos santificante porque permanece y nos une con el Creador. Así que es algo verdadero y real, aunque espiritual, que nos eleva hasta una verdadera participación en la vida divina.
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Esta participación de la vida divina es muy diferente y superior a otra que también se puede llamar participación de todas las criaturas irracionales. En la Biblia lo llaman «vestigios de Dios». Así pasa con las piedras, las flores, los animales. Y hasta en las criaturas racionales en cuanto su vida natural. Pero Dios nos infunde algo superior y diferente para poder participar en la vida divina, sin que Dios tenga que achicarse o disminuirse.
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Esta gracia santificante no es como la complacencia de Dios en nosotros, sino que es algo que Dios nos da directamente para elevarnos. Tampoco es exactamente una virtud (ya hablaremos de esto), pues las virtudes vienen de la gracia. Es algo externo que da Dios. Por ejemplo, no podemos decir de nosotros que somos inteligencia, sino que tenemos inteligencia. Igualmente sobre el amor.
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La gracia tampoco es el Espíritu Santo que habita en nosotros.
Podríamos decir que es como el resultado de ese encuentro personal del Espíritu Santo, que es Dios y nos da esa fuerza especial para elevarnos. Dentro de nuestro ser lo podríamos comparar a lo que pasa con el hierro metido en un gran fuego. Sigue siendo hierro, pero adquiere también la cualidad del fuego. Algo así pasa con la gracia de Dios en nosotros.
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Sobre este don grandioso que nos iba a dar Dios, ya lo había anunciado el profeta Ezequiel cuando dijo: «Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará de todas vuestras inmundicias».
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Dice el Señor: Automático
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derramaré sobre vosotros un agua pura
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que os purificará de todas vuestras inmundicias
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y os dará un corazón nuevo.
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Rocíame Señor con el hisopo,
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quedaré limpio,
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lávame,
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quedaré más blanco que la nieve.
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Oh Dios, crea en mi un corazón puro,
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renuévame por dentro,
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Devuélveme la alegría de la salvación.
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Dice el Señor:
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derramaré sobre vosotros un agua pura
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que os purificará de todas vuestras inmundicias
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y os dará un corazón nuevo.
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Veamos ya qué es lo que realiza la gracia en nosotros
Veamos ya qué es lo que realiza la gracia en nosotros. Lo 1º es que quita los pecados. Esto lo definió expresamente el Concilio de Trento contra los que en el siglo XVI afirmaban que Dios no quitaba los pecados, sino que los tapaba como para no verlos. La Iglesia católica afirma que los quita de verdad. Ya el profeta había dicho que, aunque el alma estuviera muy sucia, quedará más limpia que la nieve.
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Pero no sólo quita los pecados
Pero no sólo quita los pecados. Lo más importante es lo que nos da, lo positivo. Jesús hablaba en positivo. Y lo primero que nos fijamos es: que nos hace amigos de Dios: amigos verdaderos. Hay algunos que no dan casi importancia a eso de ser amigos de Dios, ya que nosotros entendemos sobre la amistad la que existe entre humanos.
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Todo ser humano necesita la amistad
Todo ser humano necesita la amistad. Podemos decir que la felicidad humana consiste sobre todo en amar y ser amado. Cuando uno está solo, no sólo físicamente sino sobre todo moralmente, parece que no encuentra reposo hasta que no haya dado con un corazón que se mueva al mismo ritmo. ¡Qué gran cosa es tener un amigo de verdad! Como dice el libro del Eclesiástico: quien lo encuentra es como encontrar un tesoro.
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Los cristianos son amigos de Cristo
Los cristianos son amigos de Cristo. Jesús decía en la Última Cena: «Nadie tiene más amor que quien da la vida por sus amigos». Y decía a los apóstoles: «Vosotros sois mis amigos…», «Ya no os llamaré siervos sino amigos». Nosotros podemos llamar amigo a Dios (Padre, Hijo o Espíritu Santo).
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No es fácil entender lo de ser amigo de Dios
No es fácil entender lo de ser amigo de Dios. Ha habido filósofos y pensadores que lo han negado por entender que no puede haber una verdadera amistad entre Dios y el ser humano. De hecho para que haya una verdadera amistad debe haber una cierta igualdad. Por eso es muy difícil que haya una verdadera amistad entre un amo y un criado, o entre un rico y un pobre. Esto porque la amistad tiende a una cierta comunicación de bienes.
