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Publicada porAna María Villalba Aguilar Modificado hace 6 años
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La Voz de la Brisa Coment. Evangelio Domingo II Cuaresma Ciclo C. 21 Febrero Jesús Sanz Montes. Arzobispo Oviedo Música: Scottist Hills Montaje: Eloísa DJ Avance Manual
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TEXTO BÍBLICO Lc b – 36 La transfiguración Unos ocho días después de estas palabras, tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
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Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía. Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube. Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo». Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
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No sólo es la voz del tentador la que se nos precipita.
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Hay también otras voces que Dios mismo nos susurra a la hora de la brisa.
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Es la escena entrañable del Evangelio de este domingo.
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En un atardecer cualquiera, Jesús llevará a Pedro, Juan y Santiago a orar al monte Tabor.
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Y entonces ocurre lo inesperado.
Acaso fuera la oración de la tarde, como era costumbre entre los judíos. Y entonces ocurre lo inesperado.
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La triple actitud ante lo sucedido, es tremendamente humana, y en la que fácilmente nos podemos reconocer: el cansancio, el delirio, y el temor.
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También nosotros, como aquellos tres discípulos, experimentamos un sopor cansino ante la desproporción entre la grandeza de Dios y nuestro permanecer como ajenos: “se caían de sueño”.
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“no sabían lo que decían”.
Incluso, ebrios de nuestra desproporción, llegamos a delirar, y decimos cosas que tienen poco que ver con la verdad de Dios y nuestra propia verdad: “no sabían lo que decían”.
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entonces sentimos confusión, miedo:
Y cuando a pesar de todo vemos que su presencia nos envuelve y abraza, dándonos lo que no esperamos ni merecemos, entonces sentimos confusión, miedo:
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“se asustaron al entrar en la nube”.
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El Tabor, donde los tres discípulos se asomarían a la gloria del Mesías, es contrapunto de Getsemaní en donde los mismos se abrumarán ante al dolor agónico del Redentor.
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Como ámbito exterior: la nube y la voz de Dios.
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Como mensaje, escuchar al Hijo amado.
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Como testigos, Elías y Moisés, preparación de la plena teofanía de Dios en la humanidad de Jesucristo.
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Escuchar la palabra del Hijo amado, postrero portavoz de los hablares del Padre, fue también el mensaje en el Bautismo de Jesús: escuchadle.
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hágase en mí su Palabra;
Un imperativo salvador que brilla con luz propia en la actitud de María: hágase en mí su Palabra;
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que guardará en su corazón aunque no entienda;
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e invitará a los sirvientes de Caná a hacer lo que Jesús diga;
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por escuchar la Palabra de Dios cada día y vivirla;
y por ello Él la llamará bienaventurada:
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incluso al pie de la cruz donde la muerte pendía, María siguió fiel presintiendo los latidos resucitados de la vida.
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El delirio de Pedro, deudor de su temor y de su cansancio, propondrá hacer del Tabor un oasis, donde descansar sus sueños, entrar en corduras, y sacudirse sus miedos.
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Pero Jesús invitará a bajar al valle de lo cotidiano, donde en el cada día se nos reconcilia con lo extraordinario con implacable realismo.
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La fidelidad de Dios seguirá rodeándonos, con nubes o con soles,
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dirigiéndonos su Palabra que seguirá resonando en la Iglesia, en el corazón y en la vida.
FIN
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