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Lo mismo valdría para los matrimonios, como dijimos en su lugar.
Cuando hay verdadera amistad hay comunicación de bienes. Y si uno es muy rico y el otro muy pobre, uno tendría que estar dando y el otro casi sólo recibiendo. Y lo mismo que pasa con el dinero, pasaría también si hay muy grande diferencia en cultura, ciencia, etc. Lo mismo valdría para los matrimonios, como dijimos en su lugar.
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También es muy difícil que se pueda hablar de una verdadera amistad entre un hombre y un perro. Esto, a pesar de que se diga que el perro es el mejor amigo del hombre. El perro busca lo que le dan si es de su agrado. Si el amo, en vez de buena comida, se la diera muy mala, el perro cambiaría de actitud y zalamerías. No es amistad, porque el perro no puede sentir lo que es verdadero amor. Quizá sienta algo de agradecimiento.
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Lo nuestro con Dios es diferente
Lo nuestro con Dios es diferente. Ciertamente que la distancia entre Creador y creatura es inmensa; pero la gracia santificante nos eleva hasta poder tener participación de la vida de Dios. Por lo tanto lo que no podíamos tener por el hecho de ser sólo creaturas, lo podemos tener por esta elevación hasta la vida de Dios.
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Mirando a la historia, comenzando en la Biblia, constatamos la amistad de Dios con Adán antes del pecado: Dios bajaba al Paraíso a hablar con Adán como con un amigo. Abraham era el hombre amigo de Dios. Moisés era el hombre manso que hablaba con Dios, como podía hablar con un amigo. Lo mismo algunos de los profetas y otros personajes del Ant. Testamento.
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Después de subir Jesús al cielo, en la Iglesia conocemos muchos santos y personas buenas, hombres y mujeres, que han mostrado una amistad entrañable con Dios Padre y Dios Espíritu Santo; pero sobre todo con Jesucristo. De ellos hay multitud de testimonios.
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Esta amistad del hombre con Dios se rompió por el pecado; pero vuelve cuando el pecado se quita y viene la Gracia. Y, como la gracia viene de Dios, también debemos decir que esta amistad viene primero de Dios. Sin embargo, aunque continúe la amistad entre Dios y nosotros, Dios nos deja en libertad. Por lo tanto, mientras estamos en esta vida, podemos renunciar a Dios.
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Como seguimos con la libertad, Dios tiene un riesgo, pues conoce la fragilidad y pecaminosidad del ser humano. Dios se expone a que se le trate como un ser inútil. – También el hombre se expone a que le vengan pruebas que Dios da muchas veces a quienes le aman. Por eso hay que confiarse en Dios, abandonarse del todo, porque nunca podemos calcular o prever los planes de Dios para con sus amigos.
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Una verdadera amistad con Dios lleva consigo la carga de los pecados ajenos, de aquellos que no tienen amistad con Dios. Igualmente debe estar lleno de ansias misioneras, deseando que otros muchos puedan conocer y gustar el amor de Dios.
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De hecho la vida de amistad con Dios se debe realizar sobre todo en la intimidad por medio de la oración, que es «tratar de amistad con aquel que sabemos nos ama» (Sta. Teresa).
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Lo bueno de esta amistad para nosotros es que podemos decir que nunca estamos solos, porque nuestro amigo, Dios Padre o Hijo o Espíritu Santo, siempre está con nosotros. Y como amigos, le ayudaremos a cambiar el odio y la guerra por mensajes de paz y fraternidad.
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Amigo Automático
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Amigo,
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amigo de Dios para los hombres.
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Amigo,
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Amigo,
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amigo de Dios para los hombres.
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Señor, me has llamado, porque has de cambiar
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el odio y la guerra por fraternidad,
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llevando tu nombre en mensaje de paz,
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que el mundo reclama con tanta ansiedad.
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que el mundo reclama con tanta ansiedad.
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Amigo,
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Amigo,
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amigo de Dios para los hombres.
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A M I G o,
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Amigo,
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Con María, la Madre. AMÉN
